Efecto Carlos Melconian: la campaña de los economistas


El crédito de Bullrich sale a la cancha con su credo de la economía bimonetaria. Milei es dolarización y Massa, rescate del peso. Dos monedas, ¿tres modelos?

¿Y Bullrich? ¿Cuál es su lugar en el mundo entre la dolarización de Milei y la vocación pesificadora de Massa?

La respuesta, un aparente justo medio, lleva el título de «economía bimonetaria».

Melco sale a la cancha

El economista hincha de Racing trabaja desde hace tiempo en el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL), perteneciente a la Fundación Mediterránea, en un programa económico que debía estar a disposición de cualquier candidatura que quisiera tomarlo. Incluso se entrevistó tiempo atrás con la hoy silente Cristina Fernández de Kirchner, pero de modo esperable, al final fue para Bullrich.

Hay que aclarar que el equipo que había acompañado a la jefa de los halcones desde el inicio de su aventura presidencial, comandado por Luciano Laspina hasta el aterrizaje de Melconian, la idea del bimonetarismo ya estaba planteada. Lo de este último parece un traje a medida para la presidenciable.

Detrás de la Mediterránea hay nombres pesados del Círculo Rojo como UrquíaRoccaPagani Mindlin, entre otros, que no quieren ser simples testigos de lo que viene. Nunca lo son y siempre moldean el futuro. Con algunos de esos jugadores, los grandes de esa época, el IERAL fue el vivero del plan de Domingo Cavallo, la convertibilidad de los años 90.

Con Melconian, Bullrich se hace con un alfil interesante, con pasado, claro –como casi todo el mundo–, pero sin dudas conocedor. Intelectual orgánico del Círculo Rojo por excelencia, es un excelente polemista y comunicador del sentido común de una ortodoxia no siempre inflexible, lo que se expresa en apelaciones a las personas de carne y hueso que lo escuchan, alguna palabra subida de tono para cortar con el ruido blanco del discurso técnico y la indiscutible reivindicación de «la tabla del dos». Hay verdades como el equilibrio fiscal, dice con razón, que no deberían discutirse. Lo que tampoco discute es cuál es la ecuación social –el reparto de cargas– que hacen posible la aplicación de la matemática.

La ideología, bah.

¡Peligro: eslogan!

Milei, entonces, es dolarizaciónBullrich-Melconian son economía bimonetaria Massa, rescate del peso, una moneda que, si estuviera sana, sería el refugio de quienes viven de su trabajo y de quienes son más pobres. Así planteado, el debate presuntamente profundo amenaza con caer en la mímica del eslogan.

El primero de los mencionados ya probó la efectividad del suyo y la segunda va por su propia comprobación, instalándose justo en el medio de la disputa monetaria. En el otro rincón, Massa, deberá esforzarse mucho para argumentar cómo haría en tanto presidente para lograr lo que no pudo como ministro, esto es el rescate de una moneda devastada por la dirigencia política y empresarial, una que hoy nadie prefiere.

En una campaña, hacerse entender con oraciones unimembres –»dolarización», «bimonetarismo»– es mucho más sencillo que apelar al sujeto, el verbo y el predicado plagado de subordinadas.

En este debate, Massa la va a tener difícil.

¿Cómo? ¿Para qué?

Como se sabe, las condiciones para aplicar la dolarización libertaria son motivo de fuerte discusión entre especialistas, muchos de los cuales advierten que, a falta de billetes verdes en el Central, solo sería posible en un marco de confiscación de depósitos bancarios –un «plan Bonex»– o de hiperinflación que termine de disolver el peso, facilitando que la base monetaria pueda ser canjeada con mayor facilidad por los pocos billetes verdes disponibles. La paridad de ingreso, para diferentes economistas, podría oscilar entre los 2.000 y hasta los 10.000 pesos. Un seguro de miseria general.

El debate es tal que Milei y su gente pasaron de prometer una dolarización instantánea a hablar de un plazo de aplicación de entre nueve meses y un año. El teorema de Baglini aprieta y el minarquista, que siente que está transformando la rabia en una esperanza caprichosa, le teme al fantasma del veloz desencanto social.

En ese plano, la economía bimonetaria luce más atractiva por evitar aquellos reparos.

El plan viene con tanta motosierra como el de Milei: déficit cero inmediato, a la derecha del FMI que exige bajar el rojo presupuestario a 0,9% del PBI el año próximo. El cálculo del Excel se hace solo, pero el político, esto es cómo lidiar con la reacción social ante un ajuste que sería tre-men-do, de al menos tres puntos porcentuales del producto en un solo año… eso te lo debo. Aunque, pensándolo bien, para eso estarían Bullrich y su mano dura.

Junto con eso, autonomía funcional del Banco Central –no independencia, porque la autoridad monetaria debería coordinar su política de tasas con Melconian– y financiamiento cero de aquel al Tesoro. La «bola de las Leliq», explican, no es más que déficit fiscal acumulado, por lo que su solución nace en el ajuste proyectado.

En lo estrictamente monetario, el plan implicaría una reforma del Código Civil para permitir que los contratos se celebren tanto en pesos como dólares. En este punto empiezan los problemas.

¿Quién, en su sano juicio, elegiría celebrar un contrato que implique una acreencia en pesos en lugar de hacerlo en dólares? Por caso, quien entregue una vivienda en alquiler querrá pactar el pago en la divisa estadounidense, mientras que quien vaya a habitarla, que cobrará sin dudas su salario en pesos, preferirá hacerlo en la moneda nacional. Adiviná cuál sería el resultado de esa puja…

Todo agente económico con capacidad de fijar condiciones dolarizará sus ingresos y pesificará sus gastos, mientras que todo aquel que solo pueda allanarse a reglas que no escribe, viviría en una economía de segunda calidad.

¿Eso sería inexorable? No si Melconian y su gente están en lo correcto y el peso se fortalece gracias a la estabilidad creciente y al aumento de la confianza –esa variable que le hace tapar todos los baches al pensamiento liberal–. Según ellos, la posibilidad de que el dólar circule legalmente junto al peso –un simple blanqueo y ampliación de la realidad– haría que salgan de los colchones y las cajas de seguridad divisas estadounidenses que hoy están fuera del sistema, lo que aumentaría su oferta y reduciría su paridad en relación al peso. Ver para creer. Otra posibilidad es que el peso se generalice como medio de pago a los sectores más débiles y que su depreciación continúe hasta derivar en el predominio de la moneda verdaderamente fuerte de ese ecosistema bifronte.

En esta última hipótesis, la economía bimonetaria sería otro camino, solo que algo más largo, hacia la dolarización, esa cristalización de las jerarquías sociales, ese cepo a las posibilidades de desarrollo de un país del tamaño de la Argentina y ese seguro eterno de indefensión ante cualquier shock externo, capaz de provocarle al país una neumonía cada vez que Estados Unidos estornude.