Con ventas estancadas, sobreoferta desde 2023, un aluvión de importadores y cierre de comercios históricos, la industria del juguete atraviesa su peor fin de año en décadas. Las pymes denuncian competencia desleal, incumplimientos de seguridad y un consumo familiar que no repunta pese a la cercanía de las Fiestas.
A menos de un mes de la Navidad, cuando tradicionalmente las jugueterías esperan su mayor volumen de ventas, el sector atraviesa un derrumbe que no encuentra piso. La Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ) difundió un diagnóstico contundente: “Estamos frente a uno de los momentos más delicados de las últimas décadas”, afirmó su presidente, Matías Furió. La advertencia llegó acompañada por un pedido explícito de “medidas urgentes de fiscalización y previsibilidad” para frenar el deterioro del mercado.
Un mercado paralizado y sobreofertado
Según la cámara, 6 de cada 10 máquinas están hoy paradas. Las fábricas, lejos de planificar nuevas líneas de producto para la temporada alta, destinan sus créditos a pagar salarios y aguinaldos. El consumo permanece estancado tanto en jugueterías de barrio como en cadenas y supermercados. El canal online, que durante la pandemia había aparecido como una alternativa, hoy explica apenas el 25% de las ventas y enfrenta problemas logísticos y financieros que complican a las pymes.
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A la baja demanda se suma un fenómeno que la entidad considera decisivo: los excedentes de stock acumulados desde 2023, cuando ingresaron grandes volúmenes de juguetes importados a un dólar oficial muy bajo. Ese remanente presiona los precios a la baja, genera sobreoferta y afecta la posibilidad de que los fabricantes nacionales coloquen productos nuevos.
Importaciones en ascenso y un tsunami de nuevos jugadores
Entre enero y octubre de 2025, las importaciones de juguetes treparon a USD 91,3 millones FOB y 17,5 millones de kilos, un salto interanual del 59,5% en valor y del 94% en volumen, de acuerdo con datos oficiales citados por la CAIJ. China concentra el 85,7% del valor y el 94,4% del volumen, consolidándose como el origen dominante del mercado.
Furió detalló otro punto crítico: en un año la cantidad de importadores pasó de 199 a 530, un aumento de más del 160%. Para la industria, esta explosión de operadores sin trayectoria generó una competencia desordenada con productos que, en muchos casos, no cumplen normas de seguridad.
La CAIJ advierte que la transición normativa en materia de seguridad del juguete —que busca unificar criterios y requisitos— también trae incertidumbre. Mientras tanto, el flujo de “puerta a puerta”, las compras informales y el contrabando continúan debilitando el circuito comercial formal.
Competencia estructural y asimetría global
En su comunicado, la cámara volvió a señalar un punto histórico: la desventaja estructural con respecto a China, donde los costos laborales, ambientales y energéticos son mucho más bajos y existen incentivos estatales a la exportación. Esa estructura, sostiene la entidad, distorsiona los precios internacionales y coloca a los fabricantes argentinos frente a una competencia desleal difícil de remontar aun con mejoras en diseño, calidad y seguridad.

El fenómeno no es exclusivo del rubro: sectores como calzado, textil y marroquinería también enfrentan una ola importadora que, según informes del CEPA y la UIA, ya provocó caídas de producción cercanas al 20% interanual en ramas orientadas al mercado interno. En este contexto, la industria del juguete aparece entre las más golpeadas debido a su alta estacionalidad.
Comercios históricos que bajan la persiana
El deterioro no se limita a las fábricas. Las jugueterías tradicionales, muchas de ellas con décadas de actividad, también están cayendo. La CAIJ recordó los casos de Rossier, en Escobar, que cerró su local físico en octubre tras casi 40 años; Halago’s, en Quilmes, otra referencia barrial que no logró sostenerse; y Lilián, en Trelew, con medio siglo de historia.
“Pasan tres días y no abrimos la caja”, resumió la dueña del comercio chubutense. La frase, cruda y directa, sintetiza un escenario donde los márgenes son negativos debido al aumento de tarifas de energía, alquileres y la competencia del canal online, que profundiza la caída del tráfico en los locales.
El consumo no acompaña
A pesar de la tradición navideña, las familias muestran un comportamiento de compra muy moderado. La caída real del salario, el alto endeudamiento doméstico y la postergación del consumo no esencial afectan especialmente a este rubro. Consultoras privadas como Scentia y Focus Market proyectan un cierre de año con ventas en supermercados y comercios minoristas entre 5% y 8% por debajo de 2024 en términos reales.

Cinco señales de alarma según el sector
La CAIJ enumeró cinco indicadores que describen la gravedad:
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Ventas estancadas.
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Sobreoferta por stock acumulado.
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Ingreso masivo de nuevos importadores.
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Márgenes negativos por aumento de costos y competencia online.
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Fábricas que toman crédito para gastos corrientes.
Un pedido de medidas urgentes
La cámara reclama controles aduaneros y comerciales más estrictos, reglas claras respecto a la seguridad del juguete y previsibilidad cambiaria que permita planificar producción. Sin un ordenamiento del mercado y sin políticas específicas para el sector, advierten, la crisis podría extenderse más allá de la temporada navideña y afectar empleos directos e indirectos en una cadena que en su mejor momento llegó a sostener cerca de 50 mil puestos.
Mientras tanto, en los locales de barrio, la imagen se repite: estanterías llenas, movimiento escaso y la ansiedad de un diciembre que, lejos de ser el salvavidas habitual, hoy se vive con más incertidumbre que esperanza.

