Peronismo 2027: Kicillof acelera su armado nacional, busca cerrar la interna bonaerense y sale a disputar el liderazgo federal
El gobernador bonaerense se prepara para iniciar en febrero una recorrida nacional con ambiciones presidenciales. Antes, necesita sellar una tregua en el PJ bonaerense y ordenar el frente interno frente a La Cámpora. Intendentes, gobernadores y el desafío de construir una alternativa competitiva para 2027.
Axel Kicillof decidió que es tiempo de dar el salto. Tras dos años de construcción política sostenida, el gobernador de la provincia de Buenos Aires avanza hacia el lanzamiento de un proyecto nacional con horizonte en 2027. La hoja de ruta combina tres movimientos simultáneos: resolver la disputa por el control del Partido Justicialista bonaerense, consolidar un esquema propio de poder territorial y comenzar, a partir de febrero, un tour federal que lo posicione como uno de los principales referentes del peronismo en la etapa post-kirchnerista.

La definición no es improvisada. En el entorno del gobernador señalan que el objetivo central fue, desde el inicio, evitar repetir la experiencia fallida del Frente de Todos y el liderazgo delegado que encarnó Alberto Fernández. Para Kicillof, la autonomía política respecto de Cristina Fernández de Kirchner era una condición necesaria para construir autoridad propia y aspirar a un liderazgo nacional con volumen real.
La interna bonaerense, último escollo
El principal obstáculo inmediato es la disputa por el PJ bonaerense. Allí se juega mucho más que una elección partidaria: está en juego la posibilidad de que Kicillof inicie su proyección nacional con una estructura partidaria alineada y sin focos de sabotaje interno.
Los intendentes que integran el Movimiento Derecho al Futuro (MDF), el espacio que el gobernador impulsó para equilibrar el poder de La Cámpora, presionan para que la conducción partidaria quede en manos del kicillofismo. El nombre de Verónica Magario aparece como opción de consenso, aunque lo central es el mensaje político: el PJ provincial debe ordenarse detrás del gobernador si pretende ser la columna vertebral de un proyecto presidencial.
El encuentro del Consejo del PJ en Malvinas Argentinas marcó un punto de inflexión. Allí se alcanzó un principio de tregua entre los distintos sectores. Se acordó ampliar el número de apoderados y modificar el esquema de mayorías de la junta electoral, que pasará a requerir dos tercios para la toma de decisiones. Formalmente, se fijó la fecha del 15 de marzo para una eventual interna, aunque ninguna de las principales tribus —el kicillofismo, el cristinismo y el massismo— parece dispuesta a llegar a una confrontación abierta.
“Una interna encarnizada cuando la situación social es tan delicada sería incomprensible”, admiten en voz baja desde distintos campamentos. En esa línea se inscriben las negociaciones entre Federico Otermín y Gabriel Katopodis para cerrar una lista de unidad que evite la ruptura y permita una transición ordenada en la conducción partidaria.
Autonomía política y señales al sistema
El camino hacia la autonomía tuvo hitos claros. El respaldo a Ricardo Quintela para el PJ nacional, el impulso al desdoblamiento electoral en la provincia y la negativa a seguir algunas recomendaciones estratégicas de Cristina Fernández de Kirchner fueron leídas, dentro del peronismo, como señales inequívocas de emancipación política. En el kicillofismo lo explican sin rodeos: “Sin proyecto propio no hay liderazgo posible”.
Ese proceso exigió, además, resolver la gobernabilidad en la provincia. La aprobación del Presupuesto y la autorización para un endeudamiento por 3.500 millones de dólares fueron claves para estabilizar la gestión y despejar el frente interno. Con ese respaldo legislativo, Kicillof considera que tiene margen para salir a caminar el país sin que la provincia se convierta en un flanco débil.
El inicio del tour federal
La primera foto fue en Formosa, junto a Gildo Insfrán. No fue casual. El gesto buscó correrse de la agenda de la interna bonaerense y comenzar a instalar a Kicillof como interlocutor nacional entre los gobernadores peronistas. Insfrán y Quintela aparecen, por ahora, entre los mandatarios más receptivos a su figura.
La estrategia federal apunta, en una primera etapa, a provincias donde el peronismo no gobierna o se encuentra fragmentado: Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. Allí, el armado se apoyará en intendentes y dirigentes municipales, con la Federación Argentina de Municipios como plataforma organizativa. La lógica replica el modelo bonaerense: construir desde el territorio, con jefes comunales como principales armadores políticos.
En paralelo, el tablero de los gobernadores muestra otros movimientos. Gerardo Zamora y Sergio Uñac también son mencionados como posibles presidenciables, en un esquema que Cristina Fernández de Kirchner parece alentar: múltiples candidatos recorriendo el país y una definición más cerca de 2027, basada en niveles de adhesión y capacidad de síntesis.
El desafío del liderazgo
Kicillof se mueve con cautela. No busca imponerse como jefe indiscutido, sino como un primus inter pares dentro del universo peronista. “La conducción no se decreta, se construye”, repiten incluso dirigentes cercanos a Máximo Kirchner, marcando los límites de cualquier intento de liderazgo acelerado.
En ese equilibrio delicado se juega el futuro del peronismo. Ordenar la provincia, evitar una fractura en el PJ y construir una propuesta federal capaz de interpelar a sectores más amplios que el núcleo kirchnerista son las condiciones que Kicillof necesita cumplir antes de lanzarse plenamente a la carrera presidencial.
El reloj ya está en marcha. Febrero marcará el inicio formal de la etapa nacional. Para entonces, el gobernador bonaerense apuesta a haber cerrado la interna y dejado el territorio bajo control. Solo así podrá encarar la fase más compleja: convencer a los conducidos de que su proyecto no es solo una ambición personal, sino una alternativa viable de poder para el peronismo en 2027.
