A pesar del triunfo electoral del 26 de octubre, el Gobierno enfrenta un panorama económico crítico: recesión confirmada, pérdida del poder adquisitivo y reservas agotadas.
Una recesión ya confirmada
La economía argentina atraviesa su peor deterioro en años. El último Índice Líder de la Universidad Torcuato Di Tella estima que la probabilidad de que el país esté en recesión supera el 98 %. En septiembre, el indicador cayó 0,85 % y acumuló seis meses consecutivos de retrocesos, con una baja interanual del 1,52 %.
De las diez variables que componen el índice, solo tres mostraron algún repunte —confianza del consumidor, despachos de cemento y precios de minerales no metálicos— mientras el resto se desplomó. Según el informe, “la economía argentina se encuentra en una fase contractiva sin señales de recuperación en el corto plazo”.
El Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central coincide con ese diagnóstico: el PBI cayó 0,6 % en el tercer trimestre y acumuló dos períodos consecutivos de contracción, lo que confirma la recesión técnica.

Salarios y jubilaciones en retroceso
El Centro de Economía Política Argentina (CEPA) advierte que los aumentos salariales del tercer trimestre quedaron 3,2 % por debajo de la inflación acumulada, consolidando la pérdida del poder adquisitivo.
En el sector público, la caída es más profunda: los sueldos están 19 % por debajo de diciembre de 2023, con una pérdida promedio de $8,1 millones por trabajador desde el inicio de la gestión. En el sector privado, los salarios se ubican cinco puntos por debajo de los niveles previos, con una merma estimada en $1,7 millones por empleado.
El panorama de los jubilados es todavía más grave: su poder adquisitivo se encuentra 23 % por debajo del nivel de 2023, con una pérdida acumulada cercana a $4 millones por persona.
El consumo, motor histórico del crecimiento argentino, se paraliza. Las ventas minoristas caen, el uso de tarjetas de crédito se desploma y la morosidad alcanza su nivel más alto en 16 años. Cada vez más familias recurren al endeudamiento para cubrir gastos básicos.
Dólares escasos y un mercado en tensión
A pesar del resultado electoral favorable, los problemas estructurales de la economía siguen intactos. El dólar se mantiene en torno a los $1.500 con presiones al alza, reflejando la falta de confianza y la escasez de divisas.
En los últimos meses, el Gobierno utilizó más de USD 7.000 millones provenientes de las exportaciones del agro para contener el tipo de cambio antes de las elecciones. Esta maniobra permitió sostener artificialmente la cotización, pero dejó al país sin reservas líquidas suficientes para afrontar los próximos meses.
El costo fiscal de esa política asciende a USD 1.500 millones, producto de la pérdida de ingresos por retenciones. En términos políticos, la jugada sirvió para ganar tiempo; en términos económicos, profundizó la fragilidad del esquema fiscal y cambiario.
Los analistas advierten que, sin un ingreso de divisas frescas, el país se verá forzado a elegir entre una devaluación controlada o un deslizamiento de hecho impuesto por el mercado. La estabilidad posterior a las elecciones parece sostenida con alfileres.
Ajuste sin salida
El Gobierno mantiene su estrategia de ajuste fiscal, restricción salarial y freno a las paritarias con el objetivo de moderar la inflación. Sin embargo, la contracción simultánea del consumo, la producción y el crédito refuerza la espiral recesiva.
“La inflación baja a costa de paralizar la economía. Sin recomposición del ingreso, no hay posibilidad de reactivación”, advierten desde el CEPA. El propio informe de la Universidad Di Tella señala que la caída del salario real “no estabiliza los precios, sino que profundiza la recesión al reducir la demanda interna”.
El crecimiento previsto para 2025 fue recortado al 3,9 %, condicionado a una recuperación del poder adquisitivo y a la entrada de divisas genuinas. Sin esos factores, la economía continuará estancada.

Una victoria política sobre una crisis persistente
El Gobierno celebra su triunfo electoral del 26 de octubre, pero la economía real sigue mostrando su peor cara. Los desequilibrios estructurales —inflación persistente, salarios rezagados, escasez de dólares y pérdida de reservas— continúan sin resolverse.
Con el dólar en torno a los $1.500, el salario real en caída y el consumo paralizado, la recesión se consolida como uno de los principales desafíos de los próximos meses.
Sin dólares, sin recuperación del ingreso y con un aparato productivo debilitado, el país se encuentra ante una encrucijada: o redefine su rumbo hacia un esquema de crecimiento con inclusión, o corre el riesgo de que la actual situación se transforme en una crisis estructural de largo alcance.
