¿Por qué el ajuste de Javier Milei no es sostenible? Por Alejandro Vanoli


No se percibe que haya una reducción estructural significativa del gasto sino un freno de partidas poco sustentable en términos políticos y económicos y una reducción de ingresos que puede profundizarse.

 


El Gobierno se mostró exultante por haber logrado un superávit primario de $1.232.525 millones y un superávit financiero de $338.112 millones. Así se registraron dos meses consecutivos de superávit financiero por primera vez desde principios de 2011, de casi 0,2% del PIB en el primer bimestre del 2024.


La historia argentina refleja que solo es posible sostener superávit fiscal sustentable con una política de crecimiento.


Más allá de cuestiones que hacen a la estacionalidad, generalmente el grueso de la ejecución presupuestaria es en la segunda mitad de cada año, es importante analizar la dinámica económica para ver la sustentabilidad. De hecho, febrero en comparación con enero refleja una caída del 46% en el superávit primario y del 42% del superávit financiero.

Durante el primer bimestre el Gobierno realizó una muy baja ejecución del gasto, limitando fuertemente la obra pública, las transferencias a provincias y universidades, a CAMMESA (subsidios energéticos) y con fuerte licuación de salarios y jubilaciones. En el bimestre aumentó fuertemente la deuda flotante por pagos devengados no cancelados.

No se percibe que haya una reducción estructural significativa del gasto sino un freno de partidas poco sustentable en términos políticos y económicos y una reducción de ingresos que puede profundizarse.

Así como el gasto se desplomó un 38% en términos reales, los ingresos se retrajeron un 11% en relación a la inflación. Si bien la caída de los ingresos no luce tan significativa, hay que diferenciar el aumento de lo recaudado por retenciones y el muy buen funcionamiento del impuesto PAIS, dada su extensión al conjunto de bienes y servicios, el aumento de su alícuota y la mejora en las exportaciones agrícolas por el fin de la sequía de la fuerte disminución de los impuestos ligados a la actividad económica.

Los mayores retrocesos se observan en el IVA impositivo (a diferencia del IVA de Aduana que refleja buenos números), Ganancias, aportes y contribuciones de la seguridad social y combustibles que tuvieron una caída significativa en términos reales.

Hacia adelante es esperable que la recesión profundice la caída en la recaudación. Al respecto los datos de actividad, ingresos salariales y jubilatorios, consumo, capacidad instalada, son concordantes y contundentes en la profundización de la caída. De hecho, la merma de la inflación por la recesión, reducirá también el crecimiento de la masa imponible nominal que amortiguó la caída recaudatoria estos meses.

La historia argentina (ver el gráfico a continuación) refleja que solo es posible sostener superávit fiscal sustentable con una política de crecimiento. Si se analizan los últimos 50 años, Argentina tuvo dos períodos de superávit fiscal, entre 1991 y 1994 y un período más extenso entre 2003 y 2011. Resultado fiscal favorable que se terminó tras la pérdida del crecimiento en ambos casos. En el mismo sentido en los períodos de ajuste fiscal como en el gobierno militar, 2001 y en el Gobierno de Macri, no solo no mejoraron las cuentas públicas, sino que se profundizó la recesión, lo que agravó a su vez la cuestión fiscal. Fueron tiempos de un círculo vicioso de ajuste y recesión como puede producirse los próximos meses si el Gobierno no cambia su política económica.

Lo expuesto no es solo un fenómeno argentino. Hay ejemplos en el mundo muy interesantes, como el caso de los Estados Unidos que en los últimos 50 años solo tuvo superávit fiscal entre 1998 y 2000 luego de años de crecimiento.

Hay otra variable significativa que analizaremos en un futuro artículo sobre las características de una reforma tributaria que asegure sustentabilidad fiscal, crecimiento y equidad.

En los EEUU los períodos conservadores (Reagan, Bush padre e hijo, Trump) bajaron los impuestos a los ricos con la promesa que el crecimiento compensaría dicha reducción, pero el déficit fiscal se profundizó. Cuando Clinton revirtió las reformas regresivas de los años 80 mejoró el resultado fiscal como vimos más arriba.

En Argentina ocurrió lo mismo, la baja de impuestos de Cavallo en los años 90 deterioró la situación fiscal y lo mismo pasó en la gestión de Cambiemos.

El gobierno de Milei propuso reducir impuestos, aunque en la práctica se ha sostenido aumentándolos (como el impuesto PAIS) o proponiendo reintroducir el impuesto a las ganancias a la cuarta categoría. En el mundo en cambio la OCDE (a la que el país desea ingresar) apoya mayores impuestos a las ganancias a las grandes empresas, con el decidido apoyo de la Secretaria del Tesoro de EE.UU. Janet Yellen.

Así España impulsó un impuesto extraordinario a las grandes fortunas, Italia (con un gobierno de derecha presidido por Meloni) un impuesto a los bancos, impuesto que apoya De Guindos el Vicepresidente del Banco Central Europeo y que adoptaría España entre otros países.

Como vemos la experiencia local e internacional enseña claramente que hay que sostener políticas de crecimiento para tener equilibrios macro y que la sustentabilidad fiscal requiere –por fuera de consideraciones de equidad- del aporte de quienes más tienen, como hoy sostienen en el mundo tanto posiciones progresistas como conservadoras. Argentina debería saldar la discusión por Ganancias con un impuesto a los altos ingresos. Tema de un futuro artículo.