Unas 200 editoriales pequeñas y medianas se dieron cita en el porteño Parque de la Estación donde hasta el domingo se hará la 10° edición del evento.
La Feria de Editores volvió a las calles, con una muy buena respuesta del público
Cómics, libros álbum, crónica, novela, poesía, cuentos. La propuesta literaria de la FED conserva el espíritu heterogéneo, el gusto por la bibliodiversidad y los debates literarios que a la añorada presencialidad suman el vestigio digital de la pandemia: algunas charlas transcurren en el anfiteatro del parque, otras en la red.
Lo mismo con las compras a precios accesibles, con descuentos y beneficios como 2×1: algunas ocurren en las mesas de la feria, muy visitadas en su apertura, otras a través de la versión digital de la librería Céspedes, que con un gasto superior a los 2500 pesos envía el paquete sin cargo a cualquier parte del país.
El movimiento de este retorno a las calles de la FED se completa con la «colecta de sangre» que organizan en el mismo parque esa librería, la Fundación Hemocentro de Buenos Aires y el bar Roma Bar, que recompensa con un refrigerio a los donantes: «En Argentina dona el 1,5% de las personas que pueden hacerlo. Si lo hiciera el 8% no serían necesarias las campañas urgentes de reposición», advierten.
La alegría por este regreso se hace evidente entre visitantes y anfitriones que, como Alejandro Winograd, de ediciones Winograd, buscan reponerse de la distancia del aislamiento. «Queremos recuperar el contacto con los lectores -dice a Télam el editor-. Durante la pandemia, editores, libreros y lectores nos acompañamos, ayudamos y salvamos mucho pero a la distancia, por eso no nos interesa promover un libro en particular sino este encuentro, el intercambio».
De todos modos, los libros de ese sello se promocionan solos. La delicadeza visual de sus producciones, como el «Islario fantástico argentino», hijo de la icónica revista Siwa, la singularidad de sus temáticas, como «Malvinas, crónicas de cinco siglos», y la riqueza de sus autores, Sara Gallardo entre otros, hablan, e impactan sobre la mesa del stand, por sí mismos.
La ciencia ficción y el horror son otra posibilidad, que incluso en su versión poesía llegó a la feria, de la mano del certamen que hace un año, en plena pandemia, promovió Mariana Enríquez como responsable del área de literatura del Fondo Nacional de las Artes, poniendo a ese género en el centro.
Están «Siamesas», poemario de la ganadora de ese concurso, María Belén Aguirre, y «El fin de la era farmacopornográfica», una ciencia ficción utópica feminista de Paula Irupé Salmoiraghi. «El desafío hoy de la Ci-fi es ofrecer utopía, distopía encontramos hasta en los noticieros», dice a Télam Laura Ponce, responsable de Ayarmanot, el sello que las publica.
Ayarmanot, nombre de un volcán del Pacífico que significa ‘uno que suena’, «es la primera vez que asiste a esta feria y, en esa decisión, el concurso del Fondo Nacional fue muy importante», dice Ponce, a quien la impresionó «la potencia de la poesía en lo fantástico» y por eso sumó amplió el perfil editorial, centrado en autores contemporáneos como Cristian Romero, un Bogotá39 de 2018, y traducciones rioplatenses de obras de grandes autores, como «Buscando a Jake», de China Mieville.
La editorial Muerde-muertos viene con terror local de gran calidad. De escritores de culto como Alberto Laiseca trae «Beber en rojo» y «Manual sadomasoporno», más una versión ilusoria de su icónica novela «Los sorias»: un libro ilustrado hasta por la hija del escritor, Liliana Laiseca, además de autoras como Fernanda García Lao o Selva Almada, donde cada dibujo representa uno de los 165 capítulos de esa extensísima saga fantástica.
La entrerriana Selva Almada es precisamente una de las fundadoras de la librería Salvaje Federal, propuesta que intenta ganar terreno a los salvajes unitarios del mercado editorial, y que lleva a la FED rescates y nombres nuevos de escritores de 15 editoriales argentinas y de todas las provincias.
«Gran parte del fondo editorial de esta librería -que tiene su versión online https://www.salvajefederal.com– es de las provincias. Trajimos 15 de las cerca de 100 editoriales que la componen con la idea de representar a todo el país», cuenta Almada sobre el proyecto nacido en 2020 para allanar un camino ida y vuelta capital-provincias y viceversa poco transitado por el mercado editorial y librero.
Entre otras joyas, la librería trae publicaciones del sello riojano Lampalagua, como «Tres golpes», de Daniel Moyano. De la editorial rosarina Iván Rosado rescata obra de Beatriz Vignoli, como «Árbol solo».
Ese federalismo alcanzó la primera entrega del Premio a la Librería del Año, pensado para distinguir el trabajo cultural y de intercambio comunitario que realizan las librerías argentinas pequeñas o independientes, más allá de la venta propia de libros, y que se llevaron los jóvenes creadores de «El gran pez», de Mar del Plata.
La proposición para primeros lectores es potente y variada también, desde Lecturita ediciones, sello surgido de un club de lectura por Twitter, hasta el peculiar y cuidadísimo Niño editor que en esta edición rescata los libros que el artista plástico italiano Bruno Munari hizo para su hijo en 1945, combinando exploración y juego, replicando tal cual la edición de ese año -el mismo papel, los mismos calados- y traducido por primera vez al español.
Otro rescate de este sello es el bellísimo libro «Amor», hecho por otro italiano, Vanni, en 1954 y publicado recién 10 años después, también traducidos por ellos por primera vez al castellano.
Pablo Curti, editor del sello creado en 2017, cuenta que «si bien fue importante hacer la feria virtual en 2020, en plena pandemia, y seguir haciendo ‘a pesar de’. Y aunque esa experiencia haya traído un formato híbrido muy interesante que amplió el público y probablemente haya llegado para quedarse, nada suplanta el contacto y las charlas características de la FED».
Iamiqué apunta un poco más alto en la edad lectora con propuestas filosóficas y científicas divertidas y disruptivas como «De familia en familia» o «Qué bestias» y hay un sector claramente juvenil de lecturas, con apuestas como «La escuelita», de Alicia Partnoy, «libro que reúne su experiencia, literaturizada, como detenida desaparecida de ese centro de detención de Bahía Blanca», cuenta la editora de La Bohemia, Valeria Sorín.
Este libro, publicado por Partnóy en 1986 en Estados Unidos en inglés y recién publicado en Argentina en 2006 -20 años más tarde-, que funcionó como testimonio y prueba en los juicios por la verdad, y que en su última edición suma un croquis de ese campo de detención ilegal hecho por su autora y un prólogo de Osvaldo Bayer, «es el libro que debería estar en todos los secundarios», dice Sorín.
«Cuando pensamos cómo se hace para pasar la memoria, esta es la respuesta -indica-. Funciona como ‘El diario de Ana Frank’, pero referido a la historia reciente argentina, que en sus escuelas ya tiene maestros nacidos y criados en democracia».
La Feria de Editores podrá visitarse este sábado y el domingo, de 14 a 20, en el Parque de la Estación, ubicado en Perón y Gallo, CABA.