– En las aguas del río Paraná de las Palmas, a la altura del kilómetro 77, se gesta uno de los proyectos logísticos más ambiciosos de las últimas décadas en Argentina. La Terminal Marítima Escobar (TME), con una inversión privada estimada en 600 millones de dólares, promete reconfigurar el mapa portuario nacional mientras navega entre el optimismo oficial, el escepticismo sectorial y las advertencias ambientales.
Avances concreto y planificación estratégica
Según información recabada por este medio, el proyecto ha alcanzado hitos significativos en los últimos meses. Fuentes cercanas al proceso confirmaron que durante junio y julio de 2025, TME S.A. recibió propuestas formales de consorcios internacionales especializados en construcción y operación portuaria. La selección definitiva de los concesionarios se encontraría en su fase final.
El diseño técnico contempla dos instalaciones complementarias: un puerto principal multipropósito en el kilómetro 77, con un muelle inicial de 375 metros y 17 metros de profundidad, y un segundo puerto especializado en commodities en el kilómetro 70. La infraestructura se completaría con una autovía de 18 kilómetros hacia la Panamericana y una conexión ferroviaria en tratativas con ADIF.
«La ubicación estratégica en aguas profundas del Paraná de las Palmas representa una ventaja competitiva única», explicó un analista logístico consultado para este informe. «Permitiría operar con buques de mayor calado sin requerir dragados constantes».
EJES ESTRATÉGICOS Y PROYECCIONES ECONÓMICAS
La TME se posiciona como solución logística para sectores clave de la economía. Documentos internos a los que accedió DATA Política y Económica revelan que se desarrolla un estudio específico para transportar arena de fractura desde Entre Ríos mediante barcazas, destinada a abastecer el desarrollo de Vaca Muerta.
Paralelamente, el proyecto incluye la implementación de un servicio de bunkering de GNL, presentado formalmente ante Enargas, que buscaría convertir a Escobar en un centro de distribución para la industria minera, particularmente el litio.
Las proyecciones oficiales hablan de 3.000 puestos de trabajo directos durante la construcción, aunque especialistas en desarrollo económico advierten que estas cifras deben analizarse en el contexto del régimen RIGI que ampara la inversión.
CONTROVERSIAS Y DEUDAS PENDIENTES
El entusiasmo oficial contrasta con las voces críticas del sector portuario. «La clave del éxito no está en la infraestructura física, sino en la identidad del operador final», señaló un experto con tres décadas de experiencia en puertos argentinos. «Sin el compromiso de las grandes navieras globales, el riesgo de crear una ‘terminal fantasma’ es real».
El aspecto ambiental emerge como el flanco más vulnerable. Organizaciones ambientales documentaron que el proyecto avanza sin la presentación formal del Estudio de Impacto Ambiental ante la autoridad provincial. «Los humedales del Delta del Paraná son ecosistemas frágiles que cumplen funciones esenciales de regulación hídrica», advirtió la abogada ambientalista Carolina Martínez. «Avanzar sin la evaluación ambiental correspondiente configura un vacío legal de gravedad».
La proximidad con la terminal de GNL existente añade otra capa de complejidad. Reportes técnicos independientes alertan sobre la necesidad de actualizar los estudios de riesgo y los protocolos de evacuación ante la posibilidad de incidentes en un corredor fluvial que concentraría múltiples operaciones de alto riesgo.
PERSPECTIVAS Y PRÓXIMOS DESAFÍOS
El destino final de la TME dependerá de su capacidad para superar tres desafíos críticos: la concreción de acuerdos con operadores logísticos globales, la obtención de las licencias ambientales correspondientes y la demostración de viabilidad económica frente a un sector portuario tradicional que observa con escepticismo el proyecto.
Mientras tanto, el municipio de Escobar se prepara para lo que podría transformar su perfil productivo, en una apuesta que pondrá a prueba los mecanismos de evaluación de grandes inversiones en la Argentina.