Unidad estratégica y proyecto histórico: bases para un nuevo modelo de país.
por Antonio Muñiz
El cierre de listas ordenó al peronismo bonaerense en una propuesta unificada, como respuesta táctica al avance libertario. Pero la unidad no puede agotarse en lo electoral, debe convertirse en el cimiento de un frente nacional, popular y federal con vocación de poder, capaz de transformar las estructuras que sostienen la pobreza, la dependencia y una economía primarizada.
Más allá de lo electoral
La coalición que se ha conformado —más por necesidad que por síntesis— debe encontrar rápidamente su razón de ser en una propuesta de país. Superar la fragmentación interna implica reconocer que las diferencias no son de fondo ideológico, sino de liderazgos, estilos, métodos y trayectorias.
Sin una discusión franca sobre estos aspectos, cualquier victoria parcial corre el riesgo de ser efímera.
Así las tensiones internas, hasta ahora contenidas, deberán canalizarse en una discusión seria sobre liderazgo, organización y sobre todo sobre un programa de gobierno. No hay lugar para especulaciones ni para proyectos personales. El pueblo argentino necesita de una fuerza política que lo represente con claridad, que le hable con franqueza, y que tenga la capacidad de gobernar con eficacia y sensibilidad social.
Por ello lo verdaderamente urgente es que el proceso de unificación se ponga al servicio de un modelo productivo inclusivo, federal y sostenible. La Argentina no puede seguir siendo rehén de un patrón de acumulación extractivo y centrado en la renta financiera. La primarización de la economía, impulsada tanto por factores estructurales como por políticas deliberadas, ha generado una matriz de crecimiento sin empleo, que condena a vastos sectores de la población a la marginalidad.
Luchar contra la pobreza desde el trabajo
La erradicación de la pobreza no es una consigna retórica, sino una necesidad civilizatoria. No habrá desarrollo con millones de compatriotas excluidos del acceso a derechos básicos. Por eso, cualquier propuesta de unidad que se precie de tal debe asumir como prioridad la creación de empleo genuino, a partir de un modelo que promueva la industrialización con valor agregado, el fortalecimiento del mercado interno, la economía del conocimiento y el impulso a las economías regionales.
El pueblo argentino necesita de una fuerza política que lo represente con claridad, que le hable con franqueza, y que tenga la capacidad de gobernar con eficacia y sensibilidad social.
El desempleo, la informalidad y la precarización laboral son síntomas de una estructura desequilibrada que debe ser transformada. No alcanza con planes compensatorios ni con asistencias de emergencia. Hace falta un Estado inteligente y planificador, que oriente inversiones, proteja sectores estratégicos, y articule un pacto productivo que incluya a trabajadores, empresarios nacionales, universidades y gobiernos locales.
Federalismo como principio de desarrollo
La dimensión territorial de cualquier proyecto de transformación debe ser prioritaria. El país arrastra un modelo profundamente centralizado que concentra recursos y decisiones en pocas manos y en pocos territorios. La construcción de un frente nacional y popular debe incorporar una mirada federal, que reconozca las diversidades productivas, culturales y sociales de cada región, y que promueva la equidad entre provincias y municipios.
El federalismo no puede ser solo un reclamo administrativo: debe ser parte del diseño económico y político del nuevo proyecto. Infraestructura, conectividad, logística, educación técnica y crédito productivo son herramientas fundamentales para reconstruir un entramado productivo diverso y equilibrado en todo el territorio.
Una estrategia internacional soberana
La crisis actual no es solo nacional. El mundo atraviesa una etapa de redefinición del orden geopolítico, con disputas entre potencias, transiciones energéticas, crisis climática y nuevos modelos tecnológicos. Argentina debe articular una estrategia internacional que le permita insertarse con soberanía, defendiendo sus recursos estratégicos, fortaleciendo la integración regional y promoviendo una agenda de desarrollo inclusivo.
La lógica de dependencia que históricamente marcó la relación del país con los centros de poder financiero y comercial internacionales debe ser reemplazada por una diplomacia activa y una estrategia comercial orientada a la exportación de valor agregado. Sin autonomía económica no hay soberanía política, y sin soberanía política no hay justicia social.

Construir el futuro
La unidad alcanzada es solo el punto de partida. Lo que sigue es la construcción de un proyecto de transformación con raíces profundas en la historia nacional, pero con la mirada puesta en el futuro. Un frente nacional, popular y federal que no se conforme con administrar la crisis, sino que se proponga superarla. Que no se limite a disputar espacios de poder, sino que busque modificar las estructuras que producen desigualdad, dependencia y exclusión.
La Argentina necesita volver a soñar, pero sobre todo necesita volver a planificar su porvenir. La unidad, si se convierte en proyecto y en una agenda de futuro, puede ser el inicio de ese camino.
