SOLO HABRÁ VICTORIA SI LO HACEMOS CON EL PUEBLO. Por Mariano Pinedo*


La derrota electoral de Unión por la Patria a manos de La Libertad Avanza, novel espacio que propició la candidatura a presidente del economista libertario Javier Milei, abre un escenario político con grandes desafíos para el campo nacional y durísimos problemas que ya empiezan a advertirse a partir de las políticas de ajuste para los sectores trabajadores y productivos de la Argentina.

En primer lugar, el peronismo que fue derrotado a nivel nacional, luego de cuatro años de un gobierno que no estuvo ni de cerca a la altura de la expectativa  generada cuando hubo que ganarle a Macri en 2019, debe retomar una agenda que despierte la esperanza de un pueblo que está sufriendo una dura realidad económica, lo cual seguramente se profundizará a partir de lo que se presenta como una nueva etapa de ajuste, expolio y saqueo de las riquezas nacionales, destrucción del aparato productivo industrial, caída del empleo y transferencia de recursos a manos de unos pocos sectores más bien vinculados con los intereses financieros.

Si bien es cierto que el aspecto económico de la crisis es lo que más se visualiza entre los temas que preocupan y ocupan al pueblo trabajador y los sectores medios, no deja de ser de una enorme gravedad social que ese pueblo también atraviesa dificultades -algunas derivadas de lo económico, pero no exclusivamente por esa causa- que tienen que ver con el drama de no acceder a la vivienda, el hacinamiento, la mala alimentación, el sedentarismo, la violencia hacia las mujeres, las adicciones u otros males que hacen a la salud mental y social de nuestro pueblo. El corolario es una sociedad complejamente rota, aislada, desintegrada, dolida, sin respuestas para impulsar verdaderas transformaciones que tengan al pueblo como protagonista verdadero de su propio destino.

Por otra parte, las decisiones económicas, políticas y legislativas que ya comenzó a tomar con velocidad el gobierno de Milei, enuncian un proceso de extremo riesgo para la soberanía nacional, que van desde la entrega lisa y llana a fondos trasnacionales de la explotación de recursos naturales estratégicos de los argentinos, hasta la privatización de todo un paquete de empresas, organismos y servicios que el Presidente Milei y sus mandantes extranjeros quieren ceder a intereses que nada tienen que ver con una visión nacional del desarrollo. Ello sin perjuicio de la derogación del régimen legal que limita la extranjerización de la tierra argentina, motivo por el cual incluso se encuentra en juego la desintegración territorial de la Argentina tal como la conocemos, o la renuncia a la presencia del Estado Argentino en la plataforma marítima atlántica, con impacto directo en nuestra bandera histórica respecto de la soberanía sobre Malvinas, Islas del Atlántico Sur y continente antártico.

El movimiento nacional ha renunciado, de un tiempo a esta parte, a la construcción de un poder suficiente para desarrollar un verdadero proyecto nacional: una agenda potente, transformadora, encarnada cultural y materialmente en la realidad de nuestras comunidades, con protagonismo concreto del pueblo trabajador. Sin proyecto de poder real, sobre la base de un rumbo soberano que defina un camino a transitar por todos los sectores y actores de la vida cotidiana -empresarios, trabajadores, científicos, universitarios-, no hay posibilidad de imaginar una reconstrucción de la relación del peronismo con su pueblo. Las indefiniciones, los acomodamientos pragmáticos, los seguidismos de las agendas de minorías, acompañados de luchas entre dirigentes por ocupar cargos en el Estado y manejar presupuestos como única estrategia de poder, no forman parte de un posible reencuentro con nuestro pueblo. La señal en ese sentido debe ser contundente.

La natural decepción que sufrirán los argentinos y argentinas cuando vivan la obvia consecuencia de lo que siempre fueron las políticas liberales, no puede enfrentarse a un vacío de poder por inacción en el campo nacional. No hay más lugar para los círculos cerrados que, en nombre del peronismo, definen las decisiones políticas en función de sus propios intereses de grupo o personales. O es el movimiento en su conjunto, con organización, propuesta de gobierno, proyecto de Nación, o no es nada. Movimiento significa apertura, mirada de conjunto, protagonismo popular. Significa interpretar los procesos que vive el pueblo, no las estrategias de supervivencia de ciertas cúpulas o figuras que cultivan la propia imagen. La reorganización de una fuerza política que sea alternativa al proyecto liberal libertario de Milei, implicará necesariamente abocarse por una parte a tratar de evitar el avance de reformas que hagan más doloroso el sufrimiento presente y futuro de los argentinos y, por la otra, a definir con claridad los ejes centrales de un proyecto nacional que se identifique con los objetivos que tenemos como pueblo en busca de realización y felicidad y, como Nación, en procura de grandeza y ejercicio irrestricto de la soberanía en la toma de decisiones respecto de nuestro patrimonio, tanto material como cultural. El futuro de la Argentina depende de la conciencia que el peronismo tenga de su propia responsabilidad.

En este sentido, se advierte como absolutamente trascendente el rol de las provincias gobernadas por el peronismo. El movimiento peronista, desde su propio origen, incluye el compromiso de realizar el federalismo desde su base esencial, que es el ejercicio cultural y político del poder popular en los territorios de nuestras provincias, fundadoras de la Nación Argentina. Sin ninguna duda, como bonaerenses, sin que importe menoscabo de nadie, creemos que la provincia de Buenos Aires puede ejercer en este sentido un liderazgo determinante.

El gobernador Axel Kiciloff, recientemente reelecto por una amplia mayoría que avaló su gestión de gobierno, ha dicho en reiteradas ocasiones que cuando la Provincia de Buenos Aires encarnó un proyecto sustentado en su propia identidad histórica, cultural y política, asumiendo el destino de defensa de la soberanía nacional, de un modelo industrial y de trabajo, la Nación Argentina pudo enfrentar con mayor potencia a los embates permanentes del modelo de entrega de los poderes financieros trasnacionales, apoyado desde adentro por la línea centralista y portuaria que a lo largo de la historia ha tenido carnadura en personeros diversos, como ahora lo son Milei, Macri, Bullrich, Caputo y Sturzenegger. Creemos firmemente en ese postulado. Los bonaerenses debemos asumir la responsabilidad de acompañar todo tipo de iniciativa que, con la visión que expresa el gobernador Kiciloff, consolide una construcción política fuerte, en base a la identidad de nuestros pueblos, ciudades y comunidades. Desde ese formato de organización, con la necesaria apertura a la conversación permanente con los sectores del trabajo, de la producción y de una ciencia y tecnología orientada al desarrollo nacional, es que creemos que es preciso aportar para una Argentina federal y soberana.

El movimiento nacional atraviesa una doble crisis que excede y precede a la derrota electoral de 2023. Una crisis de método y una crisis de rumbo. El peronismo solo podrá volver a ser alternativa si recupera, en su accionar cotidiano, su principal virtud: ver, apreciar, decidir y actuar desde la perspectiva popular, en el seno de las organizaciones del pueblo. Encapsular la mirada en sus cúpulas solo va a profundizar el encierro y la distancia con el pueblo. La principal traba está en el método desde donde se parte; verse encerrado por prisma de ideologías preconcebidas que no le permiten primero, como decía el general Perón, la sensibilidad para ver. La REALIDAD del pueblo, sintiéndola desde el pueblo y actuando con el pueblo en sus orgánicas naturales, es el punto de partida metodológico que presupone cualquier decisión y acción transformadora. La potencia del peronismo no está en los iluminados que pretenden ser vanguardia, sino en ser un movimiento inserto en su pueblo. Terminar con esa visión desde arriba, paternalista, en la cual la única acción que se percibe como válida es la de una elite de funcionarios que manejan el resorte burocrático del Estado. Solo a ellos está reservado pensar, juntarse y decidir. Muy por el contrario, creemos que si no es con el concurso organizado del pueblo, conducido y convencido pero esencialmente libre, sin imposiciones ni condicionamientos, el camino profundizaría la debilidad y la derrota. No solo electoralmente sino en cuanto a la capacidad de tener iniciativa y transformar hacia el futuro, más que aspirar solo a conservar viejas glorias (por otra parte sin éxito).

Definir junto al pueblo organizado, que tenga ámbitos institucionales para expresarse, un camino, un proyecto, un conjunto de postulados que identifiquen y aglutinen las fuerzas del sentir y pensar nacional, es también parte esencial de la reconstrucción. No se trata de unificar organizaciones, referentes o tribus para un frente electoral. Se trata de poner en marcha un destino que involucre asegurar a nuestro pueblo un techo, cuatro comidas diarias, un sistema educativo liberador y orientado a la realización personal y comunitaria, un modelo productivo que permita a todos y cada uno la posibilidad de aportar con nuestro trabajo justamente remunerado, ámbitos de encuentro y esparcimiento, ciudades dignas con todos los servicios y acceso a los beneficios de la tecnología.

No es posible hacer peronismo con métodos liberales. Renovar la agenda de justicia social, de soberanía política y de independencia económica es un camino que solo puede concretarse con un pueblo protagonista, libre y organizado.

*Mariano Pinedo. Abogado. Ex Diputado de la Provincia de Buenos Aires.