Caputo bajo presión: interviene el dólar mientras el plan económico cruje y el FMI retacea fondos


El ministro de Economía redobla la intervención cambiaria para frenar la escalada del dólar, desoyendo las exigencias del Fondo Monetario Internacional. Reservas en baja, déficit récord y un programa económico cada vez más condicionado por los intereses del mercado y la geopolítica del endeudamiento.


La fragilidad del experimento económico del gobierno de Javier Milei quedó nuevamente en evidencia esta semana, cuando el ministro Luis Caputo decidió intensificar su control sobre la cotización del dólar a través de intervenciones directas desde el Banco Central, en contraposición a lo que exige el Fondo Monetario Internacional (FMI). En un clima de desconfianza creciente del mercado y con los indicadores macroeconómicos en deterioro, el rumbo ultraliberal entra en fase crítica.

Según confirmaron fuentes del mercado, Caputo se encuentra en “alerta máxima” desde la madrugada del jueves, monitoreando personalmente las operaciones cambiarias. “Desde las 5 de la mañana, Toto está en la mesa del Central interviniendo en spot y futuros”, reveló un operador con llegada al equipo económico. El objetivo: mantener planchado el dólar, al menos hasta superar el calendario electoral.

El trasfondo de esta ofensiva tiene que ver con el malestar del FMI. La misión técnica que arribó esta semana a Buenos Aires fue categórica: reclamó avanzar hacia una liberación  cambiaria plena. En palabras del organismo, el tipo de cambio debe ser “único y libre”. Pero el Gobierno, temeroso de un nuevo pico inflacionario, sigue interviniendo.

La relación con el Fondo se encuentra al límite. El organismo decidió postergar el desembolso de USD 2.000 millones, al constatar que se incumplió la meta de acumulación de reservas de junio. Según datos oficiales, en mayo el Banco Central dilapidó más de USD 2.000 millones en contratos de dólar futuro, cifra que cuadruplica la intervención de abril.

A esto se suma un alarmante déficit comercial de USD 5.200 millones en el primer trimestre, impulsado por importaciones y turismo. Desde el FMI se preguntan a dónde fue a parar el último desembolso de USD 12.000 millones: lejos de fortalecer reservas, terminó financiando consumos en dólares de sectores de ingresos medios y altos.

La estrategia de Caputo implica una contradicción central con el FMI. Mientras el organismo busca un tipo de cambio alto para mejorar exportaciones y frenar la demanda de divisas, el Gobierno apuesta a una pax cambiaria transitoria basada en intervención. El problema es que sin dólares genuinos, esa estrategia es insostenible en el tiempo.

El margen de maniobra es cada vez más estrecho. La hoja de ruta libertaria enfrenta sus propios límites: un modelo recesivo, con desplome del consumo, alta inflación en dólares  y sin perspectivas claras de reactivación. El control del dólar, lejos de representar una fortaleza, expone la fragilidad del programa económico.

En Washington hay señales de impaciencia. Las metas acordadas no se cumplen, los desembolsos se frenan y el Gobierno argentino pide renegociar condiciones. En paralelo, los mercados empiezan a ver señales de inconsistencia: la deuda crece, las reservas se diluyen y los precios financieros del dólar vuelven a moverse.

El caso argentino revela, una vez más, que los programas de estabilización atados al FMI enfrentan una contradicción de origen: pretenden reducir desequilibrios estructurales con herramientas de corto plazo y lógica fiscalista. Pero sin política productiva, sin acumulación de divisas vía exportaciones con valor agregado y sin ordenamiento del sistema financiero, el modelo vuelve a chocar contra sus propios límites.

Mientras tanto, Caputo sigue en la mesa del Banco Central, administrando una estabilidad precaria. El dólar, por ahora, contenido a fuerza de reservas. El Fondo, del otro lado del mostrador, exige una salida que parece políticamente inviable. Y el experimento libertario, sostenido con alambre, entra en zona de turbulencia.