Jovenes en alerta: economía, trabajo y representación en el centro del malestar

Un nuevo informe nacional de Zuban Córdoba revela un escenario complejo entre las y los jóvenes argentinos: preocupación por la situación económica, demanda de oportunidades laborales, búsqueda de acceso educativo y un fuerte sentimiento de desrepresentación política. En medio de la crisis y la incertidumbre, las paradojas de una generación que reclama más Estado, más canales de expresión y respuestas concretas.


Un malestar que crece

La encuesta nacional de noviembre 2025 realizada por Zuban Córdoba confirma una tendencia que se viene consolidando: para las juventudes argentinas, los principales problemas son económicos. Más del 60% señala que la situación económica es su mayor preocupación, seguida por la falta de trabajo y las dificultades para sostener o completar estudios. El deterioro de los ingresos, la caída del empleo y el aumento de la precarización laboral impactan especialmente en el segmento joven, que enfrenta un mercado laboral cada vez más restrictivo.

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Según datos del INDEC y distintos observatorios privados, el desempleo juvenil triplica al promedio general y la informalidad supera el 45% en menores de 30 años. Estas cifras contextualizan el dato central del relevamiento: el malestar material sostiene la percepción de futuro incierto y alimenta la desconfianza política.

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Juventudes sin representación

Uno de los hallazgos más significativos del informe es el sentimiento de desrepresentación. Ante la pregunta “¿qué espacio político piensa más en los jóvenes?”, más de un tercio respondió “ninguno”. Esta respuesta muestra una fractura profunda entre el universo juvenil y el sistema político. No se trata solo de decepción con los gobiernos de turno, sino de una ruptura más estructural: la política no logra interpelar, contener ni ofrecer un proyecto claro de movilidad social ascendente.

Entre quienes sí eligen un espacio, aparece una paradoja: La Libertad Avanza encabeza las preferencias, seguida por el peronismo. El fenómeno libertario, que irrumpió con fuerza en las plataformas digitales y en el discurso antiestablishment, mantiene una presencia relevante entre jóvenes desencantados con la política tradicional. El peronismo conserva un piso de representación, aunque debilitado y en tensión con las nuevas sensibilidades sociales.

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Paradojas que explican una época

El informe describe un cuadro de contradicciones que sintetiza el clima juvenil actual: más estatismo, más bronca, más digitalización y más demanda de representación. Lejos de una mirada homogénea, las juventudes expresan posiciones que combinan reclamos por mayor intervención estatal —especialmente en educación, empleo y salud mental— con una crítica feroz al funcionamiento de la política.

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La fragmentación identitaria, la precarización económica y la digitalización de la vida cotidiana profundizan esas tensiones. La “bronca”, entendida como emocionalidad política difusa, se vuelve un motor de participación, pero no necesariamente dentro de los canales partidarios tradicionales. Las redes funcionan como espacios de protesta, catarsis y organización espontánea, pero rara vez derivan en estructuras estables.

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Un sistema político que no logra dar respuestas

El estudio marca un punto central: no existen hoy propuestas políticas que articulen de manera consistente las demandas juveniles. Mientras la crisis económica erosiona expectativas, la política aparece distante y sin capacidad de traducir el malestar en políticas públicas efectivas. La ausencia de una agenda estructurada sobre empleo joven, acceso a vivienda, conectividad, salud mental y formación técnica profundiza la desconexión.

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Organismos internacionales como la OIT han advertido en informes recientes que Latinoamérica atraviesa una de las peores crisis de inserción laboral juvenil de las últimas décadas. Argentina reproduce esa tendencia en un contexto aún más delicado por la recesión, la caída del consumo y la falta de inversión productiva.

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Un diagnóstico que interpela a todos

El informe de Zuban Córdoba funciona como advertencia. La crisis de representación juvenil no es simplemente un síntoma generacional sino una señal del agotamiento de los discursos tradicionales. La demanda por más Estado convive con la búsqueda de nuevas formas de participación política; la necesidad de estabilidad económica choca con la precariedad cotidiana; y la digitalización abre canales de expresión tan veloces como efímeros.

En este escenario, la juventud no aparece como un bloque homogéneo sino como un territorio en disputa. Con malestar económico, con bronca política y con expectativas que no encuentran oferta programática sólida. La reconstrucción del vínculo entre política y juventud requerirá algo más que marketing electoral: necesita políticas concretas, narrativas renovadas y espacios reales de representación.