La tormenta financiera y la fragilidad política revelan la inviabilidad del experimento mileísta.
por Redacción Data Política y Económica
La frágil calma financiera de los últimos meses se quebró y expuso los cimientos falsos del modelo Caputo-Milei. Con el dólar oficial por encima de los $1500, el riesgo país en sus picos máximos y el Banco Central quemando reservas, el relato de una estabilidad milagrosa se derrumba. La crisis política se profundiza ante la evidencia de un programa político y económico inviable, que hay que decirlo el mercados y la sociedad avalaron, y que hoy coloca al país al borde de una nueva devaluación y el default.
La crisis política, incubada en la endogamia y la soberbia gubernamental, encontró en el colapso de los indicadores económicos su combustible definitivo. La derrota electoral del 7 de septiembre en Buenos Aires no hizo más que acelerar un proceso inevitable: el desmoronamiento del relato de una estabilidad económica alcanzada por arte de magia, basado en un diagnóstico erróneo y una estrategia de ocultamiento de datos.
El programa del ministro Luis Caputo y el presidente Javier Milei, promocionado como la “lógica económica en lugar de la política populista”, se revela ahora como lo que varios economistas advirtieron desde el inicio: una falacia estadística y una bomba de tiempo.
Milei atraviesa la fase más crítica de su gestión, acorralado por una tormenta perfecta donde la debilidad política y la volatilidad financiera se realimentan. La imposibilidad de asegurar un tercio de votos en el Congreso dejó al descubierto la falta de respaldo para gobernar; la cotización del dólar oficial por encima de los $1500, el riesgo país disparado por sobre los 1400 puntos básicos y la quema voraz de las escasas reservas del Banco Central exponen la falta de credibilidad del gobierno para administrar la economía.
“El Gobierno creyó que podía sostener un esquema insustentable sólo con relato. El Excel no conmovió y el relato se alejó de la calle”, analiza un editorial del medio gráfico. Pero la brecha ahora es mucho más profunda que la percepción: es la de un modelo que se sostuvo sobre una ficción. La llamada “ motosierra” que pregonaba el Ministerio de Economía para justificar el plan de estabilización sin emisión monetaria era, en realidad, un espejismo. Se basaba en instrumentos de cortísimo plazo (LELIQs) que hoy presionan en dirección contraria, y en un tipo de cambio real muy barato, sostenido artificialmente, que lejos de flotar como afirmaba el oficialismo, requería de una intervención constante del Banco Central y el Tesoro.
El Relato vs. La Realidad: El Espejismo de la Estabilidad
La piedra angular del programa de Caputo fue el ajuste sobre las cuentas publicas, la retracción de los salarios y jubilaciones para planchar la demanda, un “cepo blando” y la alta tasa de interés como anclas para contener el dolar y sostener una inflación a la baja. La estrategia logró una rápida pero frágil desaceleración de los precios, celebrada a bombo y platillo en las redes oficiales.
Sin embargo, economistas de vertientes coincidieron desde el principio en su inviabilidad. La apreciación cambiaria real, consecuencia de contener el valor del dólar por debajo de la inflación, estranguló las exportaciones y subsidió importaciones, drenando reservas a un ritmo insostenible.
“Era previsible. Este programa siempre fue un experimento de alto riesgo que negaba los fundamentos económicos. La estabilidad se compró con reservas y endeudamiento y las divisas se agotaron. El fantasma de la devaluación y el default no son una casualidad; es el resultado directo de un diseño falaz”, afirma un reconocido economista jefe de un estudio local, quien pidió reserva de su nombre para hablar con franqueza.
Los números son elocuentes. El riesgo país, termómetro de la confianza de los inversores en la solvencia argentina, supera los 1400 puntos, un nivel que sitúa al país en el podio mundial del riesgo crediticio y anticipa la imposibilidad de acceder a financiamiento. Los bonos argentinos cotizan en mínimos históricos, y las acciones de empresas locales se derrumban en Wall Street. El mercado votó en contra.
La Quema de Reservas y la Trampa Cambiaria
Mientras el Gobierno proclamaba el “éxito” de su plan, el Banco Central realizaba una operatoria silenciosa pero devastadora: la venta de dólares de sus escasas reservas netas para contener la presión sobre el tipo de cambio oficial. Esta quema de capital, destinada a mantener la ficción de un dólar estable, sólo pospuso lo inevitable y debilitó aún más la ya frágil posición de liquidez.
“El Gobierno no puede sostener el tipo de cambio actual. Está en una trampa: si devalúa, acelera la inflación y fractura su principal logro discursivo; si no lo hace, sigue quemando reservas hasta el colapso. Es el final de juego para la estrategia de Caputo”, explica un analista del mercado de cambios consultado por este medio.
Esta realidad económica desnuda y agrava exponencialmente la crisis política. Los gobernadores, que ya le habían volteado la espalda a Milei tras el veto a los fondos de coparticipación (ATN), observan con horror cómo se esfuma la posibilidad de dólar estable que necesitan para sus economías provinciales. La oposición, que deambulaba caída, se recompuso no sólo por los traspiés electorales del oficialismo, sino al ver confirmadas sus advertencias sobre el rumbo económico.
La Sociedad y las Élites: El Apoyo a un Experimento Incomprensible
Surge entonces una pregunta que reverbera en el ámbito político y académico: ¿Por qué una porción significativa de la sociedad y, crucialmente, importantes sectores de las élites económicas y mediáticas compraron y apoyaron un experimento de inviabilidad tan previsible?
Para muchos analistas, la respuesta reside en un cóctel de factores: el hartazgo extremo con la gestión anterior, la efectividad de un relato que simplificaba problemas complejos en una lucha contra “la casta”, y la promesa de un dolor corto y redentor. “Milei fue para muchos una salida desesperada para correr al peronismo del poder. No compraron la motosierra; la miraron con más cariño tras la baja de la inflación, pero lejos está de ser un núcleo duro mileísta”, señala otra fuente.
Las élites, por su parte, vieron en el ajuste fiscal extremo y la liberalización financiera una oportunidad de ganancias rápidas en un contexto de tasas de interés astronómicas y un tipo de cambio futuro previsiblemente más alto. Apoyaron el experimento confiando en que serían los últimos en sufrir las consecuencias o en que podrían maniobrar para obtener beneficios en el caos.
El gobierno de Javier Milei se enfrenta al desenlace más crudo de su propia narrativa.
El golpe de las denuncias de corrupción que llegan hasta la Secretaria general de la presidencia y hermana del Presidente, Karina Milei, fue directo a la linea de flotación, dañó uno de los principales ejes de su relato, terminar con los curros de la casta. El daño fue tremendo, porque paralizó completamente al gobierno, agravando aun mas uno de sus déficit, la falta de gestión.
La derrota en la provincia de Buenos aires fue el golpe de gracia para un relato triunfalista, pero sustentado en pies de barro.
La crisis política así generada se agravó y a su vez se retroalimentaron porque la situación económica mostró su verdadera cara, desmantelando el andamiaje de un relato construido sobre medias verdades y datos falseados. La lógica economicista que pretendía reemplazar a la política terminó siendo suplantada por la más cruda de las realidades: la de los números que no cierran.
La pregunta ya no es si habrá un final de crisis, sino ¿cuán profunda será?.
El país se asoma al abismo de una nueva devaluación y un default que parecían fantasmas del pasado, resucitados por un experimento libertario que prometía prosperidad y sólo ha entregado inestabilidad y una certeza: el precio del fracaso, como siempre, lo pagarán los mismos de siempre.
El relato se agotó. Lo único que rugen ahora son los números.