Bien, ya está el resultado de las PASO: ganó Milei. Y pasadas varias horas del escrutinio, uno tiende a pensar que no debiera sorprendernos el hecho de que lo haya votado el 30% de quienes fueron a sufragar.
Antes de la elección, uno se preguntaba: por qué votar a Juntos por el Cambio? Se fueron hace apenas cuatro años del gobierno, dejando un país devastado en su economía, con una deuda a 100 años y con el FMI como acreedor, por casi 50 mil millones de dólares. Un desastre. Y también se preguntaba: por qué votar a Unión por la Patria? Pobreza, indigencia, inflación galopante, como resultado de una gestión que tiene, sin dudas como excusas razonables, una pandemia, una sequía inédita y una guerra que está aún haciendo un descalabro en la ecuación de precios internacionales de productos energéticos y alimentarios. Pero bueno, ante la cotidianeidad de poner comida sobre la mesa, la gestión de Alberto Fernández, deja mucho que desear. Con el agravante de que quien debiera solucionar esas cuestiones –Sergio Massa-, evidentemente no ha estado a la altura. Por eso decía que el resultado de la elección no debiera sorprendernos. Una parte mayoritaria del electorado, se hartó de macristas y de peronistas. Votó a Milei. Ahora la pregunta que corresponde, es: quiénes y por qué votaron a Milei?
Mi impresión, humildemente, es que el voto a Milei, fue el de los desesperados, que amanecen sin saber si van a comer durante el día. Un voto que no tiene nada que con la desesperanza, ni con la angustia de los que no fueron a votar. Un voto que no tiene nada que ver con la bronca del que puso una feta de salame o un preservativo usado en 2001. Nada de eso y lo reitero: el voto a Milei es un grito de desesperación, que busca ser escuchado. Y que si se lo decodifica correctamente, no tiene por qué repetirse en octubre.
El voto a Milei fue el de millones de jóvenes desangelados (de los que hablaba Patricio Rey, a través de Los Redonditos de Ricota), mas los de otros tantos trabajadores –formales e informales-, que le ponen 10 o 12 horas a su jornada laboral, para llegar, apenas, al día 20 del mes. Y obviamente, una porción muy minoritaria de freaks que son esencialmente, quienes conforman sus listas de candidatos.
Lo que sí me llama profundamente la atención, es que la respuesta inmediata del oficialismo ante el resultado de la elección, haya sido una devaluación y una suba de la tasa de interés. Dos medidas que tienden a aumentar la presión inflacionaria y por ende, la depreciación del salario.
Quedan 60 días hasta la elección general. Es de esperar que alguien se acuerde de la famosa frase: a grandes males, grandes remedios.
