*RUSIA, EL BRICS Y LA GEOPOLÍTICA AGRÍCOLA*, oportunidades y desafíos para la Argentina postliberal


En el contexto global actual, Rusia se perfila como un actor clave en la producción de alimentos, un movimiento que está reconfigurando las dinámicas de los mercados agrícolas internacionales. La posibilidad de que Rusia consolide su control sobre la región de la Pampa Húmeda Ucraniana, una de las principales productoras de granos del mundo, plantea un cambio profundo en el comercio global.
Este avance permitiría a Rusia dominar mercados estratégicos como los de trigo, girasol y maíz, desplazando a actores tradicionales como Estados Unidos y poniendo en jaque a productores emergentes como Argentina.
La creciente influencia rusa no solo tiene implicancias económicas, sino también políticas. Al controlar una porción significativa de la producción mundial de alimentos, Rusia podría establecer precios y condicionar el acceso a mercados claves, consolidando su poder en el ámbito geopolítico. En este marco, el bloque BRICS emerge como un contrapeso al sistema tradicional, combinando recursos naturales y estrategias económicas para redibujar las reglas del comercio global.
Para Argentina, este nuevo escenario plantea retos significativos, pero también presenta oportunidades. La competencia directa con Rusia en mercados emergentes de África y Asia, fundamentales para la balanza comercial agroexportadora del país, podría complicar su posicionamiento. Sin embargo, el temor de Europa a depender de un proveedor único como Estados Unidos podría abrir una puerta para que Argentina se convierta en una alternativa confiable y diversificada. Aprovechar esta oportunidad requeriría estrategias innovadoras, una mayor diversificación de mercados y el fortalecimiento de capacidades productivas locales.
El avance del BRICS también tiene implicancias más amplias que trascienden el sector agrícola. La posibilidad de que este bloque impulse el uso de monedas alternativas al dólar para transacciones internacionales representa un desafío directo al sistema financiero global dominado por Estados Unidos. Si bien esto amenaza la hegemonía estadounidense, para economías emergentes como la argentina podría significar una mayor independencia financiera y mejores condiciones comerciales. No obstante, este cambio también supone riesgos, como la necesidad de adaptarse rápidamente a nuevas estructuras económicas multipolares y garantizar la estabilidad interna.
En el corazón de esta disputa global se encuentra el rol de las grandes multinacionales agrícolas, como Bayer-Monsanto, que dominan el mercado de semillas mediante sistemas de patentes y regalías. Si los países del BRICS deciden ignorar estos acuerdos internacionales, los agricultores argentinos, entre otros, podrían beneficiarse de una reducción significativa de costos, ya que no tendrían que pagar regalías por el uso de semillas patentadas. Esto podría fortalecer la autonomía productiva del país, pero también plantea riesgos como una potencial disminución de la inversión privada en investigación y desarrollo. En este escenario, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria podría desempeñar un papel crucial liderando la innovación tecnológica en este sector.
La posibilidad de una ruptura en los monopolios corporativos globales no solo beneficiaría a los agricultores, sino que también podría facilitar un reparto más equitativo de los alimentos a nivel mundial. Este cambio podría replicar lo que sucede en otros mercados estratégicos, como el del gas natural licuado, donde se busca establecer precios mediante acuerdos entre comunidades y no a través de conglomerados internacionales.
El mercado agrícola global está experimentando una transformación profunda impulsada por las tensiones entre grandes potencias, la influencia del BRICS y los movimientos estratégicos de actores como Rusia. En este contexto, Argentina tiene la oportunidad de reforzar su posición en el comercio internacional.
Más allá de las implicancias comerciales, este momento histórico subraya la importancia de un desarrollo autónomo basado en la soberanía económica y política. Argentina debe apostar por un modelo de crecimiento que priorice el bienestar de su población y el fortalecimiento de su identidad nacional, alejándose de las limitaciones del liberalismo como de la socialdemocracia. Este enfoque requerirá un Estado presente, políticas públicas sólidas y un compromiso firme con la justicia social.
La historia argentina ha demostrado que, con unidad y determinación, es posible superar grandes desafíos. Hoy más que nunca, nuestro pueblo necesita recuperar ese espíritu para enfrentar los retos del nuevo orden global y construir un futuro de prosperidad para todos.
Luis Gotte
La Trinchera Bonaerense