De Washington a Moscú: ¿Un nuevo orden global?


El ocaso del atlantismo y el ascenso del nuevo orden multipolar

Las primera acciones de gobierno por parte de Donald Trump esta poniendo en cuestión  a todo el complejo entramado geopolítico actual, se advierte un cambio estructural profundo que pone en jaque el dominio del atlantismo y da paso a un nuevo orden global.

Mientras Estados Unidos enfrenta una crisis fiscal sin precedentes y Europa se sumerge en un declive económico acelerado, las alianzas emergentes del Sur Global avanzan con sigilo, transformando el mapa del poder internacional.

Estados Unidos: un imperio al borde del colapso financiero

El gobierno estadounidense se encuentra en un punto crítico donde sus gastos duplican los ingresos y la única vía para sostener su estructura es la emisión de deuda. Este déficit estructural es una bomba de tiempo que compromete su capacidad de influencia global.

Mientras tanto, el aparato de inteligencia sigue funcionando como una estructura autónoma que perpetúa el status quo a través de la desestabilización de  gobiernos y naciones del tercer mundo y la protección de los intereses del complejo militar-industrial norteamericana.

En este contexto, la reciente decisión del presidente Donald Trump de desclasificar documentos históricos sobre el asesinato de John F. Kennedy, Robert F. Kennedy y Martin Luther King Jr. refleja una lucha interna en la élite estadounidense. Este gesto, más allá de su simbolismo, busca erosionar el poder de las agencias de inteligencia que han dominado la política exterior y económica del país durante décadas.

El endeudamiento de Estados Unidos ha alcanzado niveles insostenibles, y la creciente desdolarización del comercio internacional ha debilitado aún más su posición hegemónica. Países como China, Rusia, India y Brasil han impulsado acuerdos para comerciar en monedas locales, reduciendo la dependencia del dólar y erosionando su papel como divisa de reserva global. Esta tendencia amenaza el pilar fundamental de la economía estadounidense, que ha basado su dominio en la emisión de dólares sin respaldo productivo.

Europa: entre el vasallaje y la decadencia

Los principales países de la Unión Europea han adoptado una estrategia de alineamiento irrestricto con la OTAN, prolongando la guerra en Ucrania a pesar de las consecuencias devastadoras para sus propias economías. Las sanciones impuestas a Rusia han resultado en un boomerang que golpea con fuerza a naciones como Alemania, Francia, España y el Reino Unido, sumiéndolas en recesión y debilitando su influencia en el escenario global.

A pesar de este deterioro evidente, las élites europeas parecen más preocupadas por sostener el andamiaje financiero y armamentístico que por atender las necesidades de sus pueblos. La subordinación a los intereses de Washington ha relegado a Europa a un papel secundario en el reordenamiento mundial, limitando su capacidad de autonomía estratégica. Mientras tanto, la crisis energética derivada de la interrupción del suministro de gas ruso ha encarecido los costos de producción, afectando severamente la competitividad de la industria europea frente a sus competidores asiáticos.

El futuro de Europa parece cada vez más incierto. Sin una política industrial propia y sin fuentes de energía confiables, la región ha quedado atrapada entre su dependencia de EE.UU. y su incapacidad de adaptarse a la nueva realidad geopolítica. La situación en Ucrania ha acelerado este proceso de decadencia, con un conflicto que solo ha servido para desangrar la economía del continente mientras Washington y Londres sacan provecho del caos.

El desguace de Ucrania y los acuerdos de paz de Trump y Putin

Desde el inicio del conflicto en 2022, Ucrania ha sido utilizada como un peón en la lucha de Occidente contra Rusia. La guerra, impulsada por intereses geopolíticos externos, ha resultado en la destrucción del país, la pérdida de vastos territorios y una crisis humanitaria sin precedentes. A medida que el apoyo occidental se debilita, Ucrania se enfrenta a una realidad inevitable: su fragmentación y subordinación a los intereses de potencias extranjeras.

En este marco, Donald Trump ha iniciado un proceso de acercamiento a Rusia, con el objetivo de negociar un acuerdo de paz. Trump ha reconocido que la continuación del conflicto solo beneficia al complejo industrial-militar y ha propuesto una solución que incluya el reconocimiento de Crimea como territorio ruso y una negociación sobre el futuro del Donbás. Por su parte, Vladimir Putin ha expresado su disposición a alcanzar un acuerdo que garantice la seguridad de Rusia y ponga fin a la expansión de la OTAN en la región.

Estos  movimientos marcan un cambio radical en la diplomacia global, Donald Trump y Vladimir Putin han establecido una mesa de negociación en Riad para discutir el fin del conflicto en Ucrania, dejando fuera de la ecuación tanto a Europa como al propio Volodímir Zelenski.

Este encuentro, auspiciado por Arabia Saudita, refleja el ocaso de la influencia europea en los asuntos estratégicos y consolida a Medio Oriente como un nuevo epicentro de la geopolítica mundial. La exclusión de los líderes europeos y ucranianos de la mesa de diálogo evidencia que las decisiones clave sobre el futuro del conflicto ya no dependen de Bruselas ni de Kiev, sino de un reordenamiento del poder impulsado por Washington y Moscú, con la mirada puesta en un nuevo equilibrio global.

El desguace de Ucrania parece inevitable. Con una economía destruida, una población en fuga y un liderazgo político desacreditado, el país está siendo desmantelado en beneficio de actores externos. Las empresas occidentales extrativistas y los fondos buitres han comenzado a adquirir tierras y activos estratégicos a precios de remate, mientras que la guerra ha servido para consolidar un modelo de dependencia absoluta respecto a Washington y Bruselas.

El avance imparable del Sur Global

Mientras Occidente se aferra a un modelo económico y geopolítico en crisis, los países del Sur Global avanzan con una agenda propia, cimentada en el fortalecimiento de sus economías y la cooperación regional. La expansión de los BRICS+ y el crecimiento de organizaciones como la ASEAN, la Liga Árabe y la Unión Africana evidencian un cambio de paradigma basado en el desarrollo productivo y el comercio interregional.

China, a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, ha consolidado su presencia en Asia, África y América Latina mediante inversiones en infraestructura y acuerdos comerciales estratégicos. Este enfoque pragmático y de largo plazo contrasta con la lógica belicista y extractiva del atlantismo, que ha quedado obsoleto frente a las nuevas dinámicas globales.

Además, el control de los recursos estratégicos se ha convertido en un elemento central del reordenamiento global. Rusia domina el mercado de energía y materias primas esenciales, mientras que China lidera la producción de minerales críticos para la transición energética, como el litio y las tierras raras. América Latina, con sus vastos recursos naturales, se posiciona como un actor clave en esta nueva configuración, buscando diversificar sus relaciones comerciales y reducir su dependencia de EE.UU. y la UE.

El fin de una era

El mundo se encuentra en una encrucijada histórica donde el poder ya no se concentra en los antiguos centros hegemónicos, sino que se redistribuye hacia nuevas coaliciones con una visión multipolar. El deterioro de Estados Unidos y Europa es irreversible en tanto persistan en su modelo especulativo y militarista.

El Sur Global, en cambio, apuesta por el desarrollo endógeno, la cooperación y la integración económica. Este proceso, aunque silenciado por los medios dominantes, es el verdadero motor del siglo XXI. Los próximos años definirán si la transición será ordenada o si el atlantismo optará por una salida desesperada para aferrarse a su decadente dominio.