“Una carta que desnuda el modelo: Kicillof interpela a Milei”

En una misiva pública, el gobernador bonaerense denunció la concentración del poder en la Nación, el ajuste económico y el deterioro social que, según advierte, castigan a las provincias. La carta marca un punto de inflexión en la relación entre la Casa Rosada y el principal distrito del país.


El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, hizo pública una carta dirigida al presidente Javier Milei en la que traza una crítica frontal al modelo económico, denuncia la asfixia financiera de las provincias y advierte sobre la pérdida de soberanía nacional ante la creciente influencia externa. El texto, difundido el 1 de noviembre, se transformó en un documento político de alto voltaje y en una nueva señal del conflicto que atraviesa el federalismo argentino.

Desde el inicio, Kicillof plantea un diagnóstico duro: “Las calamidades que su modelo económico provoca en nuestra sociedad siguen su curso. Jubilados, trabajadores, comerciantes, industriales, estudiantes, sectores vulnerables y sectores medios continúan siendo golpeados por un ajuste que se traduce en recesión, feroz caída del consumo y las ventas, pérdida de empleo y, sobre todo, angustia y desesperación”. Con esa frase resume lo que define como un país paralizado, donde el plan económico “basado en mantener un dólar bajo y una recesión prolongada para contener los precios” ha fracasado.

El mandatario provincial señala además que el llamado “superávit” del Gobierno nacional se construyó sobre la quita de fondos a las provincias, un mecanismo que, afirma, se traduce en “ajuste disfrazado de equilibrio fiscal”. En el caso bonaerense, enumera la eliminación del Fondo de Seguridad, del Fondo de Incentivo Docente y del Fondo Compensador para Jubilados, la paralización de más de mil obras y dieciséis mil viviendas, y una deuda pendiente con la provincia que supera los doce millones de millones de pesos. “La provincia aporta el 40 % de la recaudación nacional y recibe apenas el 7 %. Eso no es austeridad, es injusticia estructural”, escribió.

La carta también apunta contra el papel del expresidente estadounidense Donald Trump y de su asesor Barry Bennett, a quienes atribuye una injerencia inédita en la política interna argentina. Según Kicillof, “no se registra en la historia argentina una intromisión económica y política de semejante magnitud y tan explícita”. La mención refuerza su crítica a la dependencia del gobierno respecto del capital extranjero y del respaldo financiero norteamericano, que habría permitido sostener la estabilidad cambiaria a costa de “una pérdida de soberanía y dignidad nacional”.

Otro de los ejes de la misiva es la denuncia de una política “antifederal” por parte de la Casa Rosada. “Si realmente desea abrir un diálogo con quienes piensan distinto y priorizan los intereses de todos los argentinos, le digo con total claridad: no es buena señal excluir a los gobernadores que considera enemigos. Las provincias que usted decidió no convocar representan a más del 40 % de la población argentina”, advierte el mandatario bonaerense. El mensaje alude a la reciente reunión de gobernadores convocada por el Ejecutivo, de la cual Kicillof fue marginado, y marca su reclamo por un federalismo real, no subordinado.

En otro tramo, el gobernador advierte que las reformas que prepara el oficialismo —laborales, previsionales y tributarias— “no contienen soluciones para una economía paralizada, para una industria nacional quebrada ni para un pueblo que la está pasando mal”. Y remarca: “Se equivoca si cree que, por participar de fotos o reuniones, el peronismo va a acompañar reformas que quiten derechos, destruyan la producción y ahoguen aún más a una sociedad golpeada, endeudada y sin horizonte de progreso”.

La carta combina reclamo y propuesta. Kicillof ofrece “discutir con seriedad” una agenda común para “proteger a los que más sufren, reactivar la producción, fortalecer el federalismo y garantizar que las provincias reciban lo que les corresponde”. Pero, al mismo tiempo, deja en claro que no cederá en la defensa de su provincia ni en los principios de su fuerza política. “No espere de mí insultos ni agresiones, pero tampoco espere que ceda en la defensa de los intereses de mi provincia o de mis convicciones”, sostiene.

El gobernador bonaerense pone el foco en la emergencia social: describe un escenario en el que millones de bonaerenses enfrentan dificultades crecientes para pagar alquileres, servicios y alimentos, y donde los comedores escolares y comunitarios atienden a más de cuatro millones de personas. “Su gobierno desertó de sus obligaciones en materia de salud, educación, infraestructura, protección del trabajo y alimentación”, acusa. En ese contexto, exige que el Estado nacional no se “borre” de sus responsabilidades y llama a Milei a “escuchar, corregir y dialogar. No con los mercados, sino con la gente; no con los poderosos de afuera, sino con los trabajadores, los empresarios y los gobernadores de su propio país”.

La misiva fue interpretada en los ámbitos políticos como un gesto calculado: una combinación de advertencia y reposicionamiento. Kicillof, convertido en principal figura de la oposición tras las elecciones legislativas, busca afirmar el rol del peronismo bonaerense como garante del federalismo y de la producción nacional. Su mensaje apunta a dos frentes: al Gobierno, al que acusa de concentración y sometimiento, y a la propia oposición, a la que insta a recuperar una agenda de desarrollo y justicia social.

La carta de Kicillof no solo denuncia un modelo económico; plantea un interrogante político más profundo: ¿quién representará a las mayorías afectadas por el ajuste y quién defenderá el federalismo frente al avance del poder central? En medio de la recesión, la caída del consumo y la desarticulación de las políticas públicas, el gobernador bonaerense pone sobre la mesa un conflicto estructural que atraviesa la historia argentina: el de una Nación que centraliza recursos y decisiones frente a provincias que reclaman equidad, desarrollo y autonomía.

En definitiva, el texto no se limita a un cruce epistolar. Es una toma de posición política y programática. Kicillof desafía a Milei a abandonar la lógica del ajuste permanente y a construir un nuevo pacto entre el Estado nacional y las provincias. Lo hace desde el lugar simbólico y político más potente del país: la provincia de Buenos Aires, donde se concentra la mayor parte del trabajo, la producción y las demandas sociales. Su mensaje trasciende la coyuntura electoral: pone en discusión el rumbo del país, la distribución del poder y la idea misma de soberanía nacional.

Redacción Data Política y Economía