Por Carlos Del Frade
– Narcotráfico es la excusa para la intervención norteamericana en el sur del mundo. El “Comando Vermelho” en Río de Janeiro es la trampa para pedir la intervención del imperio en tierras brasileñas, mientras el principal portaviones estadounidense amenaza a Venezuela en busca de su petróleo y lo disfraza de manera grosera diciendo que combate a los carteles bolivarianos.
Colonia sí, patria no, votó la mayoría del pueblo argentino porque el presidente Donald Trump ordenó que así fuera.
En 1901, “El peligro yanqui” fue el título de una nota publicada por un socialista que se hizo antimperialista, Manuel Ugarte.
-Las conquistas modernas difieren de las antiguas, en que sólo se sancionan por medio de las armas cuando ya están realizadas económica o políticamente. Toda usurpación material viene precedida y preparada por un largo período de infiltración o hegemonía industrial capitalista o de costumbres que roe la armadura nacional, al propio tiempo que aumenta el prestigio del futuro invasor. De suerte que, cuando el país que busca la expansión, se decide a apropiarse de una manera oficial de una región que ya domina moral y efectivamente, sólo tiene que pretextar la protección de sus intereses económicos (como en Texas o en Cuba) para consagrar su triunfo por medio de una ocupación militar en un país que ya está preparado para recibirle. Por eso que al hablar del peligro yanqui no debemos imaginamos una agresión inmediata y brutal que sería hoy por hoy imposible, sino un trabajo paulatino de invasión comercial y moral que se iría acreciendo con las conquistas sucesivas y que irradiará, cada vez con mayor intensidad, desde la frontera en marcha hacia nosotros…- sostenía Ugarte, referente de algo que todavía se llama izquierda nacional.
Añadía que “quizá hay algunos sudamericanos sinceros que desalentados por las continuas reyertas y las luchas interiores, soñarían en normalizar nuestra vida facilitando la realización de un protectorado decoroso. Pero es incomprensible que, a pesar de los desengaños recientes, sigan creyendo en la primera interpretación de la doctrina de Monroe. Y está de más decir que juegan con armas muy peligrosas. Nuestros enemigos de mañana no serán Chile ni el Brasil, ni ninguna nación sudamericana, sino los Estados Unidos”.
Ugarte agregaba, allá por setiembre de 1901, que “el poder comercial de los Estados Unidos es tan formidable que hasta las mismas naciones europeas se saben amenazadas por él. Un solo trust, la Standard Oil acaba de hacerse dueño de cuatro empresas de ferrocarriles en México sobre cinco y de todas las líneas de vapores y gran parte de las minas. Cuando un buen número de las riquezas de un país están en manos de una empresa extranjera, la autonomía nacional se debilita. Y de la dominación comercial a la dominación completa, sólo hay la distancia de un pretexto.
Lejos de buscar o tolerar la injerencia de los Estados Unidos en nuestras querellas regionales, correspondería evitarlas y combatirlas, formando con todas las repúblicas igualmente amenazadas una masa impenetrable a sus pretensiones”.
Hermosa frase, profunda y simple: “de la dominación comercial a la dominación completa sólo hay la distancia de un pretexto”. Hoy ese pretexto es la economía o el narcoterrorismo.
Después del voto popular para consolidar la colonia y ratificar que la Argentina es una estrella escondida en la bandera de Estados Unidos, Donald Trump dijo con claridad: “…ya sabes, nos estamos quedando con muchos de los países de América del Sur. Nos enfocamos mucho en América del Sur, y estamos obteniendo un manejo muy fuerte en América del Sur de muchas maneras, incluido el hecho de que no queremos sus drogas. No queremos que las drogas entren en nuestro país”.
Y completó la síntesis: “Creo que en este momento hemos ganado mucho dinero en base a esa elección, porque los bonos han subido”.
Casi aniquilada la conciencia histórica del pueblo argentino, el recuerdo de aquel escrito de Manuel Ugarte quizás funcione como imprescindible reconquista de una identidad destrozada a fuerza de saqueo cultural y económico.
En la Argentina de Milei, las viejas épicas tienen solamente el color del nombre de alguna plaza, pueblo, equipo de fútbol o calle.
Sin embargo es necesario repetir que cualquier forma de resignación o tristeza es una forma de complicidad.
Memoria esquina esperanza. Siempre. Aunque el paisaje tenga una semejanza amarga con los desiertos.
