Puan: «Una película que revaloriza la filosofía y la educación»


El rol del Estado, la desigualdad, el pacto social, la muerte y la existencia, son algunos de los tópicos que atraviesan la trama de la nueva película que pisa firme en cines de todo el país. “Puan”, dirigida por María Alché y Benjamín Naishtat, tiene tintes de comedia y también de drama. Una analogía con el presente que dispara ciertas preguntas que, quizás, nunca encontrarán respuestas, pero que sin duda invitan a soñar con otros mundos posibles.

Se entiende a la filosofía como un “conjunto de reflexiones sobre la escena, las propiedades, las causas y los efectos de las cosas naturales, especialmente sobre el hombre y el universo”. También como una concatenación de preguntas sobre la existencia. Esto es lo que hace el protagonista de la película: preguntar el por qué de las cosas.

Marcelo (Marcelo Subiotto) es un profesor de Filosofía que ha dedicado su vida a la enseñanza en la Universidad de Buenos Aires. Con una pasión difícil de explicar, vive su día a día con la clara convicción de hacer preguntas para replantear el status quo. Recorriendo la universidad pública, barrios populares y casas privadas, siempre con la bandera de invitar a soñar con otros mundos posibles.

La historia comienza cuando Marcelo tiene que despedir a su mentor en esta disciplina, el profesor Castelli, quien muere inesperadamente de un paro cardíaco. Con lo cual, la trama empieza a desenlazarse cuando él asume que será el próximo titular de la cátedra. Lo que no imagina es que un hombre como Rafael Sujarchuk (Leonardo Sbaraglia), regresará de las universidades europeas (donde continuó su camino después de Puan) para disputar el mismo puesto.

Rafael y Marcelo son, por excelencia, la antítesis. Por un lado, Marcelo simboliza el pragmatismo, el tradicionalismo y el cuidado por los conceptos, tal como los había enseñado el profesor Castelli. Por otro lado, Rafael es la supremacía de lo internacional, la apuesta por algo nuevo, y también la elegancia. Es ahí donde se libra un duelo, algo personalista, en medio de una sociedad que se encuentra atravesando varias situaciones problemáticas y caóticas.

El contexto económico es un ruido molesto para el protagonista y la comunidad que conforma la universidad pública en la que trabaja. Los sueldos no se están pagando y la preocupación crece entre los y las pares. Como una especie de profecía, en las clases, Marcelo pone a jugar algunos conceptos que se materializan en las calles: la desigualdad, la existencia y la muerte.

Un salario modesto, una vivienda mínima y un tenso clima laboral son algunos de los tintes que tiñen la cotidianidad del protagonista, en medio de citas de Sócrates, Heidegger, Platón, Rousseau, entre otros -que ¿poco? pueden aportar a la crisis social-.

Tal vez, la premisa más importante que asume el film es la valentía de poner sobre la mesa ciertas discusiones que hoy tienen lugar en nuestra sociedad. Cuánta intervención del Estado es la “necesaria”, cuál es el valor de la educación pública y cuál la importancia de la filosofía en nuestras vidas.

“Existir es saltar al vacío y hacer cosas que no se conocen”, dice Marcelo, y se atreve a diferenciar la existencia del hecho de vivir. Tal vez ese es el espíritu que intenta recobrar la película. El valor de existir para crear mundos distintos en medio de uno que, haciendo relación con el presente, vive una crítica situación social, económica, y una gran incertidumbre por el futuro más cercano.


El rol del Estado, la desigualdad, el pacto social, la muerte y la existencia, son algunos de los tópicos que atraviesan la trama.


En Puan, el docente amante de la filosofía levanta la bandera de soñar con otros mundos posibles en una realidad crítica que cierra la universidad; con un alumnado que convoca a las calles y termina ferozmente reprimido por parte de la policía.

Marcelo es Marcelo, pero podría ser cualquiera, ya que se parece mucho a cualquier contemporáneo. El contexto de la película, también. El paralelismo es casi exacto con el presente en Argentina. Una grieta ideológica y dos mundos posibles: el de la solidaridad y aquel en el que prima la libertad individual.

Qué pasaría si la alegría de uno fuera la alegría de todos, y qué si el dolor de uno fuera el dolor de todos, son algunas de las preguntas que quedan sin respuesta. Como tantas otras que deja Puan, entre melancolía y dolor, entre esperanza y temblor.

DOLORES EMILIA SAN PELEGRINI