El Gobierno y el Fondo llegaron a un acuerdo trabajoso ganando y perdiendo. Los puentes de Biden y la maldita inflación, el precio del tiempo comprado.
Adorable puente
Esa intervención de organismos internacionales revela el modo en que la administración de Joe Biden terminó por cumplirle al país con el tendido de un puente financiero. Sin esa cooperación, Argentina no habría podido pagar esos vencimientos sin convertir a China, una vez más, en su prestamista de última instancia.
Lo más duro para el país, con todo, pasa por la ratificación de la meta de déficit fiscal de 1,9% del PBI. Dados los desvíos provocados por la caída de la recaudación en sequía y lo que puede esperarse en materia de creciente gasto electoral, todo indica que el esfuerzo fiscal verdadero se realizará una vez que el Gobierno entienda que el ciclo electoral ha terminado. ¿Será después de octubre? ¿Será después de noviembre? El último bimestre del año puede augurarse muy duro en materia fiscal para el oficialismo saliente.
Por otra parte, el precio de no sacar los pies del plato del FMI y que, con eso, no se cayeran solamente los puentes con los organismos internacionales y aún la posibilidad de activar nuevos tramo del Swap radica en la resignación a una mayor inflación. Todas las medidas cambiarias que anunció el Gobierno en los últimos días, previas a la confirmación del entendimiento, apuntan a costos mayores para las empresas y a un traslado inevitable para el público usuario. Los informes ubican entre el seis y el 13% la remarcaciones en las listas de productos de primera necesidad, mientras consultoras de referencia ya apuntan que el impacto se haría sentir en agosto con un índice que comience con un nueve.
La tregua está firmada. Con ella, el Gobierno compra tiempo. El futuro sigue tan incierto como siempre.

Letra P
