En la Argentina de Javier Milei, la frase «no por mucho repetir una mentira se convierte en verdad» se pone a prueba diariamente. La insistencia en narrativas que tergiversan la realidad forma parte de una estrategia política que explora la relación entre lenguaje, percepción y poder.
En este contexto, tanto la filosofía como las ciencias políticas ofrecen herramientas claves para analizar un panorama donde la posverdad, el poder simbólico y la manipulación discursiva juegan un rol central. Como advertía una pintada al final de la dictadura, «nos mean y Clarín dice que llueve».
Filosofía: entre sombras y narrativas
Desde Platón hasta Foucault, el problema de la verdad ha sido abordado como una cuestión esencial en la construcción de las sociedades:
Platón y las sombras de la caverna
En su «Alegoría de la Caverna», Platón explica cómo las sombras proyectadas en la pared representan las falsedades que las personas toman como realidad. En el caso de Milei, las narrativas oficiales actúan como estas sombras: una ilusión que pretende ocultar las verdaderas condiciones del país. Según Platón, solo el acceso a una verdad universal puede liberar al individuo, un ideal que hoy parece inalcanzable en medio de un torrente de mentiras repetidas.
Nietzsche y la construcción de la verdad
Para Nietzsche, las «verdades» no son más que interpretaciones que han sido naturalizadas por el poder. En este sentido, el discurso libertario de Milei, con su insistencia en conceptos como «libertad» y «anticasta», no busca reflejar la realidad, sino imponer una narrativa conveniente para ciertos intereses.
Foucault: verdad y poder
Foucault nos recuerda que la verdad está profundamente imbricada con las estructuras de poder. El régimen de Milei utiliza la repetición de mentiras no para llegar a la verdad, sino para consolidar un sistema de dominación. En este marco, las afirmaciones de que «nos va bien» no buscan describir la realidad, sino construir un régimen de saberes que legitime el statu quo.
Ciencias Políticas: hegemonía y posverdad
El impacto político de las mentiras repetidas se inscribe en dinámicas de hegemonía cultural y manipulación mediática:
Gramsci y la hegemonía cultural
Antonio Gramsci señala que el poder no se ejerce solo a través de la fuerza, sino también mediante el control del sentido común. Los medios afines al oficialismo, al repetir constantemente que «nos va bien», contribuyen a normalizar una narrativa que oculta las desigualdades y el sufrimiento de las mayorías.
Hannah Arendt y la banalización de la verdad
Arendt advierte que en los regímenes totalitarios, la repetición de mentiras diluye la línea entre lo verdadero y lo falso, generando confusión y apatía en la sociedad. Algo similar ocurre en la Argentina actual: mientras se insiste en que la economía mejora, las mesas vacías y la precarización laboral cuentan otra historia.
Posverdad y los medios de comunicación
En la era de la posverdad, las redes sociales y los medios masivos amplifican las narrativas oficiales, transformando las emociones en una herramienta política. Esto no significa que las mentiras se conviertan en verdad, pero sí que moldean percepciones y movilizan comportamientos, con consecuencias reales en las dinámicas sociales y políticas.
La mentira como política de Estado
El relato de Milei, que incluye frases como «libertad» mientras avanza el ajuste fiscal, o «anticasta» mientras protege a los más poderosos, ejemplifica lo que Nietzsche y Foucault denunciaron: el uso del lenguaje como un arma de dominación. En este contexto, el ajuste no es más que eutanasia social, y el crecimiento se traduce en pérdida de soberanía.
La repetición constante de estas mentiras genera efectos concretos: mientras las grandes mayorías enfrentan hambre, desempleo y exclusión, el modelo beneficia a una minoría especuladora y al capital extranjero. Los jubilados, despojados incluso de sus medicamentos esenciales, encarnan el rostro más cruel de este «crecimiento».
Reflexión crítica
La repetición de mentiras no transforma su naturaleza intrínseca, pero sí modifica su impacto. En la Argentina de hoy, estas mentiras buscan legitimar un modelo que profundiza la desigualdad y destruye el tejido social. Sin embargo, como la historia ha demostrado, este tipo de estrategias tiene límites.
La pregunta no es si este modelo colapsará, sino cuándo. Ante esta realidad, tanto la filosofía como la política nos invitan a resistir la manipulación del discurso y a recuperar el pensamiento crítico. En última instancia, combatir las mentiras de Milei y su gobierno es también una lucha por la verdad y la dignidad de las mayorías. Pero cada mentira tiene su fin, y la verdad, como el agua, siempre encuentra su camino.
AM