Crisis en la Casa Rosada: la salida de Francos y Catalán, con el trasfondo de las internas palaciegas.

Las renuncias simultáneas de Guillermo Francos y Lisandro Catalán revelaron la interna más profunda del gobierno libertario. El  fortalecimiento post elecciones del poder de Karina Milei y del bloque político que encabezan los hermanos Menem potencio el enfrentamiento con Santiago Caputo, siendo los funcionarios renunciantes, victimas de esa situación. 


El gobierno de Javier Milei atraviesa una tormenta interna que expuso la fragilidad del equilibrio político en la Casa Rosada. A menos de una semana del triunfo electoral, las renuncias de Guillermo Francos y Lisandro Catalán marcaron la ruptura entre el ala política del oficialismo y el círculo más cerrado del poder presidencial. Ambos funcionarios, encargados de mantener el diálogo con los gobernadores y el Congreso, fueron desplazados luego de ser excluidos de la foto oficial de la cumbre con mandatarios provinciales.

“La reunión la armaron ellos y ni siquiera los dejaron estar en la imagen final”, reconoció un asesor provincial.  Tal vez el detonante final fue la reunión de Javier Milei con Mauricio Macri en la quinta de Olivos, gestionada por Francos, pero a la cual fue excluido a ultimo momento. La renuncia no se hizo esperar y mientras se realizaba la reunion llegó la noticia, ante la sorpresa de Milei y el disgusto de Macri-

Francos argumentó su decisión en “persistentes trascendidos sobre modificaciones en el Gabinete Nacional”, mientras que Catalán, en conversaciones privadas, apuntó directamente contra Santiago Caputo, el estratega libertario que acumula poder en el entorno presidencial.

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El trasfondo de la crisis

La confrontación entre Francos y Caputo venía gestándose desde los primeros meses de gestión. El jefe de Gabinete representaba la línea de moderación y diálogo político, mientras que Caputo impulsaba una conducción más ideológica, apoyada en la agrupación juvenil Las Fuerzas del Cielo. Según distintas fuentes, el asesor promovía desde hace semanas un reordenamiento interno para crear un superministerio con control de Obras Públicas y de las relaciones con las provincias, lo que hubiera dejado sin poder tanto a Francos como a Catalán.

El conflicto coincidió con un reacomodamiento interno que fortaleció el poder político de Karina Milei y de los hermanos Menem. Desde su rol como secretaria general de la Presidencia, Karina concentra cada vez más la toma de decisiones y el manejo administrativo, mientras Martín Menem, al frente de Diputados, y Eduardo Lule Menem,  se consolidan como su base política y territorial.

Adorni y el nuevo esquema de poder

El nombramiento de Manuel Adorni como Jefe de Gabinete confirmó el avance del eje Karina–Menem. Vocero presidencial y funcionario de máxima confianza de la hermana del presidente, Adorni representa al sector que busca disciplinar el gabinete y centralizar el control político. “Agradezco la confianza del presidente y de Karina Milei; vamos a profundizar las reformas estructurales que el país necesita”, publicó en redes tras asumir el cargo.

El movimiento provocó desconcierto entre los gobernadores, que perdieron a sus principales interlocutores. Cuatro mandatarios provinciales se enteraron de las renuncias por redes sociales, lo que generó malestar entre las administraciones provinciales que habían comenzado a tender puentes con la Casa Rosada. “Nos deja sin nadie con quien hablar”, reconoció un funcionario del norte argentino.

El poder en disputa

La salida de Francos y Catalán no fue solo un cambio de nombres, sino la expresión visible de una interna por el control del poder. En el centro del conflicto se enfrentan dos visiones: el ala política, encabezada por Karina Milei, más pragmática y enfocada en consolidar la gestión; y el ala caputista, liderada por Santiago Caputo, que promueve una línea más dura y confrontativa con la política tradicional.

Tras el triunfo electoral, la disputa se intensificó. Caputo aspiraba a ser designado jefe de Gabinete, pero la elección de Adorni frustró sus planes. En los pasillos de la Casa Rosada se comenta que podría encabezar un Ministerio del Interior empoderado, con nuevas facultades sobre la obra pública y los fondos de infraestructura. Si eso ocurre, la pelea entre ambos sectores quedará institucionalizada dentro del propio gabinete.

Un equilibrio inestable

La dupla presidencial y su entorno atraviesan una etapa de concentración del poder sin precedentes. Javier Milei mantiene la conducción simbólica, mientras Karina dirige la estructura política y administrativa, y Caputo conserva la influencia estratégica. Sin embargo, el equilibrio es frágil. La convivencia entre ambos polos —el eje Karina–Menem y las Fuerzas del Cielo— se ha vuelto tensa y podría derivar en una nueva crisis antes de fin de año.

En paralelo, Patricia Bullrich busca posicionarse como tercera fuerza dentro del esquema oficialista, consolidando su poder en el Senado y aportando respaldo legislativo al Ejecutivo. Su ascenso podría alterar el delicado balance interno del gobierno libertario.

Desde la oposición, las críticas no se hicieron esperar. “Se fue la política, se quedó la familia”, ironizó un dirigente peronista. En la UCR advirtieron que la falta de interlocutores “agrava la debilidad institucional del gobierno”.

Mientras tanto, en Balcarce 50 intentan proyectar calma. “No hay crisis, hay reordenamiento”, repiten los voceros oficiales. Pero puertas adentro, la sensación es otra: el gobierno atraviesa una etapa de reacomodamiento en la que la concentración del poder y la ausencia de mediadores amenazan con convertir cada cambio en una nueva batalla interna.

El poder detrás de las cajas

Una parte central de la disputa interna tiene que ver con quién controla las cajas y los negocios derivados del Estado. En medio de un proceso acelerado de privatizaciones y reestructuración de empresas públicas, distintos sectores dentro del oficialismo buscan posicionarse para manejar los fondos, contratos y activos estratégicos que se pondrán en juego.

La venta de participaciones estatales en energía, transporte, comunicaciones y medios abre un escenario de “negocios suculentos”, donde las decisiones sobre licitaciones, valuaciones y adjudicaciones tendrán un peso político y económico determinante.
En ese contexto, el control de las áreas con capacidad de gasto —Infraestructura, Interior y la Agencia de Bienes del Estado— se convirtió en una batalla de poder. Mientras el entorno de Karina Milei busca blindar estas estructuras para garantizar un manejo centralizado, el sector de Santiago Caputo pretende ampliar su influencia directa sobre los procesos de privatización, en un juego donde los equilibrios internos se confunden con los intereses económicos que se disputan el futuro del Estado argentino.