La Libertad Avanza acelera el “mercado de pases” en Diputados para convertirse en la primera minoría y mostrar músculo político antes del tratamiento del Presupuesto 2026 y la reforma laboral. En paralelo, los gobernadores aprietan por fondos, el peronismo discute su propio sujeto social y la guerra de Milei con la AFA amenaza con salpicar la rosca parlamentaria.
por REDACCION DATA POLITICA Y ECONOMICA
El millonario del mercado de pases
El Gobierno se prepara para dar un golpe simbólico: que La Libertad Avanza (LLA) pase a ser el bloque más numeroso de la Cámara de Diputados. No se trata de una mayoría propia ni de un cambio sustancial en el sentido de las votaciones —los nuevos libertarios ya venían acompañando los proyectos oficiales—, pero sí de una foto que Milei necesita para reforzar su relato de “ola violeta” en el Congreso.
En los últimos días, LLA sumó a diputados del PRO cercanos a Patricia Bullrich y a radicales que blanquearon su salto desde la oposición hacia el oficialismo. A eso se suma el inminente arribo de nuevas bancas libertarias cuando algunas figuras del macrismo migren a legislaturas provinciales y sean reemplazadas por dirigentes más afines a la Casa Rosada. Con esos movimientos, el oficialismo queda a un puñado de escaños de Unión por la Patria, e incluso puede superarlo si se consolidan reagrupamientos similares a los del Senado.
En paralelo, varios gobernadores avanzan en un interbloque propio. Desde la Casa de Salta, mandatarios como Osvaldo Jaldo (Tucumán), Raúl Jalil (Catamarca), Rolando Figueroa (Neuquén) y el anfitrión Gustavo Sáenz impulsan un espacio de “provincialismos negociadores” que diluye aún más el peso del peronismo como paraguas nacional y refuerza la lógica de la rosca caso por caso.

Bloques no son mayorías
La ingeniería de bloques define sillas en comisiones y la foto política del recinto, pero el verdadero problema del Gobierno son las mayorías para dos leyes clave de las sesiones extraordinarias: el Presupuesto 2026 y la reforma laboral.
Para el Presupuesto, el ministro del Interior, Diego Santilli, asumió el rol de “componedor” que antes ocupaba Guillermo Francos: recorrer provincias, escuchar demandas y prometer lo que el Tesoro después difícilmente pueda cumplir. Los gobernadores llegan a esa mesa con números en rojo: las transferencias automáticas de la Nación a las provincias cayeron en términos reales, la coparticipación se resintió por el ajuste fiscal y la desaceleración de la actividad, y las cuentas locales quedaron al borde del desfinanciamiento.
La quita de subsidios energéticos agrava el cuadro: el aumento en las tarifas de luz y gas amenaza con trasladarse sin anestesia a las boletas de los usuarios. En muchas provincias, los mandatarios ya anticipan que se verán obligados a poner recursos propios para evitar estallidos en las facturas, con el consiguiente impacto sobre presupuestos que ya están al límite. El Presupuesto se discute así en clave macroeconómica, pero también como cuestión de supervivencia política para intendentes y gobernadores.

Consejo de Mayo, reforma laboral y las fisuras del peronismo
El otro campo de batalla es la reforma laboral, redactada más en los despachos cercanos a Federico Sturzenegger y Santiago Caputo que en el pomposo “Consejo de Mayo”, convertido en escenografía de diálogo antes que en un ámbito real de negociación.
El proyecto impulsa una flexibilización profunda: abaratamiento de despidos, nuevas modalidades de contratación con menos protección, y debilitamiento del poder de los convenios colectivos. Desde la CGT, Gerardo Martínez ya advirtió que no hay margen para “entregar derechos laborales básicos”, y los dirigentes sindicales dan por descontado un verano caliente si la Casa Rosada insiste en avanzar sin modificaciones.
Del lado del peronismo, la reacción fue un comunicado duro contra la reforma, acusando al Gobierno de “destruir el tejido productivo y el empleo formal”. Sin embargo, el texto abrió un flanco interno: distintas voces de la economía popular y corrientes como el Movimiento Evita señalaron que, a lo largo de varias páginas, el documento no menciona a los millones de trabajadores informales, monotributistas y cuentapropistas que hoy sostienen la vida cotidiana fuera del paraguas sindical tradicional.
La discusión es más profunda que una frase desafortunada: el peronismo sigue hablando en nombre del viejo proletariado industrial y del asalariado formal, mientras una parte creciente de la sociedad se mueve en la frontera difusa de los trabajos precarios, la changa y las plataformas. En ese territorio, Milei intenta construir un nuevo sujeto político que no se reconoce en las estructuras clásicas del movimiento obrero.

Guerra con la AFA y efecto colateral en la rosca
Mientras tanto, el Gobierno abrió otro frente de conflicto con fuerte impacto simbólico: la pelea con la AFA de Claudio “Chiqui” Tapia. La ofensiva oficial en favor de las Sociedades Anónimas Deportivas, frenada de momento por la justicia, y las críticas directas de Milei y su entorno al manejo del fútbol profesional derivaron en una escalada política.
Tapia, sin embargo, consiguió respaldo de peso: clubes grandes y chicos cerraron filas en su defensa, y la Conmebol y la FIFA lo ratificaron como interlocutor válido, dándole un espaldarazo que trasciende la interna doméstica. En ese marco chiqui Tapia logro un fuerte apoyo de la FIFA y de la COMEBOL al ubicarlo en un alto puesto directivo en el organismo central del futbol internacional. Milei tocado respondió con gestos de ruptura, suspendiendo su participación en el sorteo del mundial 2026.
El conflicto tiene derivadas en la rosca interna. El tesorero de AFA, Pablo Toviggino, es hombre clave del esquema de poder de Santiago del Estero y pieza de confianza del gobernador Gerardo Zamora, uno de los mandatarios con los que Santilli necesita acordar el Presupuesto. En la Casa Rosada descuentan que Zamora intentará separar la guerra Milei–Tapia de las negociaciones parlamentarias. En las provincias, sin embargo, todos saben que el fútbol también es territorio, obra pública, contratos y construcción de poder local.

Legislaturas en espejo: CABA y Buenos Aires
Las tensiones nacionales se reflejan en las Legislaturas de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires.
En La Plata, Axel Kicillof consiguió la aprobación del Presupuesto 2026 y de la ley impositiva, pero el pedido de endeudamiento en dólares quedó trabado por la disputa sobre cómo repartir un porcentaje de esos fondos entre los municipios. El Frente Renovador, La Cámpora y el sector del gobernador quedaron, otra vez, envueltos en una interna que se superpone con las negociaciones con la oposición. La imagen es la de un peronismo bonaerense que sigue siendo la principal base territorial del PJ, pero con dificultades para ordenar su propio tablero.
En la Legislatura porteña, Jorge Macri logró su Presupuesto después de una sesión maratónica en la que el bloque libertario exigió mayores exenciones impositivas que las previstas por el PRO. La escena expuso la fragilidad de la alianza Milei–Macri: lo que fue una sociedad electoral se convirtió, en la gestión, en competencia abierta por el liderazgo de la derecha y por la agenda económica en la Ciudad.

Un tablero ordenado hacia afuera, inestable por dentro
Lo que asoma detrás de este entramado de pases de bloque, caramelos simbólicos y peleas multiplicadas es un mapa de poder menos sólido de lo que sugiere la narrativa oficial. Milei puede exhibir un crecimiento numérico de La Libertad Avanza y una oposición fragmentada, pero sigue sin contar con mayorías estables propias y depende de gobernadores presionados por el ajuste, de aliados circunstanciales que negocian cada voto y de una economía que aún no muestra signos claros de recuperación.
En ese contexto, el verano político no será una estación de descanso, sino el momento en que se pondrá a prueba si el Gobierno logra transformar mayorías prestadas en gobernabilidad duradera o si el orden aparente del tablero es apenas una foto provisoria antes de nuevas sacudidas. Para Milei, para los gobernadores y para el peronismo, la verdadera disputa no será sólo por quién suma más bancas, sino por quién consigue ofrecer una salida a una sociedad que mira la rosca desde afuera, con el bolsillo flaco y la paciencia cada vez más limitada.
