Liquidación anticipada del campo y superávit comercial: la foto que celebró el Gobierno, pero un frente externo cada vez más frágil
El récord de USD 2.498 millones en noviembre fue presentado como un hito del nuevo modelo económico. Pero detrás del número aparecen incentivos fiscales transitorios, adelanto de exportaciones, fuerte aumento de importaciones y una salida persistente de dólares que anticipan un 2026 complejo en el frente externo.
Argentina cerró noviembre con un superávit comercial récord de USD 2.498 millones, el más alto desde mayo de 2024. El Gobierno celebró el dato como una confirmación del rumbo económico basado en apertura, desregulación y alivio impositivo. Sin embargo, una lectura más profunda del balance cambiario muestra que el resultado responde más a factores coyunturales que a una mejora estructural de la restricción externa.
Las exportaciones totalizaron USD 8.096 millones, con un crecimiento interanual del 24%. Pero lejos de reflejar un salto genuino de la capacidad exportadora, el dato estuvo fuertemente influido por la liquidación anticipada del complejo sojero, incentivada por la eliminación transitoria de retenciones durante una ventana de apenas 48 horas acordada con las grandes cerealeras. Ese esquema permitió adelantar declaraciones de exportación que se concentraron en noviembre, inflando el resultado mensual.
Según la consultora Abeceb, el complejo sojero explicó gran parte del superávit. Solo la soja aportó USD 2.229 millones, muy por encima del promedio mensual del resto del año. El crecimiento se explicó casi exclusivamente por las exportaciones de porotos de soja, que subieron más de 2.000% interanual. China concentró cerca del 90% de esas compras, desplazando a productores estadounidenses, un giro que incluso generó una queja pública del secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent.

El segundo sostén del superávit fue el sector energético. Las exportaciones petroleras crecieron alrededor de 53% interanual y la balanza energética acumuló entre enero y noviembre un superávit de USD 6.911 millones, equivalente al 73% del saldo comercial total. Vaca Muerta sigue siendo el principal factor estructural positivo del frente externo.
Sin embargo, mientras el Gobierno exhibe el superávit, el otro lado de la balanza muestra señales cada vez más preocupantes. La apertura comercial y el atraso cambiario están impulsando un fuerte crecimiento de las importaciones, con especial protagonismo de los productos de origen chino. Bienes de consumo, electrónicos, textiles y manufacturas livianas ingresan a precios altamente competitivos, presionando sobre la industria local y aumentando la demanda de divisas.
A esto se suma una salida sostenida de dólares por turismo al exterior. Con un tipo de cambio apreciado, los viajes fuera del país se multiplicaron, mientras que el turismo receptivo muestra una marcada caída. El saldo neto del rubro turístico volvió a ser deficitario y se consolida como uno de los principales canales de drenaje de divisas, sin una contrapartida equivalente de ingresos.
En paralelo, el superávit comercial no se traduce en acumulación de reservas. El Banco Central continúa con un nivel de reservas netas exiguo, afectado por intervenciones cambiarias, pagos de importaciones, salida de capitales y compromisos financieros. El récord comercial convive así con un frente financiero frágil y sin colchón de dólares.
El panorama se vuelve aún más exigente si se observa el calendario de deuda. Durante 2025 y 2026, la Argentina enfrenta vencimientos significativos con organismos internacionales y acreedores privados. Sin acceso fluido a los mercados y con un superávit comercial en retroceso, los pagos de deuda se transforman en una presión adicional sobre el balance cambiario.
De hecho, las proyecciones privadas coinciden en que el superávit comercial anual se está achicando. En 2024, la Argentina cerró con un saldo cercano a los USD 19.000 millones. Para 2025, aun con más exportaciones energéticas, las estimaciones lo ubican entre USD 7.000 y 8.000 millones. Menos de la mitad. La combinación de importaciones en alza, turismo deficitario, pagos de deuda y falta de reservas anticipa un escenario delicado.
Así, el récord de noviembre aparece más como una foto estadística favorable que como una película sostenible. Los dólares que ingresan hoy por liquidaciones anticipadas del agro son los que faltarán mañana. Y sin un cambio en la estructura exportadora, mayor valor agregado y políticas activas de acumulación de reservas, el superávit corre el riesgo de diluirse rápidamente.
En ese marco, 2026 asoma como un año especialmente complejo para el frente externo argentino. La restricción de dólares, lejos de haberse resuelto, vuelve a perfilarse como uno de los principales límites del modelo económico. El desafío no es celebrar un mes récord, sino construir una estrategia que permita sostener los dólares cuando la foto deje de ser favorable.
