Frenar al dólar a cualquier precio: el Banco Central perdió $500.000 millones en futuros en tres meses

El Gobierno dilapidó medio billón de pesos en operaciones de cobertura cambiaria para contener la escalada del dólar. La estrategia no frenó la suba, alimentó la emisión y evidenció los límites del plan económico. Mientras se ajusta a jubilados y niños, ¿hay margen para seguir despilfarrando millones en una timba financiera?

por Antonio Muñiz 


En un intento desesperado por mantener bajo control la cotización del dólar, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) asumió pérdidas por casi $500.000 millones de pesos en el mercado de futuros entre mayo y julio. La cifra, que equivale a más de un punto del PBI, refleja no sólo el costo financiero de la política oficial, sino también su carácter regresivo e inconsistente: mientras se recorta el gasto social, se tolera un despilfarro multimillonario en un mecanismo que no logró frenar la devaluación, alimentó la emisión y debilitó aún más el ya golpeado balance de la entidad monetaria.

Una estrategia fallida con impacto limitado

Durante julio, el dólar mayorista subió un 14%, alcanzando los $1.351,83 según el tipo de cambio A3500, referencia clave para la liquidación de contratos en el mercado de futuros. En ese mismo período, el BCRA intensificó su intervención en ese mercado, vendiendo contratos por debajo del tipo de cambio spot con el objetivo de anclar expectativas. El resultado fue el opuesto: el dólar subió igual y la pérdida acumulada por la entidad monetaria se disparó.

La estrategia no fue inocua. Cada contrato perdedor liquidado por el BCRA implicó emisión de pesos, en un contexto donde la eliminación de las LEFI ya había inyectado $10 billones al sistema financiero. El Central, lejos de absorber esos pesos con instrumentos eficientes, recurrió a una política de altas tasas y venta de futuros que multiplica el riesgo y deja a la economía en una situación frágil.

¿Disciplina fiscal o prioridades ideológicas?

El Gobierno justifica su política de ajuste con el argumento de que «no hay plata». Ese fue el marco discursivo para congelar jubilaciones, recortar programas sociales, desfinanciar comedores y suspender obras públicas. Sin embargo, la política cambiaria muestra una cara distinta del ajuste: mientras se exige austeridad a los sectores más vulnerables, se tolera sin reparos una emisión de medio billón de pesos para cubrir apuestas perdedoras en los mercados financieros.

¿No había plata para financiar el Hospital Nacional de Pediatría  o recomponer haberes jubilatorios, pero sí para perder cientos de miles de millones en una operación de cobertura sin resultados concretos? La pregunta no es demagógica, sino estructural: ¿Cuáles son las prioridades del modelo económico vigente?

Un sistema condicionado por el FMI y sin reservas

La operatoria en futuros no es nueva. Fue utilizada durante los gobiernos anteriores con diversos fines, pero su magnitud actual está directamente relacionada con la imposibilidad de intervenir en el mercado spot, como exige el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Ese régimen de «bandas de flotación» reduce el margen operativo del BCRA y lo obliga a recurrir a caminos alternativos —y costosos— para contener la presión sobre el tipo de cambio.

Con reservas netas que siguen en rojo y sin cumplimiento del cronograma de acumulación pactado con el FMI, la política oficial parece acorralada: no puede intervenir directamente, no acumula reservas, y emite para cubrir pérdidas que no estabilizan nada. Un modelo que, lejos de disciplinar al mercado, lo alimenta con señales confusas y dinero barato.

Riesgo político y debilidad estructural

El mercado ya dio su veredicto: el salto cambiario de julio refleja que no hay confianza en la sostenibilidad del esquema oficial. Los operadores se cubren en el mercado de futuros, los exportadores demoran liquidaciones y los importadores se adelantan a la suba. Mientras tanto, la brecha cambiaria vuelve a crecer y las tasas altísimas estrangulan el crédito.

Más del 47% del total del efectivo en circulación está representado por las dos series de billetes de $1000, con las imágenes del hornero y de San Martín,

La utilización de instrumentos financieros para ganar tiempo frente al dólar no resuelve los problemas estructurales. Por el contrario, los agrava. Y pone en evidencia que el relato de «orden fiscal» convive con prácticas que generan déficits ocultos, emisión encubierta y transferencias regresivas hacia sectores concentrados del sistema financiero.

¿No hay plata para los jubilados y los niños, pero sí para despilfarrar millones en una timba financiera?

La pregunta no busca ser retórica. Invita a revisar las bases de un modelo que exige sacrificios a los de abajo mientras garantiza rendimientos —aún a pérdida— para los de arriba. Y a interpelar con datos y lógica el discurso oficial que promete estabilidad a futuro, pero siembra desigualdad y fragilidad en el presente.