Las renuncias del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, y del canciller Gerardo Werthein, confirman la descomposición interna del gabinete libertario. En medio de una gestión desgastada, sin conducción política y atravesada por feroces disputas internas, el gobierno intenta contener la crisis con movimientos que exponen más debilidad que orden.
El gobierno de Javier Milei atraviesa su momento más crítico desde que asumió. En menos de una semana, dos de sus principales ministros anunciaron su salida: Mariano Cúneo Libarona, al frente de la cartera de Justicia, y Gerardo Werthein, titular del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Fuentes oficiales confirmaron que Cúneo Libarona dejará su cargo el próximo lunes, luego de las elecciones legislativas. “Está cansado, quiere tiempo con sus afectos y su familia”, afirmó un colaborador cercano. La explicación, sin embargo, no logra disimular la magnitud política de la renuncia, que se suma a la del canciller Werthein, quien presentó su dimisión con fecha efectiva el 27 de octubre.
Ambas salidas ocurren a las puertas de los comicios y en el marco de un gobierno sin rumbo claro, desgastado por una pésima gestión y por las tensiones entre los distintos núcleos de poder que conviven en la Casa Rosada.

Según trascendió, Werthein ya había expresado su malestar por la falta de coordinación y por el creciente peso de Santiago Caputo y el ataque de los troll que lidera el Gordo Dan, con criticas a su gestión. La renuncia fue aceptada en Olivos luego de una reunión muy tensa con Karina Milei. En su entorno aseguran que “dejó todo listo” y que “solo resta continuar el camino trazado”, aunque puertas adentro el diagnóstico es otro: fracturas políticas, aislamiento diplomático y una agenda internacional desdibujada.
La rápida designación de Gerardo Quirno como reemplazo en la Cancillería buscó transmitir una imagen de control y continuidad. Sin embargo, lejos de calmar las aguas, el nombramiento fue leído como un intento desesperado por frenar la crisis y evitar que las luchas internas escalen. Quirno —ex JP Morgan y colaborador directo de Luis Caputo— simboliza la hegemonía del ala económica sobre el resto del gabinete. Su llegada no fortalece al gobierno: exhibe su endogamia, su cierre en una lógica puramente tecnocrática y su desconexión con la política.
Por su parte, Cúneo Libarona deja el Ministerio de Justicia tras veinte meses de gestión sin grandes resultados. No logró resolver los 337 pliegos judiciales pendientes entre el Poder Ejecutivo y el Consejo de la Magistratura, ni avanzar en el nombramiento de nuevos jueces de la Corte Suprema. También enfrentó cuestionamientos por su fuerte alineamiento con sectores conservadores y sus declaraciones contra la diversidad sexual: “Rechazamos la diversidad de identidades que no se alinean con la biología; nuestro valor es la familia”, había dicho, generando repudio incluso dentro del oficialismo.
El desgaste interno se aceleró con el paso de los meses. Cúneo Libarona había perdido peso político, no solo por su ineficacia en la gestión sino también erosionado por Santiago Caputo, y su entorno más cercano. Tal es asi que en su reemplazo suena Sebastián Amerio, actual secretario de Justicia y figura de confianza de Santiago Caputo..
Fuentes legislativas remarcan que la salida de ambos ministros ocurre en un contexto de “vacío político” y “desgobierno”. En los pasillos del Congreso señalan que el Ejecutivo se sostiene más por la inercia administrativa que por un plan de gestión. “No hay conducción política, no hay coordinación, y los ministros se enteran de las decisiones por televisión”, resumió un senador opositor.
La imagen presidencial también sufre un deterioro pronunciado. Los últimos sondeos registran un fuerte descenso en la aprobación de Milei, vinculado al aumento del desempleo, la recesión y el impacto social del ajuste. A ello se suma la creciente fractura interna entre las tribus libertarias, el PRO residual y los sectores económicos que hoy dominan el gabinete.

El doble portazo en Justicia y Cancillería expone un gabinete en crisis y una gestión que navega sin timón. Lejos de un recambio ordenado, las designaciones y los movimientos defensivos revelan la soledad del presidente y la primacía de un modelo cerrado, tecnocrático y carente de conducción política.
A días de las elecciones, el gobierno libertario llega con su equipo fracturado, su credibilidad erosionada y un mensaje de fondo que resuena con fuerza en los pasillos del poder: más que un proyecto de país, Milei hoy preside un gobierno sin rumbo.
