En la antesala del 26-O, el Coloquio de IDEA expuso la presión del poder económico sobre el gobierno de Javier Milei para profundizar las reformas estructurales. Desde Washington, el Tesoro estadounidense intervino en el mercado argentino y proyectó un paquete de hasta 40.000 millones de dólares, condicionado al resultado electoral. En paralelo, el oficialismo endurece su agenda laboral, previsional e impositiva para calmar a los mercados y retener el favor del establishment.
por Antonio Muñiz
El clamor en Mar del Plata: “microeconomía y consensos”
Durante el Coloquio de IDEA, los principales dirigentes empresariales reclamaron “consensos amplios” y una hoja de ruta estable para evitar que la economía quede atrapada entre la inestabilidad política y la dependencia financiera externa. La consigna fue clara: sin base política interna, no hay programa económico posible.
En paralelo, Luis “Toto” Caputo anticipó una nueva agenda de reformas que incluye una reforma laboral con quita de derechos para los trabajadores, una reforma previsional y una reforma impositiva de carácter regresivo, a implementarse después del 26 de octubre. Mientras el establishment nucleado en IDEA reclama mayor ajuste y previsibilidad, el Gobierno, en un discurso dirigido a su núcleo duro, ratifica esa hoja de ruta de austeridad como respuesta a los reclamos del poder económico.
Las exigencias del Círculo Rojo encuentran eco en la percepción de que una derrota legislativa podría volver inviable el esquema de liberalización y apertura financiera. En los pasillos del Sheraton, la frase más repetida fue: “El apoyo de afuera no alcanza; hace falta gobernabilidad adentro.”
Caballo de Troya: Washington entra al juego
El reciente respaldo del Tesoro norteamericano se convirtió en una herramienta política más que en un salvataje financiero. El 9 de octubre, Estados Unidos prometió una línea de swap por 20.000 millones de dólares, sumada a compras directas de pesos en el mercado argentino. Luego, Scott Bessent anunció una asistencia complementaria de otros 20.000 millones provenientes de bancos privados y fondos soberanos, elevando el total a 40.000 millones.
Sin embargo, esa ayuda llega con una cláusula implícita: solo se mantendrá si Milei gana las elecciones o conserva mayoría legislativa. Bessent fue categórico: “La Argentina tendrá el respaldo de Estados Unidos mientras continúe con estas políticas.” El mensaje fue leído en Buenos Aires como un gesto de apoyo condicionado y, en algunos círculos, como una forma de presión electoral.
Donald Trump añadió confusión al afirmar en su red Truth Social que la “generosidad” de Washington dependerá del resultado del 26-O. El posteo, inicialmente celebrado por funcionarios argentinos que malinterpretaron el inglés, fue luego desmentido por los mercados, que reaccionaron con caídas de bonos y suba del dólar.
El Tesoro norteamericano realizó tres intervenciones directas en el mercado cambiario —por un total estimado de 679 millones de dólares— para contener la devaluación. Más que una política económica, fue una señal política: Estados Unidos apoya, pero con condiciones.
Reacción de los mercados: entre la calma frágil y la sospecha
El anuncio del paquete de ayuda provocó un optimismo efímero. Bonos y acciones argentinas subieron, el dólar moderó su alza y se habló de un “rescate histórico”. Sin embargo, al confirmarse que los fondos no tenían fecha concreta de desembolso y que dependían del escenario político, los mercados volvieron a la volatilidad.
El tipo de cambio oficial cerró en alza pese a las intervenciones, los dólares financieros siguieron escalando y la brecha cambiaria se amplió. Analistas en Nueva York advirtieron que el respaldo estadounidense puede evaporarse si Milei pierde capacidad legislativa o si las reformas prometidas no avanzan en el Congreso.
Tensiones en el Gobierno y fisuras internas
El viaje a Washington dejó al descubierto las divisiones en el oficialismo. Mientras el canciller Gerardo Werthein y Santiago Caputo se cruzaban acusaciones por el fracaso de la cumbre con Trump, Luis Caputo intentaba recomponer la narrativa oficial desde el Ministerio de Economía.
Bessent reconoció que los fondoshttps://youtu.be/xn0h2CDHj9A aún están “en formación” y que el segundo tramo del paquete dependerá de “condiciones políticas favorables”. La admisión reforzó la percepción de que la relación bilateral se guía más por lógica electoral que por cooperación económica.
Incluso voces ortodoxas del Círculo Rojo, como Carlos Melconian, calificaron la intervención estadounidense en el mercado local como “una incursión cuasicolonial” y advirtieron que el esquema cambiario actual “no puede sostenerse”. Por su parte, el Financial Times cuestionó el enfoque argentino: “Si la locura es repetir la misma acción y esperar un resultado diferente, entonces la política económica de Milei roza la demencia.”
Humo o punto de no retorno: el 26-O como fecha límite
El 27 de octubre se presenta como un plebiscito económico y político. Si Milei logra consolidar mayoría parlamentaria, podrá sostener su programa con apoyo financiero externo. Si no, la asistencia estadounidense puede diluirse, abriendo un vacío de poder en plena recesión.
La ecuación es tan simple como inquietante: el establishment reclama más reformas, el Gobierno promete más ajuste, y la sociedad paga el costo. En este triángulo, los consensos invocados en Mar del Plata suenan más a pedido de obediencia que a pacto democrático.
Los mercados ya no esperan milagros, solo buscan certidumbre. Y el oficialismo, en su afán por tranquilizarlos, parece dispuesto a profundizar un camino que tensiona la paz social y deja al país al borde de una nueva crisis de legitimidad.
El discurso del “consenso” se ha transformado en la legitimación política del ajuste: detrás de las cifras y los gráficos, se consolida un proyecto de redistribución regresiva del ingreso y de desarticulación del tejido productivo nacional.
Si el Presidente logra sostener esta alianza con los grandes grupos concentrados —con el respaldo de Estados Unidos—, el país ingresará en una nueva fase del experimento neoliberal, marcado por la dependencia y el ajuste estructural.
Pero si la sociedad reacciona —como tantas veces en nuestra historia—, el intento de refundar la Argentina sobre las ruinas de su pueblo podría toparse con su propio límite histórico.