«De historia, excusas y aburguesamiento» por Daniela Bambill

Cuarenta años de democracia ininterrumpida por primera vez en la historia de la República. Mucho de lo que sentirnos orgullosos como país y mucho para revisar si pretendemos una Patria justa libre y soberana como futuro.

La historia nos cuenta los hitos relevantes, pero esos hitos están plagados de historias mínimas, las historias de quienes nacen y mueren en el camino.

A 40 años, para quienes pasamos los 50 nos parece inconcebible que pibes que rondan los 20 estén pensando en votar a un energúmeno que no solo no hace ninguna propuesta concreta más que destruir al Estado, niega el genocidio y escupe odio sin filtro a quien lo quiera escuchar, sino que reniega de una supuesta “casta política” a la que él mismo pertenece. Un tipo que lleva dos años como diputado nacional y no ha trabajado nunca de diputado.

Parece inconcebible que el peronismo que ha sido los últimos 78 años símbolo de la esperanza de movilidad social ascendente, dignidad y esperanza no esté en las variables de estos jovenes.

Celebramos 40 años de Democracia con 40% de pobres, un ancla al FMI, alabando los designios del presidente yankee , siendo gobierno y con  una fragmentación interna que pareciera no tener resolución. El panorama no es muy alentador y seguramente poco seductor para esos pibes para los que la lucha por la Democracia es prehistoria.

Lo novedoso de estos tiempos es que a nadie parece importarle más que su propio sistema de creencias y ya no hay adversarios políticos con más o menos ideas de desarrollo para el país sino enemigos que apuntan a destruir a las personas que tienen en el bando contrario.

Como en una guerra invisible, la destrucción del enemigo es la premisa. Desde la estigmatización hasta el asesinato, todo es válido socialmente.

Cada individuo lucha por su propia causa, como esfuerzo superlativo de unidad aparecen tribus cerradas y compactas que proponen los largos discursos que resultan carentes de sentido para generaciones que han estudiado la historia de los egipcios, los persas, la Medialuna de las tierras fértiles, la Revolución Industrial y algo de la Revolución de Mayo en la escuela.

Si, el efecto antisistema y antipolítica en la escuela tiene muchas más aristas que la aparición de las redes sociales y un mundo que los empuja al consumo o al suicidio en el peor de los casos, pasando por la apatía o las causas “vendibles” como nobles desde el poder real, en el mejor de los escenarios.

El peronismo, al que Cooke describió como “el hecho maldito del país burgués” se ha transformado en una burguesía anquilosada que se siente muy cómoda en los pasillos del palacio y las discusiones intrascendentes  para un pueblo que históricamente ha esperado todo de él.

El peronismo siempre fue la esperanza de los nadies, de los que no se suben al escenario ni usan pulseritas VIP para estar en la foto de ocasión. El peronismo históricamente dio respuestas y jamás habló de “números en el Congreso” para avanzar en conquistas sociales, jamás utilizó la lógica del posibilismo para justificar lo que no hizo, porque si se trata de ampliar derechos y mejorar la vida del pueblo, para el peronismo nada es imposible.

La realidad ha cambiado y aquí estamos, con una Corte Suprema manejando los hilos del poder según las directivas de sus mecenas, un cura haciendo huelga de hambre y un puñado de personas acompañando lo que debería ser la causa popular más convocante, si fuésemos capaces de transmitir que la Democracia, la República, la Patria y la vida cotidiana de cada argentino y argentina están en manos de quienes quieren volver al 1900. Claro, para eso la escuela también debería haber hecho su parte y la historia no debería ser un par de horas aburridas sobre pueblos y culturas que nada tienen que ver con nuestro presente.

Faltan 4 meses para las elecciones el año en que celebramos 40 años de Democracia ininterrumpida quienes pintamos canas. Los más jóvenes, en su mayoría, desprecian a la política como una actividad de elite que está lejos de su realidad. El peronismo tiene la obligación de despertar de la modorra burguesa.

Tal vez sea tiempo de recordar a uno de los maestros más olvidados y ocultados de la historia latinoamericana, Simón Rodriguez y comprendemos que no hay muchos caminos: o inventamos o erramos… No queda demasiado tiempo, se lo debemos a nuestra historia y a nuestro futuro. Es ahora.

Por Daniela Bambill*

*Presidenta del Instituto Independencia