Los riesgos de una conflagración militar global aparecen cada vez más cercanos y factibles. Existen cuatro puntos álgidos de conflicto en el que las grandes potencias se encuentran enfrentadas: En Europa Oriental, donde Moscú está derrotando a la OTAN; en el cercano Oriente, donde la República Islámica de Irán desafía la primacía estratégica de Israel y Estados Unidos; en el Sahel africano, donde se enfrentan las fuerzas neocoloniales europeas contra las unidades de la Federación Rusa; y en el sudeste asiático, donde Washington intenta interferir o amenazar los intercambios comerciales de la República Popular China. Los cuatro conflictos son interdependientes. Se articulan en el marco de una disputa global en la que se enfrentan dos modelos de gobernanza internacional. Por un lado, el que pretende darle continuidad a la hegemonía unilateral de la OTAN y, por el otro, el que busca actualizar la lógica multilateral, basada en el respeto a las soberanías nacionales, soportado por los BRICS y el Sur Global.
En la madrugada del 13 al 14 de abril, la República Islámica de Irán atacó Israel en represalia por el bombardeo de su delegación diplomática en Damasco, ejecutada por Tel Aviv dos semanas antes. Una parte de los misiles y drones lanzados por Teherán debió atravesar el espacio aéreo de Jordania, quien decidió –en alianza con Londres y Washington– interceptar una cantidad indeterminada de los mismos. En términos de visibilización mediática, el ataque iraní fue utilizado para reinstalar a Bibi Netanyahu en el lugar del damnificado, obviando la continuidad de la campaña militar que desarrolla sobre Gaza, que produjo la muerte de 40 mil personas, entre ellos 12 mil niñxs.
Los cinco integrantes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –China, Rusia, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia– han alcanzado un infrecuente acuerdo para impedir una escalada mayor del conflicto. Todos ellos coincidieron en disuadir a Israel para no responder de forma inmediata a Irán ante el temor de un incremento del precio del crudo. En el caso de los tres países occidentales, además, justifican el pedido ante los potenciales conflictos internos que deberán afrontar con la población musulmana y la crisis que sobrevendrá en relación a las alianzas trazadas con los países árabes. Por su parte, en el caso de la Federación Rusa, su estatus de comprador de drones y misiles se verá limitado si Teherán requiere su contienda Israel. En el caso de China, su apelación a la estabilidad regional está íntimamente relacionada con la necesidad de seguir recibiendo sin alteraciones el crudo persa. Se prevé que la continuidad del conflicto en la región pueda desencadenar un alza del valor del crudo, motivado –entre otras causas– por el incremento de la logística necesaria para modificar las rutas de los buques petroleros. Actualmente, el precio del brent se ha incrementado casi un 19 por ciento.
Frente a la posible limitación de la escalada bélica, la confrontación volverá a ubicarse en los terrenos de la guerra híbrida que incluye la manipulación mediática, la utilización de la Inteligencia Artificial (IA) y la propaganda. En la última semana, The Intercept difundió las características del programa provisto por Google a Israel, conocido como ‘Lavender’, capaz de lograr el seguimiento y la detección de celulares de gazatíes cuyos intercambios de mensajes los hacían sospechosos de pertenecer a Hamas. Dicha plataforma de seguimiento fue utilizada para ejecutar a sus portadores. Empleados de Google, agrupados en el colectivo No Tech for Apartheid, cuestionaron dicho programa en Estados Unidos y fueron inmediatamente despedidos.
Semanas atrás, además, se filtró una recomendación interna del diario New York Times, en la que se le exigía a sus redactores evitar –a la hora de referirse al conflicto en Cercano Oriente– la utilización de los términos “genocidio”, “limpieza étnica” y “territorio ocupado”. Los intentos por ajustar la realidad a determinados intereses continúan confirmando la validez del apotegma de Karl Von Clausewitz: “La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”.