Argentina. Proscribir la construcción. Por Fernando Esteche*

Ante el convite vamos a escribir en primera persona y estaremos consumando un hecho de rebelión intelectual; proscriptos hablando sobre proscriptos y proscripciones, y esto, en un medio de circulación nacional.  .

Si de algo conocemos los argentinos es de proscripciones. Marcas físicas y simbólicas evidencian el tránsito de aquellos acallados, ninguneados, perseguidos, encerrados o aislados por los dispositivos de producción de proscripción.

Hablamos de Proscripción porque hace falta una categoría que enuncie y denuncie las operaciones de construcción del Orden y su reproducción y no sólo señale el lugar que ocupa tal o cual sector en el mapa social, sino que señale que la exclusión, o la subalternidad, o la desafiliación, son producidas de manera permanente en tanto se produce el Orden.

“Orgullo” es usualmente la palabra con que se embanderan quienes pueden desembarazarse de los grilletes políticos y culturales de la proscripción, y salen a la arena de la cotidianidad a disputar y reivindicar sus formas organizacionales, sus miradas, sus placeres, a denunciar sus dolores.

Proscribir es negar, invisibilizar, silenciar, ocultar, borrar, prohibir. Podríamos derrochar cantidad impensable de verbos que definen la idea de la proscripción. El decreto 4161 de 1956 que pretenciosamente “prohíbe” al peronismo, que era más ó menos como decir “está prohibido ser popular”. Proscribir es una operación de construcción de Orden y Normalidad (visiten a Foucault, Bauman, Waquant, etc). Es la operación por excelencia de producción de “civilización”.

Quien proscribe es el Poder. Eventualmente podemos pensar que proscribe el Estado porque detenta el monopolio del aparato jurídico legal punitivo y policial; también la estructura de producción civilizatoria para-estatal que produce y re-produce sentidos, sean medios de comunicación o distintos aparatos ideológicos.

La civilización es una ficción, proclama hierático Rodolfo Kusch, producto de una operación de coacción y coerción, una mentira sostenida con violencia, una violencia naturalizada por omnipresente. Los desechos humanos de esa producción civilizatoria, los que quedan afuera, los no homologados, las figuras del desorden; serán los bárbaros, los violentos, y por tanto los proscriptos.

De lo que se trata cuando se proscribe es de una impugnación a la cultura revolucionaria. Es una operación para restaurar el equilibrio amenazado, la acusación de violencia recae sobre quienes con sus prácticas señalan la violencia naturalizada, a través de otra no aceptada. Aquí se fundará la Teoría de los dos demonios sobre cualquier contradicción que exprese la construcción de Orden.

La lucha y la historia de esa lucha de los proscriptos en su resistencia contra la consolidación de un Orden injusto, es la historia de derrotas y victorias, de luchas con desigual efectividad. Es la historia de la lucha de la barbarie contra la civilización, de la igualdad contra el cinismo. De la chusma contra la gente decente. Del afuera contra el adentro.

El “adentro” se define a partir de la definición del “afuera”, de los excluidos, se nutre de operaciones de proscripción, producción de orden, de subalternidad, de obediencia y dominación.

Milagro Sala es hoy el paradigma de los proscriptos. Está prisionera de un gobernador feroz y es cautiva de la desidia y la cobardía cínica del sistema político que la abraza en solicitadas y, eventualmente, en declaraciones, pero nada hace para rescatarla de aquel oprobio. Eso es proscripción. Así funciona, así la producen aún quienes la deploran teóricamente.

Milagro, se ha dicho una y otra vez, tiene múltiples condiciones de subalternidad, su condición de mujer, de originaria, de lideresa de los malditos, de peronista consecuente en una provincia de gobernantes radicales; esas son las condiciones porque la tienen presa y cautiva de la gente decente.

La gente decente ha sido desde siempre despiadada. Como recomendaba Sarmiento, no economizaron ni economizarán sangre de gauchos. Las gentes decentes, pretenden instaurar “la aristocracia del dinero” como les escupió en la cara Dorrego cuando les dijo que Democracia era darles voto y respeto a los hombres del Pueblo, los asalariados, la chusma…y respeto es dignidad, y dignidad es trabajo…Lo fusilaron. El cadáver de Evita profanado, la Plaza de Mayo bombardeada, fueron fusilados generales patriotas, fusilaron trabajadores, docentes y desocupados. Fusilan. Desaparecen. Encarcelan. Proscriben.

Los que se enseñorean en el poder, la gente decente de hoy, desde su victoria no tiene más destino posible que su derrota. Como Ellos saben eso, no han ahorrado ni “sangre de gauchos” ni mentiras o difamaciones para despedazar a quienes los amenazan. Creo que Vasallo advierte que la derrota es sólo un dato histórico no una certeza de equívoco teleológico.

Ellos, en tanto, seguirán siendo los que cuentan el pasado según su conveniencia; relatan el presente según sus intereses; y auguran el futuro de acuerdo con sus planes. Orwell resultó un fatídico profeta de la dominación “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.

De nuevo con Kusch decimos que la única civilización posible es la que produce la barbarie, los proscriptos. La vida de apremios, de carencias, de estigmatizaciones que transitamos todos los días, con dirigentes mendaces, es la civilización. Las piletas de natación, la casa propia, el salario digno y el trabajo, eso es los que produjo insensata Milagro Sala en medio de un rincón feudal de nuestra Patria: la barbarie.

Notas:

*Dirigente político. Doctor en Comunicación Social (UNLP)
Profesor titular de Relaciones Internacionales (FPyCS – UNLP)
Profesor de Historia Contemporánea de América Latina (FPyCS – UNLP)

Fuente: contraeditorial.com