La mesa nacional de la alianza participará de una jornada de trabajo de referentes partidarios encargados de analizar las políticas sociales. Será el viernes en La Matanza y se convertirá en el primer gran encuentro después del veto a Milei y el pedido de Macri de diferenciarse de la UCR.
Después de tres semanas, el viernes volverá a juntarse la mesa nacional de Juntos por el Cambio. La dirigencia irá a La Matanza, donde se hará una reunión de trabajo con los referentes de los partidos nacionales vinculados a políticas sociales, uno de los nuevos temas protagónicos en la agenda opositora.
El viernes, entonces, habrá un ámbito de debate de políticas sociales a la que asistirá la mesa nacional pero no será exclusivamente de mesa nacional. Esta instancia es una más de las tantas creadas para debatir un proyecto de país. Otras son, por ejemplo, las vinculadas a narcotráfico o cambio climático. Con esta última excusa, Horacio Rodríguez Larreta se reunió el viernes con sus tres pares radicales, los gobernadores de Corrientes, Gustavo Valdés, de Jujuy, Gerardo Morales y de Mendoza, Rodolfo Suárez. Más allá de la charla, la foto de unidad marcó una clara distancia con la prédica de Mauricio Macri de diferenciarse de la UCR – aunque esta postura se centró en la actividad dentro del Congreso – y de no dejar que le marquen la cancha al PRO porque tienen perfiles diferentes en algunas cuestiones.
Larreta prefirió priorizar la unidad, que entiende es mucho más importante, al igual que los dirigentes radicales. Para el jefe de Gobierno, es central crear una base de consenso político para poder llegar a Casa Rosada sin perder sustento a los diez días. Por eso, está más concentrado en generar lazos que en provocar rupturas. Dentro de esa idea, hacer algo que no hizo Macri: convocar a distintos sectores que aporten aunque sea un 1% de volumen por fuera del propio para llegar a un 60% de apoyos, o 55%.
En ese combo opositor, la idea del «cambio» como prioridad se volvió un debate hacia adentro. «La fuerza del cambio» es un slogan impulsado por Patricia Bullrich frente al de «la transformación no para» de Larreta. Este concepto fue pensado acotado a la gestión de la CABA. Era porteño y quedó. Sin embargo, plantea una diferencia interna. El cambio implica sacar algo para poner otra cosa en su lugar mientras que la transformación busca tomar algo que existe para hacer algo nuevo o distinto con eso, dejando las cosas consideradas positivas.
Según el análisis, el «impulso renovador» que caracterizó al PRO es el que Juntos por el Cambio puede sepultar si «se encadena al barco que se hunde» en un momento de desprestigio de la clase política, con el «error no forzado, casi infantil» de lanzarle «dardos» al candidato que le da lugar a ese descontento y pide un cambio radical. «No solo expele a su electorado sino que potencia activamente el clivaje que más lo favorece: el del mesías heroico que lucha contra la casta perversa. Milei de un lado, del otro todos los demás. Mitad del padrón. Sin embargo, no lo queremos: despreciamos a sus votantes, no nos hacemos cargo de su agenda», sostiene Montero y cierra: «Milei no crece por lo que hacen o dicen los halcones; crece por lo que no dicen y no hacen las palomas. Y si no interpretan rápido el momento, va a seguir creciendo».
El factor Milei, entonces, está íntimamente vinculado al concepto del cambio, de la posibilidad de modificar absolutamente el orden establecido. Pero su protagonismo en la alianza, por ahora, generó opiniones encontradas. Quienes quieren interpretar el electorado al que le habla y quienes lo ven como un extremo al que no hay que incorporar. De hecho, el último comunicado de la mesa nacional no sólo lo calificó de «funcional al kirchnerismo» sino que estableció la necesidad del consenso ante cualquier incorporación.
MÁS INFO
El radicalismo y Rodríguez Larreta decidieron mostrarse en ese camino, el de todos «juntos». Justamente el mismo sector que decidió rechazar a Milei. Sobre la UCR Montero dice en su nota: «Fue la alianza con Macri lo que salvó a un radicalismo que languidecía sin pena ni gloria y que iba camino de realizar su sueño: reducirse a una fuerza meramente testimonial sin capacidad de disputar el poder. Ese radicalismo que coqueteaba con Binner y jugaba al peronismo bueno de modales europeos fue el compañero de viaje perfecto para el populismo. Ahora les molesta ser “furgón de cola”. Era eso o la extinción». Claramente, será un tema a resolver.
Por