Argentina 2025: un país atrapado entre la recesión y la desigualdad

En un país donde la historia económica parece repetirse con la insistencia de un eco desgarrador, la Argentina de 2025 exhibe cifras que remiten al colapso de 2001.


La caída del salario real, el desplome del consumo y la fragilidad del empleo formal configuran un escenario de precarización creciente. Sin embargo, la crisis actual presenta matices propios que reflejan la reconfiguración estructural de la economía argentina y las políticas que la han moldeado en las últimas décadas.

Un salario mínimo en retroceso

Según un informe del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP), el salario mínimo ha perdido un 30% de su poder adquisitivo desde noviembre de 2023, cayendo por debajo de los niveles de la crisis de la convertibilidad. La comparación con 2011 es aún más impactante: lo que entonces representaba una base para el ascenso social, hoy es insuficiente para cubrir necesidades básicas.

El retroceso salarial no es un dato aislado, sino la consecuencia de un modelo económico que, al priorizar la estabilidad fiscal y la desaceleración inflacionaria, ha relegado la distribución del ingreso. La teoría del derrame, tantas veces enunciada como justificación de los ajustes, no ha dado señales de materializarse.

Consumo en su punto más bajo: una mayoría sin capacidad de compra

El 75% de la población ha quedado excluida del mercado de consumo, según Claudio Daniel Boada, director de la Unión de Usuarios y Consumidores. La caída del poder de compra ha sido del 30% en el primer año de gobierno de Javier Milei, a pesar de que la inflación ha mostrado signos de desaceleración. Este fenómeno, lejos de ser una señal de recuperación, es interpretado como una «falsa desaceleración», resultado de una retracción del consumo que impide nuevas subas de precios por falta de demanda.

El regreso del «dólar del colchón» como estrategia de supervivencia

En un contexto de ingresos deteriorados, sectores medios han recurrido a la venta de dólares como una estrategia de corto plazo para sostener su nivel de vida. Esta práctica, que ya se observó en crisis anteriores, genera un espejismo de estabilidad: la oferta de dólares atenúa la presión sobre el tipo de cambio, pero no resuelve el problema de fondo. En términos estructurales, la falta de ingreso disponible sigue determinando una contracción del mercado interno y un deterioro de la calidad de vida.

El FMI y la sombra de la devaluación

La relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) es otro de los factores que condiciona el futuro económico inmediato. Si bien el acuerdo recientemente aprobado ha permitido evitar una crisis cambiaria inmediata, el riesgo de nuevas devaluaciones sigue latente. En un contexto donde cada salto en el dólar se traduce en un incremento inmediato de los precios, las devaluaciones implican una transferencia de recursos de los sectores bajos y medios hacia las grandes corporaciones y el sistema financiero.

Empleo formal en jaque

El mercado laboral también refleja la fragilidad del modelo económico vigente. En diciembre de 2024, el país contaba con 6,25 millones de trabajadores asalariados formales, pero la pérdida de 105.000 puestos de trabajo en el último año sugiere que el estancamiento del empleo es una tendencia persistente. Con salarios insuficientes y una oferta de empleo estancada, muchos trabajadores se ven obligados a refugiarse en la informalidad o a buscar alternativas fuera del mercado laboral tradicional.

La disyuntiva del modelo económico

A pesar de la retórica oficialista sobre el fin de la «casta política» y la necesidad de «ajustar el gasto público», los efectos de las políticas implementadas hasta el momento han sido desiguales. Mientras algunos sectores económicos han encontrado oportunidades en la desregulación y la apertura de mercados, la mayoría de la población enfrenta un retroceso en sus condiciones de vida.

El plan económico vigente no ha logrado revertir la crisis estructural que arrastra el país. La pregunta que queda abierta es si el gobierno persistirá en la actual estrategia de ajuste o si se verá obligado a reformular su hoja de ruta ante el deterioro del tejido social y productivo.

Mientras tanto, Argentina avanza en 2025 con los mismos números que marcaron el abismo en 2001. Pero la historia, aunque se repita, nunca es idéntica: las consecuencias del modelo actual están en desarrollo y su desenlace aún no está escrito.

Antonio Muñiz