La industria argentina en jaque.

Desindustrialización, avalancha importadora y éxodo productivo hacia China y Brasil

 Por Redacción – Data Política y Económica

La apertura comercial irrestricta impulsada por el gobierno de Javier Milei acelera la desindustrialización del país. Multinacionales trasladan su producción a Brasil, se disparan las importaciones desde China y se destruyen miles de puestos de trabajo. La estrategia oficial carece de amortiguadores y pone en riesgo el entramado productivo nacional.

Mientras la recesión castiga a la economía real y los indicadores sociales se deterioran aceleradamente, otro fenómeno de consecuencias estructurales se desarrolla casi en silencio: la desindustrialización. Bajo el paraguas ideológico del «libre comercio» y la eliminación de las «restricciones estatales», el gobierno de Javier Milei ha generado un escenario propicio para una avalancha de importaciones que, lejos de integrarse al desarrollo local, están desplazando a la producción nacional.

En el primer semestre de 2025, las importaciones de bienes crecieron un 34,6% en dólares respecto al mismo período del año anterior, y en junio el salto interanual fue del 53,2%, según datos de la Dirección Nacional de Estadísticas del Comercio Exterior. Esta dinámica no responde solo al consumo, sino a un fenómeno más complejo: empresas que dejan de fabricar en Argentina para convertirse en simples importadores o mudan su producción a países como Brasil y China, donde los costos y las condiciones fiscales son más favorables.

Según la Unión Industrial Argentina (UIA), la actividad industrial acumuló en el primer semestre de 2025 una caída del 9,8% respecto al mismo período del año anterior. Aún más pronunciada fue la contracción del primer semestre de 2024, cuando la industria cayó un 12,4% interanual, arrastrada por una fuerte caída del consumo interno y un freno generalizado de la inversión. En conjunto, la actividad fabril se redujo casi un 21% en los primeros 18 meses de gestión libertaria.

El modelo que empuja a importar

Desde su asunción, el gobierno libertario eliminó licencias no automáticas, derogó reglamentos técnicos, facilitó el ingreso de bienes por courier y autorizó importaciones de maquinaria usada. Pero lo más determinante fue la suspensión de medidas antidumping, que protegían sectores sensibles frente a prácticas de comercio desleal.

«El proyecto del gobierno es abrir sin red. En ese marco, se pone en riesgo directo más de 430.000 puestos de trabajo industriales», advirtió el informe Abrir sin paracaídas del Centro de Estudios Fundar. El texto detalla cómo las reformas desmantelan los pocos escudos que aún sostenían a sectores con fuerte competencia externa.

Autopartes: de fábricas a armadurías

Uno de los sectores más golpeados por esta política es el autopartista. «El mercado de reposición está completamente colonizado por piezas traídas de China», afirma Aldo Lo Russo, empresario metalúrgico y dirigente gremial. «Hoy, la producción nacional en autopartes es minoritaria. Muchos proveedores solo arman, ya no fabrican.»

El caso del Proyecto Patagonia de Volkswagen y Saic-Maxus es ilustrativo: los vehículos llegan desarmados bajo el esquema CKD y en General Pacheco apenas se ensamblan. La participación nacional en componentes es nula.

Empresas históricas del rubro, como SKF, están mudando líneas enteras de producción a Brasil, y grupos como Mirgor operan como importadores sistemistas. Lo Russo resume: «Pasé de tener un 5% de productos importados a 20% en mi oferta. La presión viene del mercado y de la falta de condiciones locales para competir».

Del «made in Argentina» al «importado desde Asia»

El giro hacia la importación es cada vez más transversal. Lumilagro, la histórica fabricante de termos, anunció que fabricará el 60% de sus productos en China, conservando apenas 65 empleados en su planta de Tortuguitas. «Es readaptarse o morir», sentenció su dueño, Carlos Bender, al explicar cómo el ingreso de termos «réplica» desde Bolivia y Chile terminó por romper su mercado.

En el rubro textil, Marco Meloni, vicepresidente de Pro Tejer, advirtió que la industria se encuentra al borde del colapso: «La contracción de la parte productiva es del 50%. Las grandes marcas ya importan el 85% de sus prendas. Esto significa 13.000 empleos menos directos, más otros 15.000 suspendidos o con jornadas reducidas».

Según Meloni, «los mayoristas que antes hacían un mix entre producción nacional e importados, hoy compran todo afuera. Y los que producían localmente, ahora traen entre el 50 y el 60% del catálogo de Asia».

Multinacionales: fuga de producción a Brasil

No se trata solo de pymes o fábricas familiares. Grandes multinacionales están adoptando la misma estrategia. Kenvue, dueña de marcas como Siempre Libre y Carefree, cerró su planta en Pilar y trasladó la producción a Brasil y Colombia. Solo quedó un centro logístico para seguir vendiendo en Argentina.

Lo mismo hizo la suiza Clariant, que cerró su planta en Zárate para producir desde Brasil los insumos que abastecen a sectores estratégicos como minería, limpieza, salud e industria química.

 

¿Por qué no se puede competir?

Para la economista Agostina Monti Farías, especialista en desarrollo industrial, el problema no es solo el costo laboral argentino, como suele argumentarse desde el oficialismo. «El triple impacto de tipo de cambio atrasado, presión fiscal desbalanceada y escasa financiación hace inviable competir. Además, China subsidia fuertemente sus exportaciones. En esas condiciones, abrir sin medidas compensatorias es una receta para el colapso», explicó.

La Feria de Cantón en China, una megaexposición de productos a escala global, duplicó en 2025 la cantidad de empresarios argentinos asistentes. Es el síntoma de una tendencia: cada vez más empresas nacionales buscan proveedores y socios en Asia, ante la imposibilidad de producir localmente.

Era Milei: ya cerraron 16.500 pymes manufactureras – Prensa Chica

¿A qué intereses responde el modelo?

Más allá de la lógica económica, el modelo comercial actual responde a una lógica ideológica que privilegia la apertura irrestricta como fin en sí mismo. Pero en la práctica, el resultado es una transferencia de actividad productiva nacional hacia el extranjero, con pérdida de valor agregado interno, empleo formal y capacidades industriales.

Lo paradójico es que muchos de los empresarios que ahora abandonan la producción fueron parte del consenso que impulsó la elección de Milei, bajo la promesa de «libertad económica». Pero en lugar de un entorno más competitivo, encontraron una economía en recesión, sin consumo interno, y un dolar barato que quita competitividad frente  de productos importados.

Como afirma el propio Lo Russo: «Muchos industriales nunca se prepararon para esto. Hicieron mucha plata con mercados protegidos, y cuando vino la apertura, no supieron cómo resistir. Hoy son importadores».

El efecto sobre el empleo

El impacto en el empleo industrial es brutal. El Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial (OEDE) del Ministerio de Trabajo estima que desde enero de 2024 se perdieron más de 100.000 empleos industriales formales, mientras que otros 80.000 se encuentran en situación de suspensión, reducción horaria o vacaciones adelantadas.

Además del efecto inmediato sobre las familias trabajadoras, esto implica una erosión de la base salarial formal, que se traduce en menor consumo, caída de la recaudación previsional y retroalimentación de la recesión.

Sin transición, sin desarrollo

La apertura sin planificación no sólo erosiona el presente, también compromete el futuro. La desindustrialización implica pérdida de conocimiento, capacidades técnicas y entramado productivo, que luego es muy difícil recuperar.

«Cuando una pyme cierra o deja de fabricar, no solo se pierde empleo, también se pierden proveedores, técnicos especializados, maquinaria, cultura productiva», señala Monti Farías. Y agrega: «La transición hacia una economía más abierta requiere políticas de desarrollo, financiamiento, innovación tecnológica y protección selectiva, como lo hacen todos los países que industrializan, desde Corea hasta Brasil. Argentina está haciendo exactamente lo contrario». 

Una apertura que cuesta industria, empleo y futuro

La situación actual de la industria argentina es crítica. Bajo la fachada del «libre comercio» se esconde un proceso acelerado de desarme del aparato productivo nacional. Empresas grandes y chicas optan por importar antes que producir, trasladan sus fábricas a otros países y dejan atrás miles de trabajadores sin empleo. En nombre de una apertura brutal, se está consolidando una economía cada vez más dependiente, menos diversificada y más desigual.

Sin una estrategia de desarrollo productivo, sin defensa de los sectores industriales, sin políticas de financiamiento y tecnología, la Argentina corre el riesgo de convertirse en un mero mercado de consumo de bienes extranjeros.

Es una elección de modelo. Y sus consecuencias ya se empiezan a sentir en los parques industriales vacíos, en las fábricas cerradas y en las familias que pierden su sustento.

Fuentes consultadas:

Letra P (Francisco Aristi), julio 2025
Fundar, Abrir sin paracaídas, junio 2025
INDEC – Comercio Exterior, primer semestre 2025
OEDE – Ministerio de Trabajo, informes 2024-2025
Entrevistas a Agostina Monti Farías, Aldo Lo Russo, Marco Meloni