Sergio Massa y el fin del relato

Cristina Kirchner reveló que el ministro de Economía es candidato porque Alberto Fernández vetó a De Pedro; el papel de los gobernadores; Scioli y sus confesiones de invierno; los desafíos para Juntos por el Cambio.

Por Carlos Pagni


En unos días en que la clase política realiza su oferta ante la sociedad para las elecciones de este año, que son importantes porque son sobre todo presidenciales, vamos a mostrar dos cuadros del economista Fernando Marull que son muy útiles para entender buena parte de lo que pasa y de lo que nos está informando la política.

El primero, que realiza Marull en base a la información del Indec junto con Martín González-Rozada, un experto en pobreza de la Universidad Torcuato Di Tella, muestra la evolución de la pobreza desde 2019. Arranca con la asunción de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, cuando había un 35,5%, que es lo que deja Mauricio Macri. Se trata de unos 15 millones 900 mil pobres. En 2020 empeora, con la pandemia y la cuarentena. Después se ve una recuperación del nivel de vida, hasta que asume Sergio Masa con un 36,5% de pobreza y empieza a ascender. En el mismo cuadro se ve una proyección de lo que pasaría, si las inercias macroeconómicas continúan tal cual se vienen desenvolviendo, para las primarias. Estaríamos pasando de 16 millones 800 mil pobres, que son los que encontró Massa al asumir como ministro de Economía, a 20 millones 172 mil. Es decir, a 40,3%. Este es un enorme problema para la sociedad y para el peronismo. Si uno quiere entender el diseño electoral que pensó el oficialismo, y sobre todo que pensó Cristina Kirchner para este año, hay que mirar primero este cuadro.

El segundo cuadro que quiero destacar es muy conocido. Nos indica el Índice de Confianza en el Gobierno que elabora la Universidad Torcuato Di Tella y que coincide, por una correlación misteriosa, con el nivel de votos que obtienen los oficialismos en cada elección. Cuando en 2017 el índice dio 42%, fue lo que obtuvo Macri en las elecciones de medio término en las que ganó. A fines de 2019, Macri sacó el 41% de los votos y el índice de confianza marcaba un 40%. En las elecciones de 2021, el oficialismo saca 34% y es el índice que había en ese momento. Si hiciéramos las elecciones ahora y si creemos en esta correlación, el nivel de votos que sacaría el oficialismo es 22,4%, de acuerdo con el índice de confianza actual.

Para entender todo lo que hemos visto este fin de semana, sobre todo en la escena oficial de Unión por la Patria, hay que mirar estos dos cuadros.

Quiere decir que en la cabeza del oficialismo, pero sobre todo en la cabeza de Cristina Kirchner, el horizonte puede ser catastrófico y por lo tanto hay que prepararse para una derrota más que para una victoria. Esta es la principal hipótesis de trabajo.

Durante el fin de semana, y concretamente el viernes, el oficialismo, por una decisión en último término de Cristina Kirchner, produjo una novedad: que va a ir unificado a las elecciones o por lo menos con una tendencia a la unidad. ¿Por qué con una tendencia? Porque no hay una sola fórmula, hay dos. Sergio Massa-Agustín Rossi y Juan Grabois- Paula Abal Medina.

No hay que descuidar esta otra fórmula, no tanto por el volumen de votos que pueda obtener -obviamente todos los pronósticos sensatos indican que se va a imponer la fórmula de Massa- sino porque esta otra está indicando un nivel de disidencia interna respecto a la candidatura de Massa. Una zona de reserva, sobre todo sostenida por Máximo Kirchner y La Cámpora.

El panorama que rodea a Massa está muy determinado por lo económico, por esos cuadros que indican una situación muy penosa. Es difícil para cualquier gobierno remontar esta cuesta. Y, además, porque tiene que ir a conseguir un acuerdo aceptable con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Con un Fondo que se ha pintado la cara respecto de la Argentina, porque ya las desviaciones del programa son intolerables para el directorio del Fondo, para otros países que negocian sus propios programas, y para los técnicos. El Gobierno está exhausto, carece de reservas, pide un adelanto de todos los desembolsos del año y del otro lado le dicen: para eso se requiere un verdadero ajuste y entre las condiciones de ese ajuste está una devaluación importante. Ayer, hablando con un dirigente importante del oficialismo, escuché: “No sabemos si Sergio Massa tiene algún otro conejo más para sacar de la galera en su relación con el Fondo”. Daría la impresión de que no. Y esta misma persona me dijo: “Si nos piden una devaluación importante nos podemos pasar cuatro estaciones”. Es decir, piensa que pueden terminar muy mal respecto a la situación económico-social si es que una devaluación desordenada se termina trasladando a los precios y genera una escena mucho peor de la que estamos viendo hoy.

Sobre este contexto se despliega la campaña electoral, de la oposición y del oficialismo. Es verdad que Massa como político es un candidato gastado. Se le conocen los trucos, uno lo ve hablar y ya sabe lo que va a decir. Pero es muy profesional en términos de campaña. Es alguien que conoce la política, conoce el Estado, es audaz -como se acaba de demostrar- y además tiene experiencia de campaña. Ha sido candidato a diputado varias veces, lo fue candidato enfrentando al kirchnerismo, fue candidato a presidente. Es decir, conoce cómo se maneja una campaña y por lo tanto habría que suponer que puede cometer menos errores. Este es un dato para la oposición: ahora enfrentan un candidato profesional.

¿Cómo es la historia de la candidatura de Massa? Es importante conocerla porque si uno la mira empieza a advertir las fisuras que hay en el oficialismo. Y puede ser que se vuelvan más visibles a medida que pasa el tiempo y las tensiones sean más agudas, sobre todo si la situación económica, como muchos sospechan, empeora.

Hubo algo muy llamativo esta tarde durante el discurso que dio la vicepresidenta. Da la impresión de haber tomado la droga de la verdad, como si hubiese decidido contar todo. Hay mucho fastidio en ella sobre las versiones que lanza todo el tiempo off the record Alberto Fernández, con cierta tendencia a la mitomanía. Eso es lo que piensa el kirchnerismo. Este lunes hubo una reunión, un acto por la repatriación de un avión que protagonizó los vuelos de la muerte durante la dictadura cívico-militar. Esa repatriación la gestionó en Estados Unidos Sergio Massa, con una afición por la historia y sobre todo por la historia de los Derechos Humanos que no se le conocía. Por casualidad, hacen el acto justo cuando Alberto Fernández tenía previsto un viaje a Brasil. Él igual apareció a través de un video que le mandó a la secretaría de Derechos Humanos. “Un video no se le niega a nadie”, me dijeron.

También hoy apareció una foto, cruel, sacada por un fotógrafo de Reuters. Es un truco visual que muestra a un soldado brasileño empuñando un sable, que justo parece estar sobre la espalda del presidente de la Argentina, Alberto Fernández. Tras el discurso de Cristina, quedó así: atravesado. Ella dio su versión de lo que pasó estos últimos días. Era obvio que Alberto pedía que hubiera PASO, que hubiera primarias. Había sacralizado el método como una forma de garantizar la pluralidad, de contener la disidencia, o por ahí más verazmente, como confesó con un periodista muy ligado al Gobierno, “terminar con 20 años de kirchnerismo”. Para terminar con 20 años de kirchnerismo, postuló a Daniel Scioli.

La candidatura de Scioli parecía irreversible, inclusive con una candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires que era Victoria Tolosa Paz, a pesar de que 15 gobernadores peronistas habían firmado un documento exigiendo que hubiera una lista de unidad o un candidato único. Frente a esa postulación de Scioli, razonablemente, tanto Cristina Kirchner y con mucha más convicción Máximo Kirchner, se propusieron ir con la candidatura de Eduardo “Wado” de Pedro. Alguien muy de ellos. No podían delegar en un aliado, en alguien que no es propio, la victoria del kirchnerismo sobre Alberto. Si hay una victoria del kirchnerismo sobre Alberto en la figura de Scioli, tenían que ser ellos los que encarnaran esa victoria.

Se arma la candidatura “Wado” de Pedro-Juan Manzur. Nadie sabe cómo surge Juan XXIII en esta fórmula. Un candidato muy controvertido, con enormes problemas en sus antecedentes como todos sabemos. Hay un detalle al que hay que prestar atención. Cuando se hace pública la fórmula, no se produjo lo que se suponía que debía producirse, una ola de tuits de gobernadores diciendo: “Muy bien, uno de los nuestros está en la fórmula presidencial”. Al contrario, hubo silencio, abstención. Con el paso de las horas nos enteramos de qué era lo que pasaba: estaba Massa trabajando con los gobernadores para que no hubiera esa ola de adhesión. Ese trabajo tuvo un antecedente: alguien muy próximo a Massa, el exdiputado Raúl Pérez, fue decisivo en las gestiones que se realizaron en la primera semana del mes para promover una candidatura única. Esta gestión de Pérez es crucial para entender lo que pasó.

Subrepticiamente, Massa volvía a operar sobre los gobernadores. Sobre todo sobre uno de ellos, el santiagueño Gerardo Zamora, muy ligado a Massa -dicen que con negocios en el mundo del fútbol por la presencia de gente que pertenece a ambos en la AFA-, para que esos gobernadores boicotearan la candidatura de De Pedro y de Manzur, con el argumento de que buscaban una fórmula de unidad. Zamora sumó al gobernador de Catamarca, Raúl Jalil.

Vinieron a verlo a Alberto Fernández y le plantearon dos argumentos que después los va a escuchar Cristina Kirchner. Primero, le dijeron que no querían primarias porque desarma el orden provincial en cada uno de los distritos. “Scioli con mayor o menor fortuna va a armar candidaturas que nos molestan, que nos plantean disidencias, suman votos, muchos o pocos, que después terminan alimentando a nuestros opositores. No queremos internas. No queremos que nos trasladen la discusión nacional a nuestras provincias, inclusive por eso en muchas provincias adelantamos las elecciones”. Ha sucedido algo inédito en el peronismo este año: no solamente quien conduce esa fuerza ha llegado a decir que corren el riesgo de salir terceros, sino que hubo 14 gobernadores que adelantaron las elecciones y se desentendieron de la suerte nacional de su partido. “Entonces, no queremos que nos vengan a contaminar en nuestras provincias con la polémica nacional entre Alberto y Cristina”, argumentaron Zamora, gobernador de Santiago del Estero, y Jalil, gobernador de Catamarca, frente a Alberto Fernández.

El segundo argumento, que es bastante lógico, lo debe haber dejado pensando a Fernández. “Alberto, vos vas con Scioli. Muy probablemente, dado todo el aparato que hay enfrente, vas a perder. ¿Cómo sigue tu gobierno una vez que saliste derrotado el 13 de agosto? ¿Qué hacés el 14 de agosto?”. Fernández siempre tiene la posibilidad de hacer lo que hizo en las primarias del 2021. “Esto fue una victoria”, dijo. Pero, ¿cuánto dura esa ficción? ¿Cómo es la evolución del Gobierno, con esta agenda económica endemoniada, después de perder una elección frente a un sector del propio oficialismo? “¿No te parece que deberías retirar estas internas?” le preguntaron. Ahí es donde, según cuenta uno de los gobernadores,

Alberto Fernández dijo: “Bueno, yo desistiría de las PASO si puedo poner al candidato a presidente. Gabriel Katopodis”. Le dijeron: Katopodis no. Pero lo que más les llamó la atención es que ya lo estaba entregando a Scioli cuando recién habían comenzado a negociar.

Estos dos gobernadores van a ver a Cristina y le dicen lo mismo. Y Cristina empieza a darse cuenta de que hay un espacio para armar una lista de unidad. No un candidato único. Un candidato único hubiera sido “Wado” de Pedro si Scioli desistía de su candidatura. Esto era un candidato, como explicó ella el lunes, negociado con Alberto.

En esta instancia interviene una figura clave: Juan Manuel Olmos. Se trata del vicejefe de Gabinete del Gobierno nacional. Es probablemente el único dirigente político que tiene diálogo con Cristina, y se ha ganado su confianza, tiene diálogo con Alberto Fernández y están juntos desde la campaña electoral del 2019, y es un aliado de Sergio Massa, con quien viajó a China. Durante aquella travesía, Massa pensó en hacerle algún tipo de masaje cerebral a Máximo Kirchner para conseguir la candidatura que tiene ahora. Entonces, Olmos habló con Cristina y, después de esa conversación algo pasa, porque empieza a hablar con Alberto Fernández sistemáticamente, para que desista de tenerlo a Scioli y para que él también entienda que no puede ir a una derrota siendo el presidente de la Nación.

Es el momento en que se abre la posibilidad de una fórmula compartida. Es clave para entender esto una parte del discurso de Cristina Kirchner el lunes por la tarde, muy importante por su significado presente y futuro. Ella dijo que su candidato seguía siendo “Wado” De Pedro, que no era Massa. Y que si no fue De Pedro, es porque lo vetó Alberto. Se trata de una linda novedad para Massa que estaba ahí mismo, escuchándola.

Le acababa de decir que él era el candidato que surgió del veto de Alberto y no la figura que los kirchneristas habían promovido, como venían promoviendo a De Pedro. Y no lo dice cualquier persona. Lo dice una dirigente de primer nivel: Cristina Kirchner. No es inocente nada de lo que pueda decir. ¿Qué se puede deducir de esto? Algo así como “la derrota es tuya. Si hubiera sido De Pedro el candidato, la derrota sería mía”.

Ayer, un dirigente sindical me dijo algo tremendo: “Hoy a la tarde, Cristina le dijo a Sergio Massa: ’acá tenés la soga, ahorcáte frente a los números de la economía’”. Pero hay otro mensaje todavía más sutil, que ella deja sólo entrever: “La victoria es tuya y, si ganas, el gobierno de ajuste que vas a tener que hacer también es tuyo”.

De esta manera, hoy se funda la eventual disidencia del kirchnerismo duro, ortodoxo, con un eventual gobierno de Massa, en el caso hipotético de que llegara a ganar, que sería un gobierno de ajuste. Massa continuaría con el ajuste actual, mucho más intensamente, como un candidato, para ponerlo en términos kirchneristas, “de derecha”. Cuando uno mira sus relaciones internacionales, sus relaciones, como por ejemplo la representante María Elvira Salazar en Florida, socia política de Marco Rubio y Ted Cruz, dicen que Cristina tiene que ir presa. En alguna medida, Cristina le está explicando a su base que Massa es el candidato porque Alberto, que es el presidente de la Nación y del partido, no hubiera aceptado a “Wado” de Pedro. Y le dice a De Pedro: “No te preocupes. Zafaste de lo que viene”. Ella sabe que Massa es el fin del relato.

La conversación de los gobernadores con Cristina Kirchner sucedió el jueves a la tarde y la charla de ella con Olmos fue al mediodía del viernes. Mientras tanto, “Wado” de Pedro, con total ingenuidad, estaba en su comando de campaña preparando las fotos y los videos para la presentación de un grupo de 500 personas, donde había gobernadores, intendentes, diputados, senadores y empresarios. Lo pensaba hacer en Pilar este martes. Obviamente Massa ya había hablado con Zamora y con Jalil para que vengan a minar su candidatura. Pero no le avisó. Estos son los resquemores que quedaron en estas relaciones a partir de las negociaciones de estos días. Me pregunto, no lo sé, si cuando Máximo Kirchner se resistió tanto a ser candidato a primer diputado en la lista del oficialismo, no era por disconformidad con todo este juego alrededor de De Pedro, planificado por Massa.

Cristina Kirchner, cuando dice “tiene que haber una lista de unidad”, remarca que hay que bajarlo a Scioli y ofrecerle por lo menos una diputación. También insiste en que le ofrezcan una diputación a Victoria Tolosa Paz, que tuvo que declinar su candidatura a gobernadora, y a Santiago Cafiero, que pretendía ser candidato a diputado en la lista de Scioli, la primera representación para el Parlasur.

Contó algo más Cristina el lunes y es que el domingo a la noche Scioli la llamó. Y si uno reconstruye esa charla, que Scioli comentó a varias personas de su entorno, está plagada de curiosidades. La primera es que Cristina le dice a Scioli: “Yo quería que fueras diputado y pedí que te ofrecieran la candidatura de diputado y que Cafiero fuera al Parlasur”. Y Scioli dice: “No. A mí Cafiero me llamó y me ofreció ir al Parlasur. La candidatura a diputado se la quedó él”. Con cierta picardía, quien no se quedó con una candidatura ajena alguna vez en esta vida política, Cafiero se quedó con una diputación que viene con fueros y le correspondía a Scioli. Scioli insiste luego: “Me llama la atención lo rápido que me bajaron porque el jueves a la noche hicimos un acto en el Teatro Ateneo y después fuimos a comer a La Ñata y me decían ‘cuidado que no te vaya a llamar Cristina y te vayas a bajar’. Bueno, me bajaron ellos”. Y le dice a continuación la siguiente frase: “En 30 años de vida política, nunca me sentí tan traicionado como por Alberto Fernández”. Es una confesión que le hizo Daniel Scioli a Cristina Kirchner el domingo por la noche.

Para mostrar la plasticidad que tiene la política, el temperamento que requiere este oficio, el lunes, Scioli, embajador en Brasil, llevó en gloria y majestad a Alberto Fernández a recibir una condecoración a Brasilia.

Finalmente, lo bajan a “Wado” de Pedro. Se entera a las siete de la tarde. Gran malestar en La Cámpora porque creían que “Wado” de Pedro era un candidato competitivo. Probablemente, Cristina creía que no, que podía ganar muy bien la primaria pero que tenía grandes dificultades para ganar la general y que, por lo tanto, esa derrota de “Wado” le iba a ser imputada a ella. Ella puede haber pensado, “si pierde Massa, que tiene un significado tan denso y tan claro, pierde Massa. Si pierde ‘Wado’, perdí yo”. Por lo tanto, si uno mira los cuadros económicos del comienzo, mira las perspectiva de una derrota, que es un escenario probable. Ella termina quedándose con todo lo que había para ganar, que son los cargos legislativos y eventualmente la provincia de Buenos Aires. Esto es importante porque Massa, candidato a presidente, Máximo Kirchner, candidato a diputado, “Wado” de Pedro, candidato a senador y Kicillof, candidato a gobernador, es una oferta electoral destinada a que el kirchnerismo retenga la provincia de Buenos Aires. Y este es un tema de primera magnitud, porque si hubiera un triunfo de Juntos por el Cambio para la presidencia, no es lo mismo un gobierno de JxC con la Provincia alineada con la Casa Rosada que con la Provincia en frente. Y eso no es un problema del no peronismo solamente. Aún los gobierno peronistas, como el de Menem, cuando se quebró la relación la provincia de Buenos Aires, empezaron a tener serios problemas.

Como resultado de todas estas incomodidades que quedaron de este armado electoral está la candidatura de Juan Grabois. Cuando Scioli se quiso presentar, desde el kirchnerismo y sobre todo desde La Cámpora, le dijeron “te buscas vos todos los candidatos, no cuentes con nosotros”.

A Grabois y a Paula Abal Medina les dijeron algo diferente: “Si ustedes se presentan, pueden compartir listas con nosotros”. Habrá que ver cómo le cae a Massa esto. Es evidente que hay una apuesta de La Cámpora a retener algo de identidad por la vía de Grabois, sabiendo que Massa puede ser un candidato muy poco aceptable para los sectores más ideologizados de la propia formación. De todos modos, después del serrucho que le aplicó a “Wado” de Pedro, Massa no puede reclamar demasiada lealtad.

Desafíos, todos estos, para Juntos por el Cambio. Porque frente a Juntos por el Cambio ahora hay un candidato que entiende de temas electorales, que sabe cómo manejar una campaña. No hay que esperar que Massa cometa demasiados errores. Habrá que ver cómo le responden a Massa los que tiene detrás. Los verdaderos problemas de Massa estarán a su espalda. Y el primer problema se llama Alberto Fernández. Para Larreta, si miramos JxC, Massa es un problema. La estrategia general del jefe de Gobierno es buscar, inclusive arriesgando votos duros del Pro, sufragios en el centro de la escena política, votos peronistas que nunca tuvieron afinidad con el kirchnerismo. Por ejemplo, los votos que se pronunciaron a favor de Martín Llaryora en Córdoba, o el viejo voto massista, al que Massa también aspira.

Ahora bien: supongamos que Patricia Bullrich gana la interna con Larreta. ¿Cómo haría para girar de las posiciones muy ortodoxas que tiene hoy en favor del orden, del ajuste, de no bajar un cambio, frente a un candidato de centro que le dice al electorado que ella es una señora que viene a quitar el trabajo? Hay otra cuestión, con todos los ruidos que se verán a lo largo de las semanas, y es que el oficialismo presenta un frente unificado, mientras tanto, del otro lado hay una interna. ¿Qué nivel de conflictividad va a traer esa interna? ¿Quién cuida el conjunto de Juntos por el Cambio dentro de este marco de conflicto? ¿Quién preserva que la agresividad sea tal que el que votó al que perdió no termine votando en otro lado porque su propio candidato estigmatizó al otro candidato que ganó en el propio grupo? Este es otro problema que hay hoy en Juntos por el Cambio: ¿cómo el que gana retiene al votante del que perdió?

Por supuesto hay una ventaja para la oposición, que es la situación económica. Veremos cómo hace Massa. El lunes se lo veía envuelto en humo, con una multitud en Lomas de Zamora, y daba para imaginar a Georgieva mirando ese acto de Massa en Lomas de Zamora. Georgieva pensando: “Esa persona es la que viene a negociar conmigo y la que me va a prometer durante su campaña que hará ajustes”. ¿Podrá ser eso? ¿Cómo combina? Massa, ¿qué nos va a mostrar? Que inaugura obras públicas. Está esperando el gasoducto que estará a punto de llamarse Sergio Massa, no Néstor Kirchner. Nos va a querer mostrar que él es un ministro de Obras Públicas, que no tiene nada que ver con el 140% de inflación anualizada que hay hoy en la Argentina.

Todos estos datos pueden ser ventajas para Juntos por el Cambio.

Pero, cuidado. Si uno está mirando la historia electoral de la Argentina de este año y mira Córdoba, el gran dato es la abstención, la gente que le quita el cuerpo al sistema. Es un mensaje para los gobiernos pero es un mensaje, sobre todo, para la oposición. Quiere decir que el deterioro del Gobierno no garantiza el triunfo opositor. Mucha gente disconforme con las prestaciones de los gobiernos, en vez de votar una alternativa, está dejando de ir a votar. Es un mensaje muy importante para Juntos por el Cambio, que ahora se encuentra frente a sí con un hombre audaz dispuesto a todo que, como sabemos, se llama Sergio Massa.

Carlos Pagni