Bolivia en el umbral: entre dos derechas y el fin de un ciclo popular

El balotaje de este domingo 19 de octubre definirá el rumbo político de Bolivia tras dos décadas de hegemonía del MAS. Rodrigo Paz (PDC) y Jorge “Tuto” Quiroga (Alianza Libre) representan dos versiones del liberalismo económico que prometen estabilidad y apertura, mientras el campo popular busca rearticularse tras la proscripción de Evo Morales.


La segunda vuelta electoral de este domingo en Bolivia pone fin a una campaña atravesada por tensiones sociales, divisiones políticas y un giro ideológico de fondo. Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano, enfrentará al ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga, de la Alianza Libertad y Democracia. Con un 32,06 % y un 26,70 % de los votos respectivamente en la primera vuelta del 17 de agosto, ambos se disputan el control de un país que busca redefinir su modelo de desarrollo tras veinte años de predominio del Movimiento al Socialismo.

La participación fue alta —más del 86 % del padrón—, aunque marcada por un ausente presente: Evo Morales. Inhabilitado por la justicia, el ex mandatario sigue siendo el factor invisible de la política boliviana. Su llamado al voto nulo cosechó casi un 20 % de las papeletas, un dato que confirma la persistencia de su influencia en amplios sectores del electorado.

Bolivia define su rumbo entre dos caras de la derecha

El giro liberal

Tanto Paz como Quiroga coinciden en una agenda económica liberal. Promueven la inversión privada, el acercamiento a los organismos financieros internacionales y un alineamiento con Estados Unidos en materia de seguridad y cooperación.
Las diferencias son de matiz: Paz se presenta como un modernizador “pragmático” y habla de un “capitalismo para todos”, que combine la atracción de capital extranjero con cierto rol estatal. Quiroga, en cambio, propone una reestructuración más agresiva, con recortes del gasto público, apertura de los sectores estratégicos y un eventual acuerdo con el FMI.

En los debates, ambos coincidieron en la necesidad de reformar la Caja Nacional de Salud y descentralizar la educación. Paz prometió una administración público-privada de la salud y mayor autonomía departamental; Quiroga insistió en una gestión “eficiente” y en restablecer la cooperación directa con Washington.

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Un país tensionado

Bolivia llega a esta elección con una economía debilitada: inflación superior al 5 %, escasez de combustibles, caída del 40 % en las exportaciones de gas y un déficit fiscal cercano al 9 % del PBI. El modelo redistributivo que permitió el ascenso social durante los gobiernos del MAS muestra signos de agotamiento.

La crisis se expresa también en la fragmentación política del oficialismo. La gestión de Luis Arce perdió respaldo interno y se vio paralizada por conflictos entre el Ejecutivo y las bases sindicales y campesinas. En ese marco, la exclusión de Morales fue leída como el cierre de una etapa y el inicio de un ciclo de restauración conservadora.

Recursos y soberanía

Pese a la centralidad de la economía, el debate electoral evitó profundizar en el tema de los recursos naturales. Bolivia concentra el 23 % de las reservas mundiales de litio y sigue siendo un proveedor clave de gas para la región. Sin embargo, tanto Paz como Quiroga plantean abrir el sector energético a nuevos actores internacionales, especialmente estadounidenses.

Durante los años de Evo Morales, la nacionalización de los hidrocarburos permitió al Estado captar más del 80 % de la renta del gas, que financió obras públicas y programas sociales. Hoy, sindicatos e indígenas temen un retroceso hacia un esquema extractivista subordinado a intereses externos.

Lo que está en juego

El nuevo gobierno enfrentará desafíos inmediatos: estabilizar las finanzas, contener la inflación, recuperar el crecimiento y recomponer el tejido social. También deberá administrar la presión de un movimiento popular que, aunque golpeado, conserva capacidad de movilización.

La elección del 19 de octubre no solo decidirá quién será el próximo presidente, sino qué rumbo tomará Bolivia en el escenario regional. En un contexto donde la democracia liberal parece incapaz de responder a las demandas sociales, la pregunta por las alternativas del campo popular —más allá de las urnas— permanece abierta.

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