«Michael Hudson es un economista estadounidense heterodoxo, muy crítico del sistema financiero global y del papel de EE.UU. en la economía mundial. Su enfoque se aleja de la economía ortodoxa y se inscribe en una tradición que combina el análisis histórico, la geopolítica y la economía política«.
Michael Hudson advierte en sus escritos sobre una fractura creciente entre el Sur Global y el bloque de poder financiero liderado por Estados Unidos y Europa. A través de la deuda, el libre comercio y la privatización forzada, las economías periféricas son capturadas por un modelo rentista que impide su desarrollo soberano. China representa la alternativa más desafiante a ese orden.
La estructura de poder del neoliberalismo global
El sistema económico mundial actual, sostiene Hudson, se basa en una lógica de extracción de rentas que beneficia a una oligarquía financiera concentrada en EE.UU., Reino Unido y Europa occidental. A diferencia del capitalismo industrial clásico, que promovía la inversión productiva y el desarrollo manufacturero, el orden neoliberal privilegia las ganancias obtenidas mediante intereses financieros, rentas inmobiliarias y monopolios privatizados.
Este modelo no busca expandir la economía real, sino capturar ingresos existentes a través de mecanismos de deuda, desregulación y libre comercio. Así, los sectores clave como la energía, el agua, el transporte o las telecomunicaciones son entregados a manos privadas, eliminando el potencial de desarrollo interno de los países dependientes.
Hudson llama a esto «parasitismo económico», en donde las economías del Sur Global son forzadas a actuar como “huéspedes” de una oligarquía rentista global.
La deuda como arma de control
La deuda externa es el principal instrumento que utiliza el Norte Global para someter fiscalmente al Sur. Instituciones como el FMI y el Banco Mundial condicionan préstamos a reformas estructurales que implican privatizaciones masivas, recortes de subsidios y liberalización del comercio. En lugar de invertir en salud, educación o infraestructura, los países deudores destinan una porción creciente de sus presupuestos al pago de intereses y amortizaciones.
Esto impide el desarrollo autónomo y condena a muchas naciones a ser exportadoras de materias primas sin industria ni soberanía monetaria. Según datos de la UNCTAD (2023), más del 60% de los países de bajos ingresos destinan al menos el 20% de sus ingresos fiscales al servicio de la deuda.
Hudson compara esta situación con el sistema colonial del siglo XIX, donde el control ya no es militar, sino financiero.
Libre comercio: una trampa para el desarrollo
Uno de los puntos clave del análisis de Hudson es que el libre comercio, lejos de ser una vía al crecimiento equitativo, ha sido históricamente utilizado por las potencias centrales para impedir el desarrollo industrial de los países periféricos.
Gran Bretaña, por ejemplo, impuso tratados de libre comercio a sus colonias una vez que ella misma se había industrializado, con el objetivo de impedir que otras naciones protejan su manufactura local. Esta lógica se mantiene hoy: acuerdos comerciales contemporáneos limitan la capacidad de los Estados del Sur para implementar aranceles, subsidios o políticas industriales activas.
China, en cambio, ha desarrollado su economía protegiendo sectores clave, invirtiendo en infraestructura estatal y controlando estratégicamente sus recursos naturales. Esto la convierte, según Hudson, en una amenaza sistémica para el orden neoliberal.
China y la alternativa multipolar
El modelo chino, con una fuerte planificación estatal, inversión en ciencia y tecnología y bancos públicos, representa una alternativa real al sistema dominado por las finanzas occidentales. Su estrategia incluye proyectos como la Franja y la Ruta, el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS y acuerdos en monedas locales, todos mecanismos diseñados para disminuir la dependencia del dólar y del sistema financiero anglosajón.
Washington considera esta evolución una amenaza existencial, no porque China pretenda una conquista militar, sino porque demuestra que es posible crecer sin subordinarse al FMI ni al capital financiero occidental.
Como afirmó recientemente el politólogo estadounidense John Mearsheimer:
“El desafío chino es ideológico y económico. Si su modelo tiene éxito, otros países querrán imitarlo, y eso pondrá fin al orden liberal internacional tal como lo conocemos”.
Mayoría Global vs. Oligarquía financiera
Hudson plantea que lo que está en juego hoy es un conflicto civilizatorio: la mayoría de los países del mundo —más de 130 que no forman parte del núcleo atlántico— buscan romper con el dominio estructural de una élite financiera que concentra la riqueza y dicta las reglas globales.
El surgimiento de conceptos como “Mayoría Global” (en oposición al “Occidente Global”) expresa una toma de conciencia sobre la necesidad de una nueva arquitectura económica internacional, basada en la soberanía sobre los recursos, el desarrollo equilibrado entre lo público y lo privado, y la gestión democrática de los bienes comunes.
Este giro se ve reflejado en el crecimiento de los BRICS+, en las demandas por una reforma profunda del sistema financiero internacional y en la resistencia a nuevos tratados de libre comercio como el CPTPP o el TTIP.
Privatización y pérdida de soberanía
En numerosos países del Sur, la receta ha sido siempre la misma: ajuste fiscal, apertura comercial, desregulación y privatización. Los resultados son conocidos: infraestructura colapsada, servicios esenciales ineficientes, fuga de capitales y dependencia tecnológica crónica.
En América Latina, por ejemplo, la década de los ’90 representó la aplicación más extrema de estas políticas. Como resultado, países como Argentina o Perú entregaron redes ferroviarias, energía, telecomunicaciones y fondos de pensión a manos extranjeras. Esto produjo una pérdida sustantiva de autonomía económica.
Para Hudson, la solución no pasa por “reformar el capitalismo financiero”, sino por superar el modelo rentista a través de una nueva arquitectura fiscal, bancaria y comercial. Solo así los países podrán controlar su propio destino.
Hacia un nuevo paradigma económico global
La pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y el conflicto en Gaza han acelerado el proceso de transición geopolítica. Cada vez más países cuestionan el rol dominante del dólar, la legitimidad de organismos como el FMI y el Banco Mundial, y buscan alianzas horizontales y solidarias en lugar de relaciones de dependencia.
Michael Hudson concluye que estamos ante una bifurcación histórica:
“La economía mundial seguirá dividida entre las naciones rentistas occidentales y los países que luchan por liberarse de esa camisa de fuerza. La opción es clara: sumisión o soberanía”.
Más allá de la deuda, más allá del dólar
El análisis de Hudson, respaldado por tendencias actuales en la economía global, permite comprender que el verdadero conflicto no es entre democracias y autocracias, ni entre Este y Oeste, sino entre el derecho de los pueblos a desarrollarse y una minoría oligárquica que busca perpetuar sus privilegios a través de la deuda, la renta y el control financiero.
La tarea del Sur Global es monumental, pero ya ha comenzado: construir un orden económico justo, plural y centrado en la vida, no en las finanzas.
ANTONIO MUÑIZ
