El mundo en espejos rotos: Reflexiones ante las elecciones 2025


El rasgo más llamativo del 2025 argentino es la coexistencia de un relato binario: Milei vs. Peronismo con una práctica organizativa fragmentada.

Por Antonio Muñiz


La campaña bonaerense lo ilustra: el oficialismo fagocitó al PRO para ofrecer una derecha unificada, mientras el peronismo logró un cierre único pero “con parches”; y, entre ambos, terceras vías compiten por un electorado moderado descreído y con niveles de abstención altos en los comicios intermedios del año. La resultante es un voto más volátil, con coaliciones “de ocasión” que maximizan bancas, pero no necesariamente ordenan el sistema.

El resultado es un sistema que se arma para competir, no necesariamente para gobernar.

Peronismo: unidad, pero las tensiones que no desaparecen

El peronismo logró un cierre sorprendentemente ordenado para sus estándares recientes, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. La marca “Fuerza Patria” y la distribución de lugares entre el kicillofismo, intendentes y La Cámpora encapsulan una lógica de “unidad por necesidad”, que evita la ruptura a costa de postergar disputas. En PBA, el ensamble fue más prolijo que en otras ocasiones y envió la señal que buscaba: proteger el bastión bonaerense frente al avance libertario.

Aun así, la unidad formal convive con tensiones reales por liderazgo y estrategias que no se resuelven con la foto de cierre y también ha dejado heridos que por lo bajo expresan su malestar. Tal el caso del Movimiento Evita que quedó afuera de todo y dice que CFK armó una lista para perder. Las razones del enojo fueron una apuesta fallida por la intendenta Mariel Fernández, una pulseada por Leonardo Grosso que no prosperó en la justicia y un acuerdo en Santa Fe que los dejó afuera. 

El termómetro político es claro: si el peronismo gana en septiembre (elección provincial) u octubre (nacional), Axel Kicillof saldrá fortalecido dentro del espacio; si pierde, el pase de facturas será intenso y reabrirá la puja entre el kicillofismo y el kirchnerismo duro. Esa lectura no es caprichosa: el propio proceso de cierre exhibió una paz “in extremis” y “con cláusula de revisión” tras los comicios, como subrayaron crónicas que describieron la unidad como frágil y obtenida contra reloj.

Algo que queda se evidencia en forma mas notoria, con este armado para octubre, es que el PJ mas allá del sello, va dejando de ser un partido nacional, configurándose como un mosaico de identidades circunscriptas a los limites y liderazgos de cada provincia.

La Libertad Avanza: centralización, armados desparejos y aliados heridos

En el oficialismo, la novedad es la centralización. Karina Milei fijó un criterio claro —disciplina y lealtad— y lo aplicó de arriba abajo. Ese comando unificado ordenó la boleta nacional, pero no evitó escenas de desorden y heridas en cierres provinciales: hubo vetos cruzados, tensiones con el PRO en algunas jurisdicciones y “outsiders” que desplazaron a figuras con recorrido partidario. La propia secretaria general blanqueó el estilo: “la lealtad no es una opción, es una condición”, en medio de quejas de armadores e influenciadores libertarios desplazados en PBA.

Córdoba es un caso testigo: Gabriel Bornoroni presentó lista con tropa propia; Rodrigo de Loredo (UCR) rechazó integrar la boleta libertaria al no aceptar un tercer lugar; y Luis Juez también fue borrado a ultimo momento, aunque siempre expresó acompañamiento político al gobierno. Son tres movimientos que, juntos, muestran la selectividad de LLA y el costo de su método de selección para socios potenciales.

En paralelo, hubo rupturas territoriales con el PRO —como en Río Negro— y negociaciones ásperas en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires para cerrar los casilleros “de arriba”.

El saldo es un oficialismo con un sello partidario fuerte y  competitivo, pero los armados provinciales muy heterogéneos, escasa representividad y mucha dirigencia lastimada.

Vale una nota de cautela frente a acusaciones circulantes sobre “venta de lugares” en listas: existen denuncias públicas y notas periodísticas que mencionan prácticas irregulares en etapas previas y en algunos distritos, negadas por el oficialismo y sin sentencia firme a la fecha. Lo relevante, políticamente, es que esas denuncias refuerzan el clima de sospecha y alimentan el relato opositor sobre el proceso de selección de candidaturas.

El PRO: de socio dominante a fuerza replegada

Si hubiera que elegir una imagen para el macrismo tras el cierre, sería la del “repliegue”. El PRO decidió subordinarse en la mayoría de los distritos a las listas de LLA y sólo presentó boleta propia en tres provincias (Córdoba, Río Negro y Santa Cruz). Además, muchas figuras conocidas quedaron fuera de competencia, como Fernando Iglesias en CABA. La lectura interna —incluso entre dirigentes amarillos— es que el partido atraviesa una etapa de repliegue y “refundación” mirando a 2027, tras ceder protagonismo en el armado 2025.

La decisión de ir “adentro” de LLA en Capital y buena parte del país cierra una fase de la relación Macri–Milei: de la alianza táctica de 2023 a la competencia por espacios en 2025, con el PRO aceptando ubicaciones secundarias a cambio de preservar presencia legislativa. La fractura de 2024 entre halcones y dialoguistas, y la absorción “de hecho” por LLA, explican el quiebre organizativo del otrora socio mayor de JxC.

La “tercera vía”

El intento de construir una avenida del medio llegó esta vez con más sustancia que en 2023. En Buenos Aires se montó, no sin conflictos, Somos Buenos Aires, un armado con radicales, peronismo no K y fuerzas del centro, que los cronistas describen como moderado y con expectativas acotadas, en torno al 5%.  La figura mas notoria, encabezando la lista de la Primera Sección, es el intendente de Tigre, Julio Zamora, enfrentado a Sergio Massa y Malena Galmarini

En ese esquema, Florencio Randazzo, Margarita Stolbizer y Emilio Monzó lograron lugares expectables en las lista de diputados nacionales de la Provincia de Buenos Aires.

Confirmando que la UCR también debate su identidad en la era Milei, no resistió el cierre de listas y se partió en cuatro, Abad, Manes, Lousteau y Miguel Fernández tributan a listas diferentes. La interna del partido que nunca sanó y las negociaciones electorales rompieron todo.

Al mismo tiempo, Elisa Carrió y la Coalición Cívica presentaron listas propias, reforzando la fragmentación del “centro“

Córdoba condensa otra variante del “medio”: Juan Schiaretti reingresó a pista con voluntad de polarizar con Milei en la disputa provincial.

En simultáneo, LLA presentó en Córdoba una lista con fuerte impronta propia, dejando afuera a Juez y De Loredo  y apenas una presencia PRO simbólica Laura Rodríguez Machado, signo de la dificultad de ampliar coaliciones en terrenos donde las dirigencias locales tienen vida propia.

El saldo: una tercera vía debilitada,  muy dependiente de liderazgos territoriales.

¿Qué mirar de cara a septiembre y octubre?

Si el peronismo gana PBA (septiembre) y resiste en octubre, Kicillof capitaliza. El gobernador impondrá agenda y nombres dentro del dispositivo, acelerando la discusión de recambio dirigencial. La tensión con el kirchnerismo duro, lejos de resolverse, se reconfigurará con él en ventaja. Si el peronismo pierde, el pase de facturas posterior sera complejo de encauzar, seguramente se potenciaran las tensiones y conflictos y el futuro se convertirá en un escenario de fractura, en la medida que no se resuelva el liderazgo del espacio.

Si LLA logra imponerse en Buenos Aires y sostiene la “derecha unida”, la centralización paga. Karina Milei habrá validado su método y el oficialismo ampliará su tropa legislativa con “lealtades” aseguradas. Pero el costo territorial —aliados heridos— puede reaparecer en la negociación día a día del Congreso.

Si la tercera vía supera el umbral de relevancia, se vuelve partido “bisagra”. Un 7–10% nacional, o una buena elección metropolitana, obligara a rearmar mayorías y da aire a gobernadores e intendentes moderados. Su talón de Aquiles: la falta de una coordinación nacional y la difícil convivencia entre radicales, peronistas no K y fuerzas locales.

Futuro Congreso: mas allá del resultado de las urnas, el 70% de las bancas en juego cambian de nombre y hay históricos que se jubilan. Por ejemplo en Diputados, no renuevan sus bancas figuras como Moreau, Vidal, Iglesias, Milman,  Tetas, Laspina y De Loredo, etc. En el Senado habrá pocas reelecciones, siendo uno de los que dejan su banca el entrerriano Alfredo De Angeli.

El cierre como radiografía

Los cierres dejaron una enseñanza simple: la fragmentación no es un accidente; puede ser una herramienta que los actores usan para negociar mejor en un tablero sin hegemonías claras.

El peronismo llegó a su unidad “más prolija en años”, pero no resolvió sus conflictos subyacentes.

LLA ordenó su boleta bajo la vara de la lealtad, al precio de dejar heridos en provincias claves y perder representatividad en los territorios.

El PRO confirmó su repliegue, y la tercera vía demostró que existe —aunque frágil— cuando hay liderazgos territoriales fuertes detrás.

En cualquiera de estos caso subyace un diagnóstico común: la política  nacional— se está reconfigurando más por la urgencia y la correlación de fuerzas que por la existencia de proyectos estratégicos de largo plazo, o viejas lealtades partidarias.

Es el reino del pragmatismo extremo, donde la consigna tácita parece ser “juntos por un lugar en la lista” antes que la unidad detrás  de un proyecto.

 

Loa acuerdos de cierre de listas no son sólo un trámite: son una radiografía de una política en proceso de desintegración y recomposición. La fragmentación muestra los límites institucionales y organizativos de los viejos partidos tradicionales, el ascenso o el declive de liderazgos y la emergencia de una práctica política dominada por lo táctico.

Entender las próximas elecciones  no será sólo ver resultados, será leer los patrones y tendencias de cómo se configura el poder en un sistema que ya no funciona como antes.