El radicalismo cacareó, pero al final le dio a Javier Milei «las herramientas» que pedia. ¿Para eso está el Congreso? Volver y perdurar, pero siempre concediendo.
En un sistema presidencialista como el argentino, que es copia del estadounidense, ¿por qué no dejan que decida todo la persona que fue elegida para definir el rumbo del país por tanta gente como exige la Constitución, si sería todo más fácil? Justamente, porque el sistema republicano de división de poderes le encomienda a uno de ellos, el Legislativo, que ponga límites al poder unipersonal del Presidente de manera que las leyes «tengan en cuenta el bien común de todos los habitantes», como explica el propio Congreso en su sitio oficial. Ejemplo: el jefe del Poder Ejecutivo no puede tomar ciertas decisiones críticas, como endeudar al país o dictar el estado de sitio o declararle la guerra a otra nación. Debe hacerlo el Congreso, donde está representada no sólo la porción de la población que votó al señor o a la señora que ocupa el despacho principal de la Casa Rosada.
Transigir es, según la definición del diccionario, «consentir en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero, a fin de acabar con una diferencia». Como De Loredo, la UCR es un gallo que cacarea y agacha la cresta; que ha hecho de la ambigüedad de sus posiciones vidriosas un negocio político.
Volver y perdurar
En una charla que mantuvo con Letra P en el marco del ciclo Democracia, 40 años: deudas y desafíos, Federico Storani, habitante de los arrabales radicales desde que la Convención de Gualeguaychú selló el pacto con las huestes de Mauricio Macri y la excorreligionaria Elisa Carrió, se entusiasmó con una alianza estratégica UCR-peronismo que pusiera un dique al avance de la ultraderecha. Este viernes, al acompañar la ley ómnibus de Milei, el radicalismo volvió a transigir, ahora con un gobierno privatista, que asfixia a la ciencia y a las universidades, que ajusta y reprime y pretende la suma del poder público.
Transigir para volver y transigir para perdurar en la opacidad de principios que, si no gustan, pueden ser reemplazados por otros. Ese sigue siendo el negocio de la Unión Cívica Radical Transigente. Acaso algún día la Patria se lo demande, pero es de esperar que sepa arreglárselas de nuevo para volver a volver, aunque difícilmente como en el ’83.
