— Bajo el lema “¿Argentina, a contramano del mundo?”, la ProTextil 2025 reunió a empresarios, sindicalistas y referentes políticos en el Teatro Roma, con el objetivo de poner en evidencia la crisis profunda que atraviesa la industria textil nacional. Con la presencia del gobernador bonaerense Axel Kicillof, el acto adquirió una dimensión política y simbólica: el sector industrial fue al frente de un reclamo explícito contra las políticas liberales impulsadas por Javier Milei y Toto Caputo.

Un diagnóstico común: recesión profunda y apertura desenfrenada

El discurso desde el estrado fue unánime: el tejido productivo está sufriendo una tormenta perfecta. El informe Panorama Sectorial ProTejer 2025 advierte que entre enero y julio la producción de textiles cayó 14,5 % interanual, y la de prendas de vestir un 9,5 %. La capacidad instalada operó por debajo del 50 %, en el nivel más bajo desde 2002.
Simultáneamente, más de 11.500 puestos de trabajo registrados se perdieron (–10 %), mientras que las importaciones del sector crecieron un 32 %, sumando 14.000 nuevos importadores y generando un costo fiscal estimado de 120 millones de dólares para 2025.

Luciano Galfione, de ProTejer, advierte sobre las importaciones

En su apertura, el presidente de ProTejer, Luciano Galfione, sostuvo que “la política económica del Gobierno se basa en un diagnóstico deficiente” y exigió “condiciones equitativas de competencia”, sin pedir privilegios, sino reglas claras para la industria nacional.

Shein, Temu y la pirámide del comercio digital

El punto de tensión más ofensivo para los industriales locales es el avance de plataformas como Shein y Temu, que logran inundar el mercado con prendas a precios bajos, rápidos ciclos de moda y logística agresiva. Según datos del sector:

  • Las importaciones por courier en los primeros siete meses del año superaron los 408 millones de dólares, con picos de 98 millones solo en julio.

  • Las compras desde el exterior crecieron 211 % en volumen, mientras que las importaciones corporativas lo hicieron 125 %.

  • En el contexto nacional, ProTejer estima que casi el 67 % de las prendas consumidas en el país son importadas; en centros comerciales esa proporción sube a 75 %.

Desde el evento, los reclamos apuntaron a la competencia desleal y la falta de controles equivalentes (industriales, ambientales, laborales) sobre productos importados. Se mencionaron prácticas de “dumping”, y se exigieron medidas reguladoras y fiscales que equilibren el terreno. Algunas iniciativas legales ya circulan en el Congreso bajo la etiqueta de “ley anti-Shein”.

Choque de modelos: liberalismo vs desarrollo industrial

La tensión política quedó a la vista. Mientras el Gobierno apuesta a un modelo de apertura y desregulación, el sector textil clama por medidas de defensa estratégica. Las debilidades del modelo liberal frente a la industria se evidencian en:

  • Disparidad de costos: materias primas, tarifas y logística operan en dólares, mientras que los productos importados —ya ingresados al país— disfrutan de ventajas que distorsionan la ecuación de competencia.

  • Ventajas estructurales para grandes empresas: aunque muchas medidas se venden como “neutrales”, en la práctica los grupos con escala e integración global han sido los más beneficiados.

  • Tensiones fiscales descentralizadas: el comercio electrónico exige reducciones impositivas provinciales para poder competir, lo que choca con la necesidad de ingresos locales.

  • Cristalización de un doble discurso: promover inversión externa y comercio liberal mientras se desarma el tejido nacional de pymes y empleo industrial intensivo.

La presencia de Kicillof, y su denuncia de un “industricidio”, buscó galvanizar el apoyo territorial al reclamo textil y exponer, de cara al electorado bonaerense y nacional, el costo social de una apertura sin freno.

Panorama global: la reinvención del proteccionismo

Aunque en Argentina la narrativa dominante en los últimos años ha sido la liberalización creciente, la escena internacional gira hacia un proteccionismo moderno: aranceles inteligentes, exigencias de reglas ambientales y fiscales, regulaciones sobre comercio online y rescates selectivos para industrias estratégicas.

  • EE. UU. ha avanzado contra plataformas como Shein por competencia desleal.

  • En la Unión Europea se debaten tasas a envíos baratos o impuestos ecológicos al fast fashion.

  • México impuso un arancel del 19 % a productos importados vía comercio electrónico, para igualar condiciones.

Este cambio global tensiona el modelo argentino, que hoy parece seguir una lógica desalineada respecto a las nuevas reglas de la competencia internacional.

Riesgos latentes y decisiones urgentes

Para el sector textil, el horizonte inmediato es sombrío, pero no sin salidas:

  • Quiebras masivas de pymes, desaparición de talleres y destrucción del entramado provincial.

  • Concentración creciente de la industria en manos de pocos actores con escala global.

  • Reemplazo de producción local por importaciones saturadas, reforzando la dependencia externa.

  • Descontento social en zonas industriales como el conurbano bonaerense, Santa Fe, Tucumán o Misiones.

Al mismo tiempo, una estrategia viable exige equilibrio: protección inteligente, fomento productivo y reglas transparentes para atraer inversiones sin exterminar la propia industria.

Hacia un enfoque estratégico

Las medidas posibles para aliviar la presión están delineadas:

  1. Aranceles progresivos e inteligentes, no barreras absolutas.

  2. Impuestos al e-commerce internacional, especialmente paquetes de bajo valor.

  3. Programas de modernización y reconversión para pymes textiles.

  4. Revisión impositiva provincial para suavizar cargas competitivas sobre comercios locales.

  5. Regulación ambiental/laboral armonizada para que las importaciones cumplan estándares equivalentes.

  6. Compras públicas estratégicas para impulsar demanda local.

Axel Kicillof, Luciano Galfione y las importaciones.

La ProTextil 2025 no fue solo un congreso sectorial: fue un grito industrial frente al modelo liberal que comienza a arrasar su base productiva. Si el país continúa por la senda de apertura sin reglas, corre el riesgo de sacrificar tejido industrial por comodidad transaccional. En esa disyuntiva, la batalla por la política industrial aún no está perdida: comienza con visibilizar el costo real de un liberalismo descentralizado y ensayar una reconstrucción estratégica que combine competitividad y soberanía productiva.