La designación del “Colo” Santilli al frente del Ministerio del Interior confirma el desplazamiento de Santiago Caputo y la supremacía política de Karina Milei junto al clan Menem. El Gobierno reconfigura su arquitectura interna mientras busca sostener gobernabilidad y avanzar con las reformas estructurales.
La designación de Diego Santilli como nuevo ministro del Interior representa mucho más que un simple cambio de gabinete: es la consagración de Karina Milei y los Menem como el verdadero eje de poder dentro del gobierno libertario. La hermana del presidente impuso su decisión tras el fracaso de las negociaciones con Santiago Caputo, quien rechazó las condiciones que pretendían imponerle para asumir la cartera política.
En un mensaje en X, Javier Milei anunció que “Diego será quien lleve adelante las conversaciones con gobernadores y legisladores para articular los consensos necesarios para las reformas que vienen”. Pero detrás del comunicado institucional se esconde una reconfiguración profunda: el Ministerio del Interior vuelve a concentrar poder político real en manos de un dirigente con experiencia y vínculos federales, mientras se fortalece el entorno más cerrado de la Presidencia.

Santilli llega con la autoridad de haber revertido una derrota electoral de 14 puntos en Buenos Aires y de mantener excelentes relaciones con gobernadores de todos los signos. “Qué bueno lo del Colo”, comentó un mandatario de Provincias Unidas, reflejando el alivio de los jefes provinciales ante un interlocutor con diálogo y oficio.
La movida fue producto de un fin de semana de intensas negociaciones internas. Caputo —hasta ahora cerebro de la estrategia política del Gobierno— no aceptó subordinarse a una “mesa de control” presidida por Karina Milei e integrada por Martín Menem y Patricia Bullrich. Esa negativa selló su exclusión del gabinete y consolidó a la hermana presidencial como la principal articuladora del poder real.
En paralelo, los Menem ampliaron su influencia: Martín Menem continuará en la presidencia de la Cámara de Diputados, mientras su primo “Lule” Menem afianza su rol como operador clave en el Congreso. Juntos, junto a Karina, conforman el núcleo duro que hoy define la política nacional libertaria.
El desplazamiento de Caputo, que conservará funciones de asesor presidencial y control sobre áreas estratégicas —YPF, la Agencia Federal de Inteligencia, DGI y Aduana—, deja en evidencia un reacomodamiento de fuerzas. En ese esquema, el ministro de Economía, Luis Caputo, gana autonomía y se proyecta como un vértice de un nuevo triángulo de poder junto a Karina y Milei, alimentando incluso versiones sobre futuras aspiraciones presidenciales.
El nombramiento de Santilli también tuvo una carga política hacia el PRO y hacia Mauricio Macri. Tras la reunión fallida entre Milei y el expresidente en Olivos, Macri intentó condicionar su apoyo parlamentario. Pero la designación de Santilli —aliado histórico de Cristian Ritondo, jefe del bloque macrista en Diputados— lo deja sin margen de maniobra. Macri se enteró de la decisión por las redes: nadie le avisó antes.
El movimiento se completa con la salida de Guillermo Francos de la Jefatura de Gabinete y el ascenso de Manuel Adorni, un cuadro de confianza absoluta de Karina Milei. Con estos cambios, la hermana del presidente concentra las principales áreas de articulación política y de comunicación, sellando el desplazamiento de los sectores más técnicos y moderados.
Analistas políticos coinciden en que la decisión revela una tendencia clara: la consolidación del “trinomio” Milei-Karina-Menem, que define una coalición más cerrada, ideológicamente homogénea y pragmática en su vínculo con los gobernadores y el Congreso. El “Colo” Santilli encarna el rostro político de ese esquema: un dirigente con experiencia, capacidad de negociación y vínculos con sectores del PRO, pero subordinado al mando vertical del círculo libertario.
El trasfondo también es económico. La administración avanza con un programa de reformas estructurales que requiere acuerdos legislativos: reforma laboral, tributaria y previsional. El nuevo ministro deberá negociar con provincias y bloques opositores, en un clima atravesado por la recesión y las tensiones sociales. Su llegada busca darle al Gobierno un puente político que le permita sostener gobernabilidad sin ceder control.
Queda pendiente la definición del Ministerio de Justicia, otro casillero de peso que involucra la negociación por dos vacantes en la Corte Suprema, el Procurador de la Nación y casi 300 pliegos judiciales. Ese tablero se convirtió en un nuevo espacio de disputa entre el oficialismo libertario y los sectores del peronismo dispuestos a negociar.
La designación de Santilli sintetiza el nuevo orden en la Casa Rosada: Karina Milei emerge como la jefa indiscutida del poder político, los Menem controlan el Congreso, y el presidente se reserva la conducción simbólica y doctrinaria. El resto son piezas móviles en un tablero donde las lealtades pesan más que las trayectorias.
En palabras de un observador del oficialismo, “el Gobierno de Milei se peroniza en su forma de mando vertical, pero sin peronismo: la conducción se ejerce desde la familia, con obediencia y disciplina”.
Santilli es, así, la cara visible de una transición: el intento de dotar de institucionalidad a un gobierno que, mientras proclama su lucha contra “la casta”, construye su propio aparato político dentro del Estado.
