El laberinto argentino, sin dólares, sin red y sin rumbo.
La economía argentina transita un punto de inflexión: sin generación genuina de divisas y sin la posibilidad de nuevos auxilios financieros del FMI, el país enfrenta las consecuencias de un modelo económico que vuelve a mostrar sus límites estructurales. Endeudamiento, fuga de capitales y reprimarización productiva configuran un círculo vicioso que amenaza con profundizar la crisis.
Un problema que se repite: divisas, deuda y estancamiento
La escasez de dólares, más que una coyuntura, es una constante estructural de la economía argentina. Lo que varía es la forma en que se intenta resolverla. Hay dos grandes caminos: uno, largo y complejo, es el del desarrollo productivo con exportaciones crecientes. El otro, rápido pero insostenible, es el del endeudamiento externo. La historia reciente muestra que, ante gobiernos de orientación neoliberal, la elección ha sido siempre la segunda.
Dictadura, menemismo, macrismo: los tres momentos de hegemonía promercado desembocaron en ciclos de alto endeudamiento y baja inversión productiva. El caso más emblemático fue el de 2018, cuando el gobierno de Mauricio Macri obtuvo el mayor préstamo en la historia del Fondo Monetario Internacional: US$ 45.000 millones. El resultado fue catastrófico: la economía se contrajo, se aceleró la fuga de capitales y la deuda pública se disparó, erosionando la sostenibilidad macroeconómica.
El modelo Milei: ajuste, endeudamiento y fuga
La historia volvió a repetirse en abril de 2025. En medio de una corrida cambiaria en ciernes y con reservas agotadas, el gobierno de Javier Milei recibió un nuevo auxilio financiero del FMI y otras entidades multilaterales. Aunque se logró frenar la crisis inmediata, el trasfondo no cambió: no se generaron divisas genuinas y el endeudamiento se incrementó.
Hoy, los síntomas de agotamiento son evidentes. Las reservas siguen estancadas y los dólares continúan saliendo del país. Según la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), entre diciembre y abril el rojo por inversiones extranjeras fue de US$ 3.000 millones: las empresas retiraron más capital del que ingresaron. La inversión externa directa, lejos de aportar dólares, los está demandando.
Además, la cuenta capital y financiera sigue sangrando por varios frentes: el turismo internacional muestra un déficit creciente —US$ 863 millones en abril— y el desequilibrio comercial se agrava con el aumento de las importaciones (+35,6 % interanual), muy por encima del leve repunte exportador (+5,8 %).
Sin red: ¿por qué esta vez seria diferente?
A diferencia de 2018 o incluso de abril de este año, hoy hay poco margen para un nuevo salvataje. El FMI ya ha desembolsado lo que estaba previsto y el nivel de endeudamiento con el organismo limita cualquier nuevo auxilio. La falta de voluntad política internacional para seguir sosteniendo financieramente a la Argentina, sumada a la ausencia de un plan de estabilización creíble, deja al país sin red.
Pero más allá del cortoplacismo, lo que se revela es la persistencia de un modelo económico dependiente del extractivismo, la renta financiera y la especulación, en detrimento del desarrollo productivo. La reprimarización, la desindustrialización y el debilitamiento del mercado interno conforman un cóctel regresivo que impide acumular reservas genuinas. Sin generación autónoma de divisas, el margen de maniobra se reduce a cero.
Un conflicto histórico que vuelve al centro
Lo que está en juego no es solo una crisis de balanza de pagos, sino una disputa estructural entre dos proyectos de país. Por un lado, el bloque extractivista -rentístico-financiero, que históricamente ha favorecido la apertura irrestricta, el endeudamiento externo y la subordinación financiera. Por otro, el bloque industrialista, representado por las PYMEs, los trabajadores y los sectores medios-bajos, que requiere de protección, planificación y soberanía económica para desarrollarse.
Esta tensión, que se remonta al siglo XIX, ha tenido múltiples expresiones a lo largo del tiempo. Pero hoy se presenta de forma aguda, sin arbitrajes visibles ni mecanismos de contención eficaces. La decisión del actual gobierno de abrazar sin matices el paradigma del ajuste, la liberalización y la desregulación no ha generado confianza inversora ni estabilidad macroeconómica. Solo ha acelerado un proceso de vaciamiento que amenaza con desbordar por los márgenes sociales y políticos.
Sin dólares, sin red y sin rumbo
La Argentina se encuentra atrapada en un modelo que agota sus propios recursos. La falta de dólares no es solo una limitación financiera: es el reflejo de un sistema productivo deteriorado, sin estrategia exportadora de valor agregado ni política industrial sostenida. La opción por el endeudamiento, lejos de ser una solución, ha profundizado el problema.
Sin la posibilidad de un nuevo salvataje, el margen de error se reduce. Lo que queda es una disyuntiva profunda: o se reconstruye un proyecto de desarrollo soberano, con generación genuina de divisas y fortalecimiento del mercado interno, o se consolida un proceso de dependencia, exclusión y fragilidad perpetua.
AM