La grieta del dinero: una carrera contra el reloj del gobierno de Milei


 Mientras el dólar y el riesgo país se disparan, el establishment económico especula con escenarios alternativos de gobierno. La promesa de Caputo de defender «hasta el último dólar» la banda cambiaria choca con un calendario de deuda agresivo y la incertidumbre política. La mirada está puesta en Washington y en las elecciones de octubre.


– En los cócteles de alta gama y las reuniones de directorio, el susurro es casi unánime. La euforia que siguió a la asunción de Javier Milei se ha transformado en una preocupación tangible, una nerviosismo que se cotiza en dólares y se mide en puntos de riesgo país. La Argentina vuelve a navegar en aguas familiares y turbulentas: la fuga de capitales, la presión sobre las reservas y el fantasma del default.

Dos empresarios del top 40 de fortunas argentinas, en conversaciones privadas recogidas por este medio, grafican el clima. Uno, anónimo, evalúa al Presidente que una vez elogió: «Lo ve demasiado intolerante hacia el disenso, encerrado en unas ideas poco compartidas, aislado por decisión propia». Y lanza una diagnosis cruda: la reversión de la desconfianza requiere un cambio de estilo y estrategia que juzga «difícil». Su esperanza, como la del oficialismo, parece depositarse en un salvavidas externo: «Espera que EE.UU. ayude a la Argentina con alguna garantía para sus bonos».

La Banda y la Sangría de Reservas

Esa afirmación, sin embargo, ya no es técnicamente precisa, pero explica la psicología del mercado. Según el índice Big Mac de The Economist, a principios de año el peso era la segunda moneda más sobrevaluada del mundo. Hoy, el tipo de cambio real multilateral –un indicador más sofisticado que ajusta por inflación y una canasta de monedas– se ubica en 100, recuperando el nivel de diciembre de 2015, cuando Mauricio Macri levantó el cepo. Es un tipo de cambio competitivo, pero insuficiente para calmar la ansiedad de los inversores.

La prueba está en los números fríos. Este jueves, el dólar oficial cotizó a $1.495, en el techo de la banda cambiaria fijada por el Ministerio de Economía que comanda Luis «Toto» Caputo. Contenerlo allí le costó al Banco Central una sangría de US$397 millones de sus ya exiguas reservas en una sola jornada. La promesa de Caputo, emitida en el streaming «Carajo», resonó como un acto de fe desesperado: «Vamos a vender hasta el último dólar en el techo de la banda».

La pregunta que recorre los bancos de inversión es simple: ¿hasta cuándo podrá el BCRA mantener este ritmo?  Si el esquema de bandas resistirá hasta las elecciones de octubre?. El temor es que «a Caputo se le acabará el último dólar por vender antes de los comicios».

El «Plan A» y el «Plan B» del Poder Real

Frente a esta crisis de confianza, el establishment empresarial y político no permanece inerte. En los corrillos de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y la Unión Industrial Argentina (UIA) se discutan abiertamente dos escenarios.

El «Plan A», el deseado por la mayoría, implica que La Libertad Avanza (LLA) evite una derrota catastrófica el 26 de octubre y que, a partir de ahí, Milei modere su estilo. «Que busque acuerdos, abra el gabinete y libere el tipo de cambio para dejar de estimular las importaciones», señala una fuente empresarial que pidió reserva de su identidad. Esta crítica apunta directamente al ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, quien en agosto se jactó frente a Paolo Rocca (Techint) de la caída de la producción de acero nacional tras la apertura importadora: «Perdón Paolo, abrimos la importación de acero, cayó el acero 40-50%».

Pero si el «Plan A» falla, la especulación salta al «Plan B», ampliamente difundido por el periodista Joaquín Morales Solá y confirmado en varias fuentes concurrentes: un juicio político que destituya a Milei, la renuncia de la vicepresidenta Victoria Villarruel y la asunción del actual candidato a diputado y exgobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. La hipótesis requiere que Schiaretti gane en su provincia –la que más votó a Milei en el balotaje– y que obtenga el apoyo de los gobernadores de Provincias Unidas, con la venia tácita de Axel Kicillof y el peronismo, y el aval de Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Todo, con la condición de que se excluya de la carrera presidencial de 2027.

La elucubración, según las fuentes, es que Schiaretti mantendría el ajuste fiscal pero lo combinaría con consenso político, abandonaría la sobrevaluación del peso que estrangula la industria y desbloquearía operaciones económicas largamente demoradas, como la compra de Telefónica Argentina por parte del Grupo Clarín.

Los Fieles y el Calendario del Abismo

En este panorama, algunos nombres empresariales se mantienen como pilares de apoyo público al Gobierno. Marcos Galperin (Mercado Libre) replica incansablemente los tuits de Milei y sus aliados libertarios, atribuyendo la crisis al «riesgo kuka». También se señala como fieles a Eduardo Elsztain (Cresud/IRSA) y Eduardo Eurnekian (Corporación América).

Pero su optimismo choca con la cruda realidad del calendario. Tras las elecciones, el país enfrenta una montaña rusa de vencimientos en dólares: US$1.264 millones en noviembre (FMI y organismos), US$1.349 millones en diciembre (principalmente Bonos para la Reconstrucción de una Argentina Libre, Bopreal) y un pico alarmante de US$4.529 millones en enero de 2026, principalmente con bonistas privados.

Analistas cercanos al staff del Fondo Monetario Internacional (FMI), consultados para esta crónica, atribuyen la crisis actual no al «riesgo kuka» sino a dos factores clave: «la falta de acumulación de reservas en el Banco Central, incluso en plena cosecha, y a la duda política de cómo gobernará Milei sin apoyo popular masivo». El mercado ha descartado ya las «reformas estructurales» prometidas y cree que el Gobierno deberá «vivir con lo nuestro», pagando la deuda sin poder endeudarse nuevamente.

La Apuesta Final: La Misión Secreta en Washington

Ante este escenario, la administración Milei-Caputo tiene una última carta por jugar: el endeudamiento externo. Según pudo confirmar este medio, dos emisarios del ministro viajaron en misión secreta a Estados Unidos para intentar concretar la promesa del secretario del Tesoro, Scott Bessent, de otorgar un préstamo a la Argentina.

Consultado al respecto, el Ministerio de Economía no desmintió la información. La jugada es clara: que el presidente Donald Trump, quien ve en Milei a su único aliado de peso en una Latinoamérica gobernada por Lula da Silva, Claudia Sheinbaum y Gustavo Petro, le arroje un salvavidas financiero que le permita superar el bache de liquidez y calmar los mercados hasta después de octubre.

Quedan, además, US$6.000 millones por desembolsar del total del crédito del FMI. Pero el organismo, según analistas, no los liberaría para que se quemen en defensa de una banda cambiaria insostenible. Solo lo haría si el Gobierno se aviene a «dejar que el dólar vuele alto», una devaluación que, si bien fomentaría las exportaciones y desincentivaría las importaciones –generando las ansiadas reservas genuinas–, encendería nuevamente la mecha de la inflación y profundizaría la recesión.

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La Argentina de Javier Milei se encuentra en un momento de definición. La confianza, ese intangible fundamental para cualquier economía, se le escurre entre los dedos en forma de dólares que huyen y reservas que se agotan. La pulseada ya no es solo ideológica; es una carrera contra el reloj financiero y político.

La promesa de defender «hasta el último dólar» suena a último stand en una batalla que muchos actores clave, incluidos aquellos que inicialmente lo apoyaron, creen que se está librando con las herramientas equivocadas. Las elecciones de octubre se perfilan no como un simple «medio termino» sino como un plebiscito sobre la gobernabilidad misma de La Libertad Avanza.

El futuro inmediato pende de dos hilos delgados y entrelazados: la capacidad del Gobierno de asegurar un pronto auxilio financiero desde Washington que le compre tiempo, y su voluntad –o necesidad– de transar su intransigencia por el consenso político que hasta hoy ha despreciado. Mientras tanto, en las empresas, la orden es una sola: cobrar lo que le deben, vender al contado, dolarizar balances y prepararse para lo que venga. La incertidumbre, una vez más, es el único pronóstico seguro.

Fuentes: AGENCIAS Y PORTALES NACIONALES