Dólar, especulación y parálisis: el frágil equilibrio económico en la antesala electoral


Pese al respiro técnico del dólar mayorista al inicio de agosto, la dinámica cambiaria devela tensiones estructurales no resueltas: descoordinación oficial, ancla cambiaria artificial y una economía en compás de espera frente a un programa que sigue atado a los vaivenes del mercado y del calendario electoral.

Por Data Política y Económica


Tras cerrar julio con una suba acumulada del 14%, el dólar mayorista retrocedió levemente este viernes 1° de agosto a $1.364, en una jornada volátil que pareció más un paréntesis que una señal de estabilidad. La baja de $10 respecto del día anterior no logra disimular el trasfondo: un mercado cambiario altamente intervenido, una política económica sin rumbo claro y una creciente fragilidad en la relación entre precios, tasas y expectativas.

El dólar oficial minorista también cedió levemente hasta ubicarse en $1.375 según el promedio del BCRA, mientras que el blue quedó sin cambios en $1.335, el MEP cayó a $1.357 y el contado con liquidación (CCL) avanzó a $1.366,90. Las cifras muestran una brecha contenida artificialmente, pero no eliminan la pregunta de fondo: ¿puede sostenerse este esquema sin una corrección más profunda?


Un ancla que no flota

El Banco Central insiste en presentar la política de tipo de cambio como parte de un esquema de «flotación libre», pero los hechos indican lo contrario. La presencia constante del BCRA en el mercado de futuros, las intervenciones indirectas en los dólares financieros y la manipulación de tasas de interés sugieren una flotación intervenida —o “flotación sucia”, como la denominan los economistas del establishment— que posterga, pero no resuelve, los desequilibrios de fondo.

El economista Alfredo Romano reconoce que “el Gobierno sigue poniendo un piso”, pese a la retórica liberal. Asegura que el tipo de cambio real está bajo y que aún hay espacio para una corrección. Pero el problema no es solo de precios relativos: es de confianza, dirección y capacidad de gestión.

Por su parte, el director de C-P Consultora, Pablo Moldovan, alertó que el mercado ya no cree en el discurso de libre mercado y comenzó a testear los límites del esquema oficial. «Se viene el trimestre más difícil», advirtió, aludiendo al contexto electoral, donde la política monetaria y cambiaria se encuentra atrapada entre el miedo a un desborde y la necesidad de sostener la narrativa del éxito.

Reservas, agro y señales mixtas

Pese a la fragilidad del escenario, julio cerró con un dato positivo: las liquidaciones del agro alcanzaron los u$s4.102 millones, un 57% más que en julio de 2024 y récord desde 2002. Este dato, sin embargo, tiene sabor a excepción. Economistas advierten que el efecto de la baja de retenciones ya se agotó y que en los próximos meses las liquidaciones podrían ubicarse “muy por debajo del promedio”, lo cual impactaría en la capacidad del BCRA para sostener la pax cambiaria.

A eso se suma la señal contradictoria del Gobierno sobre el uso de reservas. El BCRA pasó de una postura ortodoxa de acumulación a una lógica pragmática de intervención, perdiendo coherencia y previsibilidad en el camino. “El signaling debe volverse más claro”, reclamó Romano. Pero a esta altura, más que señales, el mercado exige certezas.

Elecciones y modelo en stand by

La economía argentina parece en pausa, a la espera del resultado de las elecciones legislativas de octubre. La falta de un programa económico integral —más allá del ajuste fiscal y la motosierra discursiva— genera un clima de incertidumbre donde cada movimiento del dólar se sobredimensiona.

A diferencia de los relatos de “normalización” que intenta instalar el oficialismo, la realidad muestra un escenario de precariedad sostenida: inflación de dos dígitos mensuales, caída de la actividad industrial y del consumo, tasas reales negativas y una deuda del BCRA que sigue creciendo vía pasivos remunerados. Mientras tanto, los fondos especulativos aprovechan la ventana de oportunidad del carry trade, pero sin compromisos de largo plazo.

¿Y después del dólar?

El riesgo no es solo cambiario. El atraso del tipo de cambio real, combinado con la apertura importadora y la recesión productiva, está acelerando un proceso de desindustrialización silenciosa. El dólar barato para algunos sectores es un espejismo que encarece la producción local, desalienta exportaciones no agropecuarias y potencia la primarización de la economía.

Sin una política industrial activa ni un programa cambiario sustentable, Argentina vuelve a caminar la cornisa de crisis pasadas. El dólar, una vez más, actúa como síntoma de una enfermedad más profunda: la falta de un proyecto económico nacional que articule estabilización con desarrollo.

Conclusión

La calma cambiaria de los últimos meses no es resultado de un éxito de gestión, sino de una combinación temporal de factores: liquidación del agro, control oficial, y expectativas contenidas a la fuerza. Pero el margen de maniobra se reduce cada semana. Las elecciones de octubre no resolverán por sí solas el problema: apenas lo postergan. Si el Gobierno no logra estabilizar expectativas, construir consensos y redefinir el rumbo, el rebote del dólar será solo cuestión de tiempo.