Letras rusas

Mientras Rusia acapara las miradas del mundo por su ofensiva contra Ucrania, sus escritores continúan una historia de siglos. Madre de gran parte de las letras contemporáneas, la tierra de gigantes como Lev Tolstoi y Nikolai Gógol representa un mundo literario diverso y vivo que parece moverse al ritmo de la disidencia política con el gobierno de Vladimir Putin.

Rusia tiene una historia literaria plagada de figuras simbólicas que en su larga época soviética continuó produciendo autores poderosos como Gorky, Boris Pasternak, Marina Tsvetáieva, Solzhenitsyn o Nabokov. De su seno nacieron personalidades que no pueden escapar al canon como Antón Chéjov y  Fédor Dostoievski,

Marcó profundamente el camino de las letras y desde su (re)nacimiento, en aquel Siglo de Oro ruso  (S XIX), su poesía, sus novelas y sus relatos se transformaron en universales.

Cuando cayó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), su literatura no gozó de un protagonismo mundial, salvo algunas excepciones como el caso de la bielorrusa Svetlana Alexiévich, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015.

Sin embargo, las obras dialogan con los ecos de la era soviética, el desatado capitalismo de los 90 y los aires autoritarios de Putin desde todos los géneros.  Permanecen en tensión con su pasado y el presente. La guerra altera la identidad lingüística y reestructura los mercados.

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Algunos autores rusos que vale la pena leer:

Alisa Ganiyeva (Moscú, 1985). Obtuvo varios premios como Gorki (2009) y Debut (200). En Rusia se la considera una de las grandes apuestas literarias de las nuevas generaciones. Es autora de novelas como: Salam, Dalgat (2010) y La montaña festiva (2015).

Guzel Yájina (Kazán, 1977). Ganadora del premio Booker ruso por la novela Zuleija abre los ojos (2019). Se trata de una relectura del estalinismo, concretamente de la deportación de los tártaros a Siberia por Stalin.

Zajar Prilepin (Oblast de Riazán, 1975). Escritor ruso, galardonado con numerosos premios, entre los que destaca el Bestseller Nacional 2008 y autor de novelas como Patologías (Sajalín, 2012) donde cuenta su experiencia personal en la guerra de Chechenia.

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Dos clásicos imprescindibles:

Crimen y castigo, de Dostoyevski. Es un profundo análisis psicológico de su protagonista, el joven estudiante Raskólnikov, cuya firme creencia en que los fines humanitarios justifican la maldad le conduce al asesinato de una usurera. Pero, desde que comete el crimen, la culpabilidad será una pesadilla constante con la que el estudiante será incapaz de convivir.

Guerra y Paz, de Tolstoi. Este equilibrio sutil, cuyo secreto escapa a todo análisis formal, permite que la narración fluctúe continuamente, que pase de un salón a un campo de batalla, de un diálogo íntimo a un plan de regeneración nacional, de una reflexión filosófica a una carga de caballería, de una reunión del Alto Estado Mayor francés al lecho de un moribundo, sin transiciones bruscas, sin forzar el estilo y sin necesidad de explicación ni artificio.

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Por Penélope Canónico