Tras el fracaso estruendoso del proyecto de hidrógeno verde de Fortescue, un nuevo anuncio multimillonario sacude el sur argentino.
La promesa de Sam Altman, CEO de OpenAI, de construir un centro de datos de hasta US$ 25.000 millones se enfrenta a las mismas preguntas incómodas: una socia local opaca, la crítica ausencia de estudios de impacto hídrico y una sincronización política que alimenta el escepticismo.
La historia reciente de la Patagonia argentina comienza a registrar un patrón recurrente, costoso y efectista. En 2021, el magnate australiano Andrew “Twiggy” Forrest desembarcó en Río Negro proclamando una revolución verde. Su vehículo, Fortescue Future Industries, prometió una inversión de US$ 8.400 millones para producir hidrógeno limpio. El discurso, cargado de futurismo, habló de miles de puestos de trabajo y de un nuevo paradigma energético para la región.
Hoy, el balance es categórico: el proyecto es un espejismo. No hay producción, no hay infraestructura y la promesa se disolvió en el aire patagónico. Su naufragio no fue casual. Chocó contra una barrera logística y ambiental insoslayable: la producción de hidrógeno electrolítico requiere enormes volúmenes de agua dulce ultrapura, un recurso estratégico y escaso en una región de clima árido y cuencas bajo presión. La promesa se topó con la física del desierto.
Tres años después, un nuevo anuncio de similar magnitud busca reescribir el guion, aunque con inquietantes similitudes. El protagonista ahora es Sam Altman, el cofundador de OpenAI, emblema global de la inteligencia artificial. En un acto en la Casa Rosada, junto al presidente Javier Milei, se presentó “Stargate”, la promesa de un centro de datos de inteligencia artificial con una inversión estimada entre US$ 20.000 y 25.000 millones.
Sin embargo, detrás del titular deslumbrante, el anuncio carece de la arquitectura básica que sustenta un proyecto de semejante envergadura. No se especificó una localización concreta, no existe un cronograma público, no hay un contrato de suministro energético firmado y, de manera crítica, no se ha presentado ningún estudio de impacto ambiental. La promesa flota en el vacío de lo indeterminado.
La Coreografía de un Anuncio Estratégico
La coyuntura en la que se produjo el anuncio no pasó desapercibida para los analistas de mercados y la oposición política. La revelación del proyecto de OpenAI coincidió con una intervención del Tesoro de los Estados Unidos en el mercado cambiario argentino, una operación comandada por Scott Bessent, un hedge fund manager históricamente vinculado a la administración Milei.
Esta maniobra, ejecutada un jueves previo a un fin de semana largo, logró una estabilización temporaria del tipo de cambio. Al día siguiente, el expresidente Donald Trump anunció medidas arancelarias contra China, desatando volatilidad en los mercados globales. En ese contexto de incertidumbre internacional, el gobierno argentino ya contaba con un relato potente de atracción de capitales y confianza institucional.
“La secuencia es impecable desde el punto de vista de la comunicación política. Se ordena el frente cambiario, se lanza una noticia económica espectacular y, cuando los mercados globales caen, la administración local ya tiene su propia narrativa de éxito”, analizó un economista consultado por este portal, quien pidió reserva de su nombre.
El Enigma de Sur Energy: el Socio Local en la Sombra
Si el anuncio en sí generó escepticismo, la elección del socio local lo potenció. Altman presentó a Sur Energy como la contraparte argentina, describiéndola como “una de las más importantes empresas de energía de la Argentina”. La afirmación, leída de un teleprompter, contrasta con la evidencia disponible.
Sur Energy es una entidad corporativa sin historial público, sin proyectos conocidos en el sector energético y con una presencia digital que se limita a una página web de diseño elemental, construida con una plantilla genérica. El sitio carece de información sobre sus directivos, una cartera de proyectos o una dirección física verificable. Tras el anuncio, la compañía mantuvo un silencio absoluto, sin emitir comunicados o celebrar el hito en redes sociales.
La opacidad levantó alertas inmediatas en el sector. “Nadie la conoce. La armaron de cero y alguno está prendido”, afirmó de manera contundente una fuente del ámbito energético a este portal. La figura del “bróker” o intermediario, que obtiene comisiones sustanciales sin una contribución técnica evidente, replica esquemas cuestionados en otras operaciones de gran escala.
Incluso desde el propio gobierno intentaron desvincularse de la elección. Un funcionario que participó de las tratativas declaró a LPO: “Sur Energy es sólo un bróker que une a las partes, hay dos empresas de energía muy importantes atrás”. La aclaración, sin embargo, profundiza el misterio: si existen empresas consolidadas detrás, ¿Qué rol cumple exactamente este intermediario opaco y por qué no firmaron el acuerdo las partes técnicas directamente?
El Dilema Hídrico: la Crítica Ausencia en la Ecuación
Más allá de las suspicacias corporativas, el proyecto “Stargate” enfrenta un obstáculo tan tangible como el que hundió al hidrógeno verde: la demanda masiva de agua. Los centros de datos son infraestructuras intensivas en recursos hídricos, que requieren millones de litros diarios para los sistemas de refrigeración de sus servidores.
Un data center de 500 megavatios, la escala mencionada para “Stargate”, puede consumir un volumen de agua comparable al de una ciudad de tamaño medio. En las regiones áridas y semiáridas de la Patagonia, este recurso es escaso, está sujeto a derechos de uso existentes y su extracción a gran escala podría generar conflictos con otras actividades productivas y comunidades locales.
“Los gigantes tecnológicos como Google, Microsoft o Amazon sitúan sus centros de datos en regiones con abundancia hídrica o acceso a grandes cuerpos de agua para refrigeración. Anunciar un proyecto de esta envergadura en una zona con estrés hídrico, sin un plan de abastecimiento hídrico detallado y público, es ignorar un requisito operativo fundamental”, explicó un ingeniero especializado en infraestructura crítica. Hasta la fecha, no se ha informado sobre proyectos paralelos para la construcción de plantas desalinizadoras o sistemas de recirculación de agua a la escala requerida.
El escepticismo trasciende el ámbito local. Elon Musk, CEO de Tesla y X, y abierto rival de Altman, se refirió al anuncio de manera contundente en su plataforma: “OpenAI está construido sobre una mentira”. La declaración, aunque enmarcada en una puja personal, refleja la profunda desconfianza que genera la falta de transparencia en un proyecto de esta naturaleza.
La Patagonia se consolida como un escenario propicio para la proyección de espejismos de desarrollo. El libreto se repite con una precisión preocupante: un inversor extranjero de perfil mediático, cifras siderales, un socio local de dudosa trayectoria y la ausencia de los estudios técnicos y ambientales que deberían anteceder —y no suceder— al anuncio público.
En este caso, el gobierno de Milei abraza una inversión que, en los hechos, es apenas una carta de intención, utilizándola como un activo político en un contexto electoral complejo. Mientras, las preguntas cruciales sobre la viabilidad hídrica, el rol de Sur Energy y el financiamiento concreto permanecen sin respuesta.
La región, una vez más, es utilizada como una pantalla gigante donde se proyectan ficciones de progreso. Ayer fue el hidrógeno australiano, hoy es la inteligencia artificial norteamericana. La lección del pasado reciente indica que, cuando el humo del marketing se disipa, lo que perdura en la Patagonia no es el futuro prometido, sino la realidad inmutable de su geografía y la fragilidad de sus recursos.