El Gobierno anunció que intervendrá en el mercado cambiario con ventas de dólares para contener la cotización, ya al borde de la banda pactada con el FMI. La maniobra compromete reservas, utiliza fondos del préstamo del Fondo y revela la fragilidad de un esquema que depende del ajuste y la recesión.
ANTONIO MUÑIZ
El manotazo de ahogado
Este martes, el Ministerio de Economía informó que el Tesoro comenzará a intervenir en el mercado de cambios para sostener la cotización del dólar mayorista. El anuncio llega en momentos en que la divisa se encuentra cercano al límite superior de la banda acordada con el Fondo Monetario Internacional.
La medida, que busca evitar una devaluación brusca, expone dos debilidades estructurales: el uso de reservas internacionales cada vez más escasas y la venta de dólares provenientes del propio préstamo del FMI. Se trata, en palabras de varios analistas, de un “manotazo de ahogado” que compromete los pocos colchones financieros disponibles y pone en evidencia la fragilidad del plan económico.
Un modelo sostenido en ajuste
Desde su llegada a la Casa Rosada, Javier Milei centró su estrategia en dos objetivos: mostrar un superávit fiscal y reducir la inflación. Ambos logros, sin embargo, se alcanzaron a través de un ajuste brutal del gasto público, la apertura de importaciones y la licuación de salarios y jubilaciones.
El esquema incluye:
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Dólar “planchado” como ancla inflacionaria.
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Salarios rezagados, con paritarias muy por detrás de la suba del costo de vida.
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Apertura de importaciones, que presiona sobre la industria local.
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Recorte del gasto social y la obra pública, con excepción del presupuesto en seguridad.
El resultado inmediato fue la desaceleración de los precios: la inflación interanual cayó del 211,4 % en 2023 al 117,8 % en 2024, y apunta a descender aun mas en 2025. Pero el costo es un país en recesión, con consumo hundido, miles de empresas cerradas y un mercado laboral en retroceso.
El precio en la economía real
La combinación de dólar atrasado, apertura comercial y recesión está dejando marcas profundas:
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PYMES en retroceso: entre noviembre de 2023 y mayo de 2025 cerraron más de 15.500 pequeñas y medianas empresas. El número ya supera las bajas registradas durante la pandemia. La mayoría pertenece al sector manufacturero, históricamente generador de empleo formal.
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Consumo desplomado: el consumo masivo sigue entre un 35 % y un 40 % por debajo de los niveles de 2017. En 2024 se registró una contracción del 17 %, la mayor en décadas.
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Industria paralizada: el uso de la capacidad instalada cayó a mínimos históricos en rubros como textil, plástico y metalmecánica.
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Financiamiento prohibitivo: la tasa efectiva anual de interés superó el 110 %, encareciendo el crédito para capital de trabajo y consumo.
Mientras tanto, la economía se sostiene en dos pilares de bajo impacto en el empleo: la recuperación del agro tras la sequía y el avance de Vaca Muerta. Dos motores que aportan divisas pero no compensan la destrucción del tejido productivo.
El déjà vu de la deuda
El modelo actual guarda similitudes con etapas previas de la historia económica argentina: Martínez de Hoz en la dictadura, la convertibilidad en los 90 y el macrismo más reciente. En todos los casos, el ancla cambiaria y el endeudamiento externo convivieron con fuga de capitales y cierre de empresas.
Hoy, con los mercados internacionales prácticamente cerrados para la Argentina, el Gobierno se financia en pesos mediante deuda interna que se renueva con tasas altísimas, configurando una “bola de nieve” difícil de sostener. El auxilio del FMI, en lugar de reforzar reservas, se está utilizando para contener al dólar, debilitando la capacidad de pago futura.
El riesgo de un colapso simultáneo
La intervención anunciada hoy desnuda la precariedad del esquema. A corto plazo, puede frenar una corrida cambiaria; a mediano, acelera el agotamiento de reservas y profundiza la dependencia del FMI.
El peligro no es sólo económico: la recesión prolongada, el derrumbe del consumo y el cierre de empresas alimentan tensiones sociales y políticas que ya comienzan a reflejarse en las calles. El Gobierno, aferrado a mostrar estabilidad hasta octubre, enfrenta un dilema cada vez más evidente: sin un giro de rumbo, la crisis puede volverse incontrolable.
Un terreno conocido
La Argentina vuelve a transitar un terreno conocido: dólar atrasado, ajuste fiscal, deuda creciente y un Estado que se queda sin herramientas. La intervención en el mercado cambiario con dólares del FMI es apenas un parche que retrasa lo inevitable.
En definitiva, el programa económico no ofrece salidas estructurales: ajusta, licúa y posterga. Y al hacerlo, no solo debilita las reservas y el aparato productivo, sino que compromete el futuro inmediato. Porque en economía, como advirtió el propio presidente, “todo tiene un costo”.
El costo de este modelo, cada vez más visible, puede ser una triple crisis en simultáneo: económica, social y política.
