El resurgimiento de políticas industriales activas está marcando un fenómeno significativo a nivel global. Tanto las potencias como los países de ingresos medios han intensificado sus esfuerzos para fortalecer sus mercados internos y sus entramados productivos y tecnológicos.
Sin embargo, la estrategia adoptada por el gobierno de Javier Milei en Argentina parece ir a contracorriente de esta tendencia global. Mientras el mundo apuesta por fortalecer su base industrial, Argentina enfrenta una desarticulación de su entramado productivo, lo que pone en riesgo su capacidad de competir y desarrollarse.
Una Perspectiva Histórica: La Política Industrial desde 1945
Desde la implementación del modelo de sustitución de importaciones (ISI) en la década de 1940, la industrialización ha sido una pieza clave en la estrategia de desarrollo argentino. Este modelo buscaba reducir la dependencia de productos manufacturados extranjeros mediante la promoción de la producción nacional. Durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1955), se impulsaron sectores estratégicos como la siderurgia, la automotriz y la energía, consolidando un Estado activo en el direccionamiento de recursos hacia la industrialización.
El proceso de ISI logró significativos avances en las décadas posteriores, pero también enfrentó limitaciones, como la escasa capacidad de innovación y la dependencia de tecnologías importadas. Las políticas económicas aplicadas por la dictadura militar iniciaron un camino de desindustrialización acelerada, profundizada luego por las políticas neo liberales de los 90, que promovieron la apertura irrestricta de mercados y la privatización de empresas estatales clave.
El Péndulo de la Política Industrial en Argentina
Históricamente, la política industrial en Argentina ha sido errática, oscilando entre expansiones bajo gobiernos peronistas y retracciones durante gestiones liberales. Este vaivén refleja una falta de continuidad que limita el desarrollo sostenible.
1945-1975: La etapa clásica del modelo ISI. Hubo avances significativos en sectores como el automotriz y el petroquímico, pero también se evidenciaron problemas de ineficiencia y dependencia tecnológica.
1976-1983: La dictadura militar inició un proceso de apertura comercial y desregulación financiera, iniciando una etapa de desindustrialización creciente.
1983-2001: Entre crisis macroeconómicas y experimentos neoliberales, la industria experimentó un deterioro progresivo, especialmente durante la década de los 90.
2003-2015: Con un tipo de cambio competitivo, se promovieron sectores de alta tecnología como ARSAT, la central nuclear Atucha 2 y el reactor CAREM. Sin embargo, los desequilibrios macroeconómicos, crisis internas y externas, limitaron el alcance de estas políticas.
2015-2019: La apertura económica implicó el desmantelamiento de políticas industriales previas, priorizando la especialización en recursos naturales.
2019-2023:Aunque se recuperó el protagonismo de la política productiva, los desequilibrios macroeconómicos, la pandemia, la guerra en Ucrania y finalmente una sequía, que limito la producción agropecuaria, limitaron los resultados.
Desde 2023: La administración de Milei ha optado por desarticular políticas industriales clave, priorizando una mayor apertura y ajuste fiscal.
El Resurgimiento Global de la Política Industrial
Como decíamos en la introducción, los informes económicos sobre el comportamiento global pos pandemia muestran un crecimiento de políticas proteccionistas pro industria en los países del primer mundo. El reciente triunfo de Donald Trump en EEUU preanuncia políticas anti globalizadoras por parte de la principal potencia mundial y un retorno a antiguas tendencias de cierre y aislamiento de su economía.
Este fenómeno responde a cuatro razones estructurales:
Disputa tecnológica entre Estados Unidos y China: La competencia por el liderazgo en sectores clave, como la inteligencia artificial, los vehículos eléctricos y las energías renovables, ha impulsado una carrera global por la innovación. Este enfrentamiento redefine las cadenas de valor globales e incentiva a otros países a invertir en sus propias capacidades tecnológicas.
Autonomía estratégica: La pandemia de COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania evidenciaron la vulnerabilidad de depender excesivamente de proveedores externos. Países como Alemania y Estados Unidos han redoblado esfuerzos para relocalizar producciones estratégicas, asegurando mayor resiliencia frente a crisis globales.
Cambio climático: La transición hacia economías sostenibles requiere inversiones en tecnologías limpias. La Unión Europea, mediante su Pacto Verde, y Estados Unidos, a través de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), están canalizando recursos hacia energías renovables, transporte electrificado y descarbonización industrial.
Cohesión social y movilidad: Las industrias que generan empleos de alta calidad contribuyen a una mayor cohesión social y reducen la desigualdad. La relocalización de manufactura en regiones deprimidas busca revertir décadas de desindustrialización y desigualdad.
China emerge como un caso paradigmático. Su estrategia combina una inversión masiva en infraestructura con un enfoque en la transferencia tecnológica y la creación de campeones nacionales en sectores estratégicos. Este modelo ha transformado a China de un fabricante de productos de bajo costo a un líder global en tecnologías de alta complejidad.
I+D, Motores de la Nueva Reindustrialización
En el actual contexto global, la innovación y el desarrollo tecnológico se han consolidado como pilares fundamentales de la nueva reindustrialización. Los países que lideran esta transformación no solo invierten significativamente en investigación y desarrollo (I+D), sino que también diseñan ecosistemas que conectan a las universidades, los centros de investigación y las empresas, generando comunidades innovadoras.
El papel de la ciencia y la tecnología: La inversión en ciencia y tecnología es esencial para desarrollar capacidades en sectores emergentes como la inteligencia artificial, la biotecnología y la energía renovable. En Argentina, ejemplos como el INVAP y los desarrollos nucleares muestran cómo la integración entre el sector público y privado puede generar avances significativos
Transferencia tecnológica: La colaboración con países y empresas internacionales permite la incorporación de tecnologías avanzadas y la creación de capacidades locales. Sin embargo, es crucial que esta transferencia se traduzca en innovación local y no solo en ensamblaje de productos importados.
Desarrollo de startups tecnológicas: Los ecosistemas de startups tecnológicas están jugando un rol clave en la generación de innovación ágil y disruptiva. En sectores como la fintech, la salud digital y la tecnología agroindustrial, Argentina tiene potencial para consolidarse como un líder regional si se fortalecen los esquemas de financiamiento y se reducen las barreras regulatorias.
Infraestructura y conectividad: La modernización de la infraestructura física y digital es fundamental para la competitividad industrial. Esto incluye desde redes de transporte eficientes hasta una conectividad de alta velocidad que permita la implementación de tecnologías como el Internet de las Cosas (IoT).
Radiografía del Sector Industrial Argentino
Agroindustria: Representa un pilar estratégico pero enfrenta retos en sostenibilidad y diversificación de mercados.
Industrias capital intensivas: por ejemplo petroquímica y siderurgia, actualmente afectadas por la volatilidad macro económica y la falta de incentivos, pero con potencial de desarrollo sobre todo la industria petroquímica , a partir del gas y el petroleo generado en Vaca Muerta.
Industrias tradicionales: Como textiles y calzado, requieren modernización para aumentar su productividad.
Metal-mecánica y automotriz: Con potencial para integrarse a cadenas globales, necesitan programas robustos de desarrollo de proveedores.
Industrias del conocimiento: Como biotecnología y aeroespacial, demandan inversión sostenida en educación, ciencia y tecnología.
Industria ensambladora: con fuerte inserción en Tierra del Fuego, requiere transformar su modelo hacia mayor valor agregado y el fomento de nuevos desarrollos tecnológicos locales.
Recomendaciones Estratégicas
Selección de ganadores: Identificar sectores estratégicos con alto potencial de crecimiento y establecer mecanismos para evaluar y ajustar inversiones.
Enfoque ofensivo: Priorizar la promoción de exportaciones, el desarrollo de tecnologías avanzadas y la generación de empleo de calidad. Es necesario superar la lógica defensiva que busca proteger sectores vulnerables sin apostar por la innovación y el dinamismo.
Conclusión
El caso argentino ilustra cómo la inconsistencia de las políticas industriales puede frenar el desarrollo económico y social. En un contexto global de transformaciones profundas, el país no puede permitirse quedar rezagado. La adopción de una estrategia industrial sostenida, coherente y orientada al futuro es crucial para garantizar una inserción competitiva en las cadenas globales de valor y para asegurar un desarrollo inclusivo y sostenible a largo plazo.
