Las responsabilidades de conducción no se heredan ni se delegan. Endilgarle a Alberto ese nuevo baldón era innecesario, y no explica nada; es apenas un pobre subterfugio. La candidatura de Massa es resultado del proceso de decadencia y corrupción de los mandos políticos en todo el campo popular; lo avalan sucesivas claudicaciones y derrotas que vienen de lejos pero se agudizaron en los últimos años del kirchnerismo. No se trata ni por asomo de una consecuencia del capricho presidencial por sostener las PASO a que aludió la vicepresidenta de la Nación y líder del peronismo argumentando algo así como que se le escapó la tortuga. No es Alberto el culpable del encumbramiento del candidato de Stanley. Cristina lo venía anunciando desde la bendición con que celebró el romance de Máximo con Sergio. Y sofocó cualquier apertura del juego a las bases del movimiento que pudiera abrir instancias superadoras. Cristina demostró una vez más no querer reconocer su compromiso en la incapacidad del peronismo para generar una conducción responsable. Es ante esa ausencia que el imperio ocupa el lugar de dirección.