Dicho perfil requiere algunas condiciones básicas que el excomentarista televisivo satisface: apariencia disruptiva respecto del pasado reciente; discurso agresivo y contundente dispuesto al «cambio»; anti sistema y anti política; enemigo del que coarta la «libertad», o sea el Estado; decisión de aliarse con el poderoso y prepotente del norte, aunque en declive; alabar el emprendedurismo individual devaluando todo lo colectivo; atacar obsesionadamente las experiencias socialistas; ir contra toda posibilidad de unidad regional; insultar a presidentes de países hermanos, entrega los recursos naturales y pone al país al servicio de las necesidades del globalismo guerrerista depredador; aliarse con gobiernos neofascistas que sistemáticamente vienen actuando en contra de sus propios pueblos como Ucrania e Israel y que a su vez votan reiteradamente contra la descolonización de Malvinas en la ONU; cumplir con creces el pago de intereses al FMI a costa del hambre del pueblo;  agredir a los dos principales socios comerciales; alejarse de China; abrir las puertas del país al ejército estadounidense y renunciar a ingresar a los BRICS; boicotear las empresas públicas para privatizarlas; asfixiar las pymes y frenar el desarrollo científico (CAREN 25 y RA-10).

El imperio festeja. Mayor obsecuente no se consigue en el «mercado».

Este perfil se reproduce con matices en otros escenarios, varían ya sean estos países periféricos como Argentina, Ucrania y Perú (Milei, Volodímir Zelenski y Dina Boluarte), semi periféricos como Brasil (Jair Bolsonaro) o desarrollados como EE UU (Donald Trump).


Si la experiencia que protagonizan los BRICS fracasa, el retroceso podría contarse no por años sino por siglos.


Por supuesto que estos nefastos especímenes sólo pudieron llegar a esas instancias a favor de la complicidad de los medios concentrados de comunicación que hicieron una labor fantástica en modificar el sentido común de la población, un poder judicial cooptado, vaciamiento de las instituciones y gobiernos de corte socialdemócrata y timorato que desilusionaron a sus electores.

Por otro lado, el surgimiento de estos «outsider» no es nuevo. Recordemos que en la década del ’30, del siglo XX, cuando el capitalismo se vio amenazado por la expansión de la experiencia soviética sacó de la manga a un oscuro cabo y lo encumbró como salvador del pueblo alemán, financiando el ejército más poderoso de la hora.

La anglo esfera occidental prohíja el surgimiento de estos «innovadores» ya que se encuentra  ante una grave crisis existencial. Derrotada en el plano militar convencional en Europa del Este, sin salida en el genocidio palestino, con graves problemas y conflictos internos en el país líder, sin ninguna zanahoria que ofrecer a las clases dominantes locales de la periferia y semi periferia, con una Rusia que soñaban balcanizada, más fortalecida que antes del inicio de la guerra en 2014, con un Irán que inteligentemente no entra en las trampas y provocaciones que le tiende Israel, una India que si bien mantiene su política pendular se convirtió en un sostén de la economía rusa, África rebelándose al neocolonialismo. Con una rebelde Abya Yala, aun en un intento de reedición de la doctrina Monroe, y una China que no deja de darles dolores de cabeza con su imparable desarrollo en el plano económico, social, tecnológico y sus propuestas cooperativas globales.

Todo constituye un abanico tormentoso para las aspiraciones hegemónicas del unipolarismo.

Ante este panorama el poder anglosajón decidió vulnerar todo vestigio de democracia, pactos y convenciones preexistentes llevando al mundo al borde de una guerra nuclear, que, si por otro lado todavía no se materializó es por la sabiduría, responsabilidad y paciencia de los líderes del BRICS Plus.

Se presenta un escenario donde, parecería, los pueblos no tienen mucho para hacer. Sin embargo, conocer y reconocer el problema que enfrentamos es el primer paso para lograr su solución con la acción. Saber qué nos pasa y por qué nos pasa es obligación de todas y todos frente al riesgo que corremos.

En este sentido hay que ser preciso, si la experiencia que protagonizan los principales países BRICS Plus y otros emergentes, por alguna razón fracasara, el retroceso, que en el mejor de los casos sufriría la humanidad, sería contado no por años sino por siglos y tal vez la población mundial se reduciría a niveles nunca visto.

De esta manera, hoy más que nunca es necesario enfrentar estas políticas de depredación y maltusianismo social, que son globales, no solo argentinas, con la mayor vocación solidaria posible, reactualizando categorías y creando nuevos métodos de acción para retomar la iniciativa política, dejando de lado diferencias menores, articulando voluntades para elaborar estrategias comunes, poder parar el genocidio social y recrear una alternativa esperanzadora.

Por: Rubén Darío Guzzetti