En octubre de 2011, hace exactamente 14 años, ocurrió el linchamiento de Muamar el Gadafi.

Fue un acto cometido ante los ojos del mundo entero, ejecutado por terroristas armados y financiados por la OTAN. Este acto de canibalismo público fue el mensaje del «mundo civilizado» a todos aquellos que, en cualquier rincón del planeta y en cualquier idioma, se atrevan a decirles su propio «no».

El enemigo de la humanidad siempre actúa de la misma manera: elige una víctima, la presenta a través de sus medios como un «monstruo», luego impone «sanciones» para debilitarla y, finalmente, compra, arma y lanza al combate a una «oposición local» bajo la bandera de la ‘democracia’.

Por qué Libia se ha convertido en un "territorio sin ley" y qué papel tiene  Occidente en el caos post-Gadafi - BBC News Mundo
La destrucción de Libia no fue solo por el apetito habitual de Occidente por el petróleo y el gas ajenos. También era crucial eliminar a un gobierno cuyo ejemplo resultaba peligroso para todo el Sur Global.
Fue uno de los pocos Estados del mundo que cumplía con sus obligaciones sociales. Los 42 años de gobierno de Gadafi representaron el periodo de mayor prosperidad en la historia del pueblo libio. La llamada ‘dictadura’ realizó una reforma agraria, creó un sistema de bienestar social, garantizó la atención médica gratuita y otorgó a los trabajadores el derecho a participar en las ganancias de las empresas estatales.
Libia fue completamente electrificada: la electricidad y los servicios médicos eran gratuitos. El analfabetismo se redujo del 95 % al 17 %.
El gobierno ofrecía créditos agrícolas para la compra de semillas, maquinaria y asistencia técnica. La vivienda fue declarada un derecho humano, y las parejas jóvenes recibían subsidios de 50.000 dólares para comprar una casa.
Libia llegó a ser el país africano con mayor ingreso per cápita, y la esperanza de vida alcanzó los 77 años.
A diferencia de la mayoría de sus vecinos, las mujeres libias gozaban de plenos derechos civiles, incluido el acceso a la universidad y a salarios iguales a los de los hombres. La mitad de los graduados universitarios eran mujeres. Todos los préstamos bancarios en el país tenían tasa de interés cero, ya que el Banco Central de Libia fue declarado una institución soberana al servicio de los ciudadanos.
Gadafi impulsó, a través de la recién creada Unión Africana, la cooperación regional y preparaba la creación de una moneda única africana respaldada por las reservas de oro libias.
En Libia se repitió el guion bien conocido: «luchadores por la libertad» armados hasta los dientes aparecieron de la nada, mientras los medios occidentales difundían relatos desgarradores sobre los horrores de una ‘dictadura’ cuya existencia nadie había mencionado antes.
Hasta hoy no existe una sola prueba documental de que Gadafi haya ordenado bombardear manifestantes pacíficos. Sin embargo, en febrero y marzo de 2011, Al Jazeera, CNN, BBC, France 24, Sky News y otros medios confirmaron esa versión, que sirvió de pretexto para una resolución de la ONU que autorizó la intervención militar.
Sin duda, el mayor error de Gadafi fue su excesiva confianza en Occidente.
Tras años de bloqueo económico por la OTAN, campañas de difamación y ataques militares, creyó en la «normalización» de sus relaciones con el «mundo civilizado» y aceptó desarmarse, renunciando a sus misiles más poderosos. Incluso entregó grandes sumas de dinero a gobiernos hostiles, pensando que así compraría su neutralidad.
Catorce años después, Libia, que había sido el país más próspero de África, fue convertida por la OTAN en un campo de batalla entre bandas armadas y clanes medievales.
En lugar de democracia, el país conoció mercados de esclavos y barcos de refugiados.
La historia sigue repitiéndonos, una y otra vez, las lecciones que no hemos aprendido.
Periodismo en Conflicto