Panorama semanal: Relatos gastados y fracturas en todos los frentes.


La semana que termina profundizó el cuadro de descomposición política y agravamiento económico que atraviesa la Argentina. El oficialismo, incapaz de ofrecer respuestas estructurales, se replegó una vez más en su retórica violenta y confrontativa.

Antonio Muñiz


Mientras tanto, las señales del colapso se multiplican: la desconfianza del mercado hacia el plan Caputo, la caída del consumo, la fuga de cerebros del sistema universitario, el malestar creciente en las provincias y la reactivación de las luchas sociales marcan un punto de inflexión en el rumbo del país.

Lejos de consolidar una estrategia política, el gobierno de Javier Milei se atrinchera en el griterío. Tras días de perfil bajo, el Presidente regresó con insultos dirigidos a Axel Kicillof, a quien llamó “pelotudo”, “burro eunuco” y “limitado”, en una escalada verbal que revela no sólo el desprecio por la institucionalidad, sino una peligrosa falta de control. Lo hizo apenas horas después de que su ministro del Interior, Guillermo Francos, se retirara ofendido del Senado tras ser llamado “mentiroso” por legisladores que lo acusan de incumplir acuerdos. El Ejecutivo pierde interlocutores, autoridad y tiempo.

Mercado en rebeldía: la crisis se traslada a la deuda en pesos

En paralelo, el mercado local comenzó a reaccionar con señales de desconfianza hacia el ministro de Economía, Luis Caputo. Esta semana no logró renovar ni siquiera el 40% de la deuda en pesos, lo que revela un creciente escepticismo sobre la sostenibilidad del esquema financiero del gobierno. La licitación fue un fracaso, y si bien el Banco Central salió a sostener los vencimientos con colocaciones propias, el riesgo de una corrida sobre los instrumentos en pesos empieza a tomar forma. El plan Caputo, basado en represión monetaria y tasas artificialmente altas, cruje por todos los costados.

El superávit fiscal exhibido con orgullo pierde valor ante la sangría comercial (más de 5.000 millones de dólares de déficit) y un mercado interno que se achica a pasos acelerados. La política de dólar barato para sostener el ancla antiinflacionaria está generando un desequilibrio externo insostenible, con advertencias implícitas por parte de la misión técnica del FMI, que visitó Buenos Aires sin brindar declaraciones públicas. Según fuentes reservadas, el organismo se fue preocupado por el incumplimiento de metas y las dudas crecientes sobre la viabilidad del programa.

Universidades en emergencia y fuga de talentos

El ajuste también impacta con fuerza sobre el sistema educativo y la salud publica. Esta semana se confirmó la aceleración de la fuga de investigadores y docentes universitarios ante el desplome de los salarios y la pérdida de condiciones laborales. Argentina, históricamente exportadora de conocimiento y talento, hoy ve cómo su capital humano emigra silenciosamente. A este cuadro se suma  una nueva movilización universitaria impulsada por gremios docentes, no docentes y estudiantes, que buscan mantener viva la protesta luego de la masiva marcha de abril.

La situación es crítica: muchas universidades ya han recortado programas de investigación, becas y hasta servicios básicos. El deterioro del sistema universitario es una de las consecuencias más graves, y menos reversibles, del ajuste. Es también una señal de que el Gobierno, al desfinanciar la educación superior, erosiona uno de los pilares de cualquier proyecto de desarrollo nacional.

La avanzada de desguace sobre los hospitales nacionales se mantiene constante a pesar de la fuerte resistencia de los sectores agredidos. La restricción salarial sobre el personal de salud, mas el ajuste sobre el los gastos de funcionamiento, ponen en duda un funcionamiento normal, de hospitales como  el Garrahan, un centro de excelencia en atención pediátrica. La motosierra, sin criterio político y sin sentido, solo destruye capital humano y social, que se tardara décadas en reconstruir.

Fragmentación del peronismo y pujas internas por el control del aparato

En el plano opositor, el peronismo sigue atrapado entre la resistencia y la desorientación. Mientras el Instituto Patria insiste en la campaña “Cristina Libre” con escasa adhesión de los gobernadores, Máximo Kirchner reunió al PJ bonaerense para comenzar a ordenar la interna de cara al cierre de listas. Las negociaciones con Axel Kicillof y Sergio Massa, tensas pero inevitables, marcan el inicio de una etapa de reconfiguración interna, por ahora sin liderazgos indiscutidos. En paralelo, el fracaso del intento por sancionar la reelección indefinida de intendentes reflejó los límites del poder territorial en tiempos de crisis.

Por su parte, Juan Schiaretti reapareció con fuerza y dejó trascender su intención de construir una fórmula presidencial con Facundo Manes para 2027. Su armado busca capitalizar el desencanto de sectores moderados, peronistas no kirchneristas y radicales, frente a un escenario polarizado y agotado.

Gobernadores en pie de guerra y tensión con las Fuerzas Armadas

Esta semana también se vivió un nuevo capítulo en el desgaste de las relaciones entre la Casa Rosada y las provincias. Varios gobernadores aliados al oficialismo se sumaron al reclamo por la liberación de ATN (Aportes del Tesoro Nacional), mostrando que incluso los apoyos circunstanciales tienen un límite cuando el asfixiamiento financiero se vuelve insostenible.

Simultáneamente, se agravó la crisis institucional en el Colegio Militar, lo que volvió a tensar la relación entre las Fuerzas Armadas y el ministro Luis Petri. Las denuncias por corrupción, malversación de fondos en la obra social, internas por designaciones irregulares y el manejo político de las estructuras militares reflejan el nivel de improvisación del gobierno en todas las áreas sensibles.

Final abierto: agotamiento de la política y urgencia de futuro

Los síntomas son múltiples y convergentes: mercados que ya no creen, provincias en rebeldía, clases medias angustiadas por el endeudamiento, y un tejido social que se deshilacha día a día. El Presidente intenta recuperar protagonismo con insultos y amenazas, pero la sociedad muestra signos de hartazgo ante un relato que ya no emociona ni explica.

La política argentina asiste a un proceso de deslegitimación generalizada, donde ni el oficialismo ni la oposición logran ofrecer certezas. En este contexto, la demanda por una alternativa realista, democrática y productiva se vuelve urgente. No alcanza con administrar el caos: hay que construir un horizonte.